Esta nueva tendencia se enmarca en la guerra mediática que hace unos años permanecía latente y que, con la crisis económica, ha estallado en forma de ataques indiscriminados y escaramuzas de todo tipo. Telecinco dice que TVE hace competencia desleal (cierto), la cadena estatal le responde que es inmoral pagar a delincuentes para ganar audiencia, La Secta sigue su contencioso con la cadena de Vasile, que pretende que aquélla no utilice sus imágenes en sus programas de entretenimiento, y el grupo Prisa no soporta que la cadena que Zapatero regaló a sus basket-friends (para Cebrián, los "brujos visitadores de La Moncloa") le haya tangado los derechos de retransmisión de la liga española de fútbol. Un panorama de lo más divertido.
Ahora bien, en lo de fabricar noticias ficticias, forzoso es reconocer que La Secta se lleva la palma. Tampoco tiene demasiado mérito, porque el falsear la realidad es algo que a los progresistas les sale de forma natural, y no hay en estos momentos cadena más progre en el planeta Tierra que la de Jaume Roures, principal exponente del capitalismo marxista, nueva doctrina filosófica que hace furor entre los iconos de la izquierda.
El último montaje del que hemos tenido noticia ha sido el protagonizado por José Miguel Monzón Navarro, apodado El Gran Wyoming, que es un nombre artístico muy apropiado para alguien de izquierdas y antinorteamericano. No obstante, tampoco es que haya destacado demasiado respecto al tono general del canal que alberga su programa. Vean uno de sus informativos, sin ir más lejos, y comprobarán que lo de manipular la realidad es una característica transversal a todos los productos surgidos de esa factoría.
En los telediarios de La Secta, por ejemplo, se nos informa de que el caos circulatorio provocado por las nevadas es responsabilidad única y exclusiva de Esperanza Aguirre, y de que la chorrada fabricada por el diario global, según la cual la presidenta madrileña ha organizado una red de espionaje que deja en mantillas a la montada en su día por Narciso Serra, va a suponer el principio del fin de la Lideresa. Con un par de noticias de ese tenor y las advertencias constantes sobre el peligro del calentamiento global como aditamento inevitable, los, digamos, informativos de ese canal constituyen un feliz acompañamiento de las fechorías de sus presentadores más famosos.
Las imágenes en las que se veía a Wyoming abroncando de forma brutal a una becaria parece que fueron un montaje. Bien, puede ser, no digo que no, pero lo que resulta significativo es la forma en que la izquierda exquisita entiende el humor y los temas que utiliza como argumento. Es seguro que muchos jóvenes espectadores de El Intermedio habrán pasado, o lo estarán haciendo en la actualidad, por situaciones parecidas a la dramatizada por Monzón Navarro y sus chicos en el plató. Supongo que el gag habrá hecho maldita la gracia a los meritorios que sobreviven con trescientos euros mensuales y que, además, tienen que soportar humillaciones diarias como las que Monzón infligió (él dice que figuradamente) a la periodista que interpretó el papel de becaria.
Si hicieron ese montaje con el objeto de ganar audiencia, el pecado es venial, porque lo cierto es que a cualquier responsable de una cadena como La Secta, que sólo rivaliza en número de espectadores con los reportajes del Masai Mara de La 2, es fácil convencerle para que apruebe acciones tan dudosas deontológicamente como la última del Wyoming. Sin embargo, una cuestión tan delicada –bromear con el mobbing a los señores trabajadores– debería interpelar a la conciencia de personas como Jaime Roures, quien, según afirma cada vez que nadie le pregunta por ello, vive y hace negocios únicamente para defender su ideología. ¿Debemos suponer que entre los principios filosóficos del marxista-capitalista catalán se incluye el maltrato a los meritorios como objeto de burla?