Antes de nada, distingamos al pederasta del pedófilo. Éstos aman a los niños, incluso confiesan sentir atracción sexual por ellos, pero se dedican a la mera contemplación y, sobre todo, a luchar contra el mal que les devora. Amar a los niños no está mal, si no se pasa la frontera.
El asesino de Pedralbes fue, en un primer momento, un pedófilo, pero después se convirtió en un delincuente pederasta en toda regla: visitaba los futbolines y otros lugares de reunión de los más jóvenes para comprar, con sobornos y regalos, sexo. Era en la Barcelona de los 70; nada que ver con la Huelva de 2008, donde la familia Cortés ha emprendido una batalla para que se castigue con la perpetua a los asesinos de niños. Al patriarca lo ha recibido Zapatero en La Moncloa, y aunque se fue contento, ya debe de saber que no le va a dar lo que pide.
Los Cortés han reunido un millón de firmas, y el presidente les ha contentado, por el momento, con vagas promesas de "penas contundentes" que podrían quedar en nada y, de remate, el reforzamiento del Registro de Penados y Rebeldes, donde, según la leyenda, todavía se apuntan los antecedentes con pluma. La actualización será inmediata, ha proclamado Fernández Bermejo, ministro de Justicia y cazador de alto vuelos.
Sea como fuere, y si es que van a seguir recogiendo firmas, los Cortés deberían tomar una determinación, para que nadie se llame a engaño. ¿Van a seguir pidiendo la cadena perpetua o, por el contrario, se quedan con las medidas que ha sugerido Zapatero?
A todo esto, los pederastas siguen como antes del asesinato de Mari Luz: descontrolados, campando por sus respetos, dispuestos a cometer nuevos desmanes. Vagas declaraciones al margen, todavía no se ha hecho nada en su contra.
En este ambiente de recogida de firmas por todas las plazas de España, incluida la Mayor de los Madriles, y difusión por todo lo alto, especialmente en la prensa amiga del Gobierno, de operaciones contra la pornografía infantil, la propaganda tiene todas las de ganar. Da la sensación de que se sigue el rastro de todos los que amenazan a los niños. Pero, por desgracia, no es así.
Vaya por delante que la Policía y la Guardia Civil, con sus grupos telemáticos en franca competencia, hacen su trabajo. Y lo hacen bien. Aunque entre tanta redada de pronto caen personas de culpabilidad harto sospechosa. Recientemente, el Supremo ordenó repetir un juicio que se siguió contra una señora que había hecho búsquedas con las palabras madres, padres y bebés y se había bajado contenidos ilegales con el programa E-Mule. ¿Lo hizo a propósito o la engañaron? ¿Cómo saberlo? El caso es que nadie está seguro de lo que se baja de internet, y pueden darse casos de falsos positivos. Éste podría ser uno de ellos, dado que la propia Policía reconoce que la señora, de Pineda (Tarragona), borró los archivos. Bajas un archivo engañoso y resulta que contiene sexo explosivo.
Uno se imagina que este tropel de universitarios, arquitectos, policías, administrativos, jubilados, menores de edad y profesores de instituto de la Operación Lobos se introducían en las redes de intercambio y en foros en busca de fotos de bebés empalados, jovencitas exhibidas como objetos y todo tipo de perversiones y tal vez se trate de otra cosa. Se supone que de todo ello hacen almacenamiento y exhibición en grandes cantidades. Y el caso es que de eso hay, pero también caen en las redes quienes han picado por curiosidad malsana o comprometido a otros sin saber que la campaña política para contrarrestar el fuego Cortés, que abrasa, ha transformado la Red en un terreno peligroso. Si eres internauta, un ciberpolicía está tras tus pasos.
Pues bien, los pederastas más peligrosos no están ahí, en ese laberinto de cámaras web, portátiles, torres, discos duros, deuvedés, aunque no es mi intención quitarle mérito a la tarea de romper programas de encriptación y acceder a tesoros sucísimos; los peores criminales están en el montón de legajos que han dejado las huelgas de funcionarios judiciales, en el totum revolutum de los diversos juzgados, en la información no siempre disponible entre los distintos cuerpos de seguridad.
De manera que, lejos de las pantallas de internet, que tanto venden, es en la calle donde acechan los exhibicionistas, los pedófilos, los pederastas y los asesinos de niños, contra los que la familia Cortés creía luchar hasta que la caravana llegó a La Moncloa y salió de allí confundida por la taumaturgia del poder. Juan José Cortés es un hombre íntegro y bravo, por lo que no cabe duda de que persistirá en su idea original. Los que están equivocados son los que creen que a la larga pueden darle gato por liebre.
El caso es que, ¿dónde está Yeremi?, ¿dónde Sara Morales?, ¿dónde todos los demás niños desparecidos? ¿Son víctimas de pederastas a los que no se encuentra en internet porque las imágenes no les ponen? El Gobierno no ha lanzado una campaña total contra la pederastia, como en su día hizo –con escasa fortuna– contra la violencia doméstica. El fallo es que en la pederastia faltan las feministas de Joaquín Leguina, ésas que soplan a Zapatero en la oreja para convencerle de los males de la desigualdad, y que tanta falta hacen cuando se trata de luchar contra quienes sustraen niños sin que nadie les pare. Estamos hablando de sujetos que a veces han sido ya juzgados y condenados, incluso enviados a prisión, pero con permiso de salida...
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.