En la novela, unos pirados secuestran a una famosa a la que adoran. Sin embargo, la tratan como si la odiasen: abusan de ella, la torturan, la retienen contra su voluntad. La chica se ve en manos de unos delincuentes sexuales que dicen estar para servirla pero que disfrutan humillándola.
El 7 de junio de 2009, la joven y hermosa actriz Sara Casasnovas salía del Teatro Reina Victoria de Madrid tras participar en una representación de La noche de la iguana. A la puerta del edificio la esperaba un alemán, Arndt Meyer, que la venía acosando desde tiempo atrás. Aquella noche le exigió que le hiciera caso y la chica, como siempre amable y correcta con su público, le dijo que lo que pretendía era imposible. Entonces, Meyer sacó una ballesta de la mochila que llevaba y, según el relato de la actriz, le apuntó a la cara. Ella empezó a gritar, por lo que un amigo se arrojó contra él. El proyectil se desvió y fue a parar a la bocamanga del salvador.
Enseguida detuvieron al agresivo admirador, presunto miembro de un tétrico Fan Club: el que aglutina a los admiradores obsesivos de un famoso.
El fiscal considera que Arndt Meyer merece una pena de doce años y seis meses de prisión. En la mochila que llevaba en la noche de autos, los investigadores encontraron una pistola-ballesta marca Cobra, y otra de una marca menos conocida, una defensa eléctrica, dos aerosoles y una docena de flechas con punta de metal. Según la acusación, Meyer tiene instrucción militar y ha trabajado como segurata durante años. Es decir, que el angelito conoce lo que escuece un spray anti-ataques, los destrozos que causa una flecha en un rostro bonito y el poder paralizante de las corrientes eléctricas.
Arndt andaba obsesionado por Sara, latina, lejana, pero cálida y vivaz, en una serie de televisión y sobre el entarimado del teatro. Sara, que tiene una sonrisa que ilumina, quiso siempre mantener una actitud de respeto y normalidad, pero el presunto acosador no la dejó. La violencia vino, como siempre, cuando la mujer dijo que no.
La pistola era una sorpresa del visitante. Sin embargo, los ángeles custodios, aquella noche, acudieron también al teatro. Sara no quería que le hicieran daño al agresor; buena y guapa como es, tampoco quiere que le paguen indemnización alguna, simplemente que se ocupen de la seguridad.
Los peritos dirán si el presunto está delicado de las meninges. No hizo mucho daño, excepto al brazo vacío de un abrigo, pero alguien capaz de cruzarse media Europa para acabar en la puerta del Reina Victoria amenazando a una de nuestras actrices más prometedoras debe ser juzgado con cuidado. Si se comprueban las imputaciones, que se le castigue con rigor. Y que, además, se difunda la noticia por todos los medios, a ver si así se desanima la tribu convulsa de los fans obsesivos; que dejen en paz a los famosos, a las caras guapas del mundo del espectáculo o a los profesores inteligentes y atrevidos. La belleza y la inteligencia son esplendorosas cuando están libres; cuando cautivas, degeneran rápidamente.