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CRÓNICA NEGRA

Fábula de Rubalcaba y el chaleco antibalas

Así hablaba Rubalcaba: en verdad, en verdad os digo que todo estaba resuelto, que tenía tiempo para ser el ministro portavoz, el ministro consejero, el ministro vicepresidente, el ministro del Interior, el ministro del chaleco antibalas, con manga y sin manga, el ministro campeador. Y va Juan Luis Cebrián y ahora dice que estamos sin Gobierno.


	Así hablaba Rubalcaba: en verdad, en verdad os digo que todo estaba resuelto, que tenía tiempo para ser el ministro portavoz, el ministro consejero, el ministro vicepresidente, el ministro del Interior, el ministro del chaleco antibalas, con manga y sin manga, el ministro campeador. Y va Juan Luis Cebrián y ahora dice que estamos sin Gobierno.

Cebrián lo ha dicho en su importante periódico, que en toda su historia sólo al candidato Rubalcaba ha dedicado seis páginas de entrevista. Al irse Rubalcaba, ZP se ha quedado sin Gobierno. Y Rubalcaba se ha dado un atracón de país.

El caso es que Rubalcaba, como ministro del Interior, no dotó de chalecos antibalas a las fuerzas del orden, por más que se lo pedían, como no dotó de enseñanza a las víctimas de la Logse. La policía española, que necesita asesoramiento y puesta al día, precisa que alguien cambie y amplíe el plan de estudios, para que quienes salgan a la calle sepan algo de la delincuencia, su historia y cosas así, por si se encuentran con un merodeador, un delincuente sexual o un asesino en serie.

El otro día, en el madrileño parque Salvador de Madariaga, entre la mezquita y el tanatorio de la M-30, una pareja de polis se encontró con un nigeriano alto como una montaña que se puso fuera de sí cuando le pidieron que se identificase. La chica poli, que estaba en prácticas, sacó su pistola reglamentaria, pero el tipo alto como una montaña se la arrebató. Menos mal que la joven había hecho uso del consejo de algún colega, porque no llevaba bala en la recámara, con lo que el tipo, aunque disparó, no pudo freírlos a tiros. Pero agarró un cuchillo de los que tiene Arguiñano para el pavo y se lió a cuchilladas con el chico poli, al que levantó el cuero cabelludo y atravesó la paletilla. En el tanatorio dicen que llegó el muchacho chorreando sangre por la cabeza, y la chica en shock.

Entre tanto, apareció otra pareja de polis de reserva. En el forcejeo, también a estos el nigeriano les quitó un arma, y perdió un dedo. Con el arma en perfecto estado, comenzó a disparar; alcanzó a uno de los maderos, que habría pasado a mejor vida si no hubiera sido porque llevaba puesto un chaleco antibalas.

"¡Acierto indiscutible de Rubalcaba!", dirán ustedes. Pues no.

El chaleco se lo había comprado el propio agente. Tal vez por eso era de los buenos, tejido ligero y resistente, capaz de mantenerle con vida luego de recibir un balazo en todo el pecho.

En España, el policía que quiera contar en todo momento con tal protección imprescindible tiene que pagárselo de su bolsillo.

Está comprobado que, desde hace al menos dos décadas, los delincuentes han perdido toda educación y tiran a matar. Resulta una antigualla llevar el arma descargada, sin munición en la recámara o con el seguro puesto. Cuando se entra en acción no debe haber dudas. La poli en prácticas debe de haberlas hecho de tiro y escaqueo. Total, así hablaría Rubalcaba:

Desde fuera del Gobierno, está claro que estos chicos necesitan chaleco. En especial, si van a intervenir en peleas con perturbados, delincuentes o agresores callejeros; o si van a perseguir a mafiosos, a camellos o vendedores de sustancias espirituosas. Es increíble que el Ejecutivo no lo vea. Pero para eso estoy yo, que soy su crítico más leal.

Es de muy mal efecto no asegurar la integridad de cuantos luchan en las calles por nuestra tranquilidad, por lo que sería conveniente comprar chalecos antibalas a los policías antes de que vuelva Rubalcaba.

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