Tiene Halden Fengsel habitaciones de diseño, como un hotel de lujo, con muebles especialmente pensados para cada rincón. De las paredes penden las pantallas de plasma, y las salas están iluminadas en función de su utilidad. Hay ambientes para charlar, ver la televisión y relajarse. Entre los empleados hay mujeres, porque los noruegos han descubierto que eso alivia las tensiones.
Noruega es un pueblo dormido donde un asesino como el nazi Breivik puede tirarse hora y media asesinando jóvenes del partido laborista en una isla mientras la policía busca un modo de sacudirse el sopor. Intentaron llegar por barco, pero los que había hacían agua; y en helicóptero, pero la base estaba al otro lado del país. El asesino disparaba mientras tanto, sorprendido porque nadie le mandaba parar.
Noruega es un oso dormido, un dormilón alimentado de ramas de eucalipto, un perezoso echándose una siesta de verdura. Noruega era una isla de cadáveres y de presuntos cadáveres, llena de analistas capaces de explicarte por qué las bombas nazis de Oslo eran en realidad protestas de la Yihad islámica y cómo Al Qaeda se ocultaba entre los ojos de este tipo racista y cruel que mataba niños para desayunar.
Noruega es un país dormido despierto de una sacudida explosiva, un zombi recuperado por un ritual de vudú, un drogadicto atravesado por un rayo.
El asesino rubio, que se viste de macho con un fusil con mira telescópica en internet, andaba loco porque le arrebataran el arma, harto de tanto matar. Los cachorros del partido en el Gobierno habían sido la comida del tigre. Un tigre que mataba sin apetito. Un reguero de cadáveres llenaba la isla de dolor. Ven, pum, que tengo información de lo de Oslo. Pum.
Noruega posa de sociedad llena de equilibrio, civilizada, tranquila, preocupada por la justicia y la paz. Hace cárceles que son residencias de lujo, donde los grandes asesinos pueden fiarse de los carceleros para que les vigilen el suflé. Prácticamente en cada piso tienen una cocina, y pueden hacer de cocineros o recibir clases para serlo ellos. Pueden distraerse y aprender, porque Noruega apuesta no por el castigo sino por la reinserción.
Dicen que a Halden Fengsel irá a parar Breivik. Si se confirma, el nazi noruego podrá regalarse la vista con la abundante población femenina, la mitad de los guardias son mujeres en esa cárcel de hombres; porque las mujeres, según los expertos en instituciones penitenciarias, crean un entorno menos agresivo. Si tiene alguna queja por las lujosas instalaciones y el trato exquisito, podrá protestar en los cuestionarios que pondrán a su disposición.
¡Estos noruegos están locos! ¿Apuestan por la reinserción? ¡La reinserción no es posible para alguien que ha matado 76 veces! Hay que ser corto para no darse cuenta. Breivik es un monstruo criminal que podrá jugar con los guardias en el patio pero jamás podrá esquivar al fantasma de la muerte. Con los otros 251 reclusos, podrá cantar y contar, pero será el peor de todos.
Breivik en su celda, con televisor y frigorífico, disfrutará de los muebles de diseño, de la luz de las ventanas sin barrotes, pero le dolerá para siempre el callo que ha hecho en el dedo de tanto apretar el gatillo. En esa prisión que ha costado doscientos millones de euros, ni siquiera la música rockera del estudio de grabación –porque Halden Fengsel también tiene estudio de grabación– podrá apagar el ruido de los disparos en su mente. Qué lugar, esta cárcel de ocho bloques que ha sido diseñada para que los monstruos se sientan libres y sin pecado.