La tesis es sencilla: si la homeopatía realmente cura (como dicen sus seguidores), si alberga algún principio activo que reacciona con nuestro organismo para aliviarlo, la sobredosis deberá producir efectos secundarios. A nadie se le ocurre ingerir varias cajas de barbitúricos, analgésicos o antibióticos, a menos que quiera morir en el intento.
Los organizadores de este acontecimiento internacional saben a ciencia cierta que el consumo masivo de remedios homeopáticos no producirá mal alguno porque dentro de esas pastillas, sencillamente, no hay nada. El acontecimiento ha sido bautizado como 1.023 y pretende que se cometan 1.023 suicidios, en 10 países y 23 ciudades. Los numeritos no han sido elegidos al azar, proceden del conocido como número de Avogadro, una constante en la química que determina el número de moléculas existente en un mol de cualquier sustancia. Siguiendo está fórmula científica podemos determinar, por ejemplo, la cantidad de vino que queda si vertemos una gota de tinto en un vaso de agua, y luego ese vaso en otro, y luego en otro... Cumplidas una serie de diluciones, es imposible encontrar rastro alguno del vino original.
Los defensores de la homeopatía hacen lo mismo con las sustancias que creen curativas. Las diluyen una y mil veces en agua y luego pretenden que el líquido ha conservado memoria del principio activo que un día pasó por él.
Un somero repaso a la literatura científica demuestra que, en contra de lo que los defensores de esta práctica pseudomédica creen, la homeopatía no ha sido condenada al ostracismo de la investigación. Basta buscar en los archivos de, por ejemplo, los Institutos Nacionales de la Salud de Estados Unidos para hallar más de 4.000 estudios sobre la eficacia de la homeopatía. Ninguno muestra datos favorables a esta práctica. No, no es que la homeopatía haya sido olvidada por oscuros intereses farmacéuticos: es que cuando se ha estudiado se ha demostrado que no sirve para nada.
Aún así, los compuestos homeopáticos se siguen vendiendo a mansalva en las farmacias. Primero, "porque la gente los compra", como contestó un responsable de la industria homeopática a la Comisión Parlamentaria británica que recientemente ha estudiado el caso de la homeopatía en aquel país. Segundo, porque, precisamente por no ser curativos, tampoco son dañinos. Son tan inocuos (o sea, tan inútiles), que pueden ser vendidos sin una confirmación sanitaria expresa. De hecho, según la legislación española al respecto, son los únicos preparados con intención médica que pueden ser autorizados sin necesidad de demostrar clínicamente su eficacia. Es más, en los últimos 17 años (en los que las farmacias se han llenado de este tipo de falsas medicinas) la Agencia Española del Medicamento no ha recibido solicitud de autorización de un solo preparado homeopático... No hace falta, se venden sin ella. ¿Consumiría usted antibióticos si supiera que en dos décadas ninguno ha recibido el visto bueno de los organismos médicos responsables de nuestra seguridad?
Puede pensarse que, ya que no contienen nada, no hacen daño y, por tanto, no hay nada de malo en que se vendan. Pero lo cierto es que cada vez hay más consumidores que, al calor de las poderosas campañas de presión de la industria homeopática, empiezan a sustituir sus medicaciones habituales por este tipo de tratamientos.
Además, hay otro argumento que nos afecta más a todos.
Hace poco, en el Parlamento británico se debatió vivamente sobre el asunto. Una comisión dictaminó que no existe evidencia alguna de eficacia de la homeopatía, más allá del mero efecto placebo, y que, por lo tanto, no se justifica que reciba financiación pública de ningún tipo. Como consecuencia, se recomendó que la homeopatía fuera eliminada de los programas de sanidad pública nacionales.
Esa decisión viene ahora más a cuento que nunca. La semana pasada se presentó a bombo y platillo la plataforma Semefarte (Sociedad Española de Terapias Emergentes), y se hizo en la sede del Instituto Homeopático de Madrid, un bello palacete del centro de la capital. La sociedad es todo un lobby de promoción de innumerables terapias alternativas sin aval científico. Y el edificio que le dio cobijo ha sido remodelado gracias al entusiasta apoyo de la Comunidad de Madrid.
Sí, entre 2006 y 2009 la Dirección General de Patrimonio Histórico, la Consejería de Cultura, la Portavocía del Gobierno y la Vicepresidencia de la Comunidad sufragaron las obras de restauración del centro, que en su última fase costaron 2.400.000 euros. En el catálogo de promoción de esta inversión, el Gobierno de Madrid no duda en calificar la homeopatía como "un método terapéutico que restablece la salud mediante la administración de medicamentos seleccionados individualmente según la ley de los semejantes". Es más, se llega a afirmar (recordemos que es un texto firmado por la Comunidad de Madrid) que el tratamiento homeopático está "indicado para cualquier enfermedad y en cualquier época de la vida".
Como es lógico, los defensores de la pseudomedicina han tardado poco en exhibir este documento como un evidente aval oficial del Gobierno de Esperanza Aguirre a sus prácticas. No es de extrañar, porque, la propia página web de Semefarte permite descargarse un vídeo en el que la mismísima presidenta inaugura la nueva sede del Instituto Homeopático con estas palabras:
Este Instituto Homeopático, reabierto para quien quiera visitarlo o consultar sus excepcionales fondos, va a ser un museo vivo, en el que se divulgarán y debatirán asuntos médicos y terapéuticos.
Tras calificar al edificio restaurado como un "centro de referencia nacional en la divulgación científica", doña Esperanza no dudó en afirmar: "Con dosis ínfimas de las sustancias que producen una enfermedad, la enfermedad se cura".
La Comunidad de Madrid ha realizado un considerable esfuerzo, bajo la presidencia de Aguirre, por modernizar y ampliar su red sanitaria. La decisión de instaurar la libre elección de médico ha sido ampliamente aplaudida por organizaciones de médicos y de pacientes. Hace un año, la propia presidenta comunicaba en público su deseo de que Madrid sea un referente mundial en temas de ciencia e innovación. Todo ello es profundamente incompatible con el espaldarazo público a las falsas medicinas, que, por cierto, tienen su eco permanente en una televisión como Telemadrid, que, día sí, día no da voz a chamanes, astrólogos, curanderos y cartomantes varios.
Por cierto, el mismo año en el que la Comunidad entregaba sus más de dos millones de euros al hospital homeopático era cancelada la feria Madrid por la Ciencia (una cita ya veterana que reunía anualmente a miles de madrileños con nuestros mejores científicos) por falta de fondos.