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CRÓNICA NEGRA

El violador Don Tomás

Dos mujeres atacadas –y una de ellas víctima de intento de asesinato– por Tomás Pardo Caro, el violador de Martorell, han sido sometidas inexplicablemente a un periodo extraordinario de ansiedad y terror. Y es que se dejó en la calle por un error increíble al entonces presunto, ahora condenado a 26 años de prisión. Detrás de esto subyace una verdad, delatada por los detalles, del diferente y perjudicial trato de la justicia, en este caso, a las mujeres y al violador.

Dos mujeres atacadas –y una de ellas víctima de intento de asesinato– por Tomás Pardo Caro, el violador de Martorell, han sido sometidas inexplicablemente a un periodo extraordinario de ansiedad y terror. Y es que se dejó en la calle por un error increíble al entonces presunto, ahora condenado a 26 años de prisión. Detrás de esto subyace una verdad, delatada por los detalles, del diferente y perjudicial trato de la justicia, en este caso, a las mujeres y al violador.
BAJO INJUSTICIA JUSTICIA (Sandra Chaar, 2000).
Para empezar, hay que destacar que la sentencia de la Audiencia de Barcelona que le condena le concede, a la vez, la merced de tratarle, de principio a fin, con el título de "Don". Desde ahora, "Don Tomás, el violador" le disputa a Don Nilo Aurelio el privilegio de ser el único criminal de la historia que jamás perdió el "don", como puede leerse en mi libro Crónica de la España negra. Los 50 crímenes más famosos, publicado por Espasa.
 
Nuestro país se convierte, así, en un territorio donde a un agresor sexual se le tiene gran respeto. Ya era famoso por la enorme cantidad de delitos contra mujeres y por la escasa eficacia para reducir su frecuencia, pero ahora se añade algo más de dolor a las víctimas. Lo cierto es que no es frecuente tanto remilgo con los procesados. Además, un violador no debería ser "señor Don", ni siquiera cuando es presunto. Por otro lado, se da la circunstancia de que, en la causa que nos ocupa, cuando se redacta el veredicto se tiene constancia de que es culpable, por lo que se le sobrevalora injustamente de cara a la sociedad.
 
La mayoría de las sentencias marcan la diferencia al tratar de "Don" a los magistrados – entre otras cosas, para diferenciarlos de los violadores–, y también a procuradores y abogados; al justiciable, de hábito, sólo se le menciona con el nombre, que nada le quita o añade.
 
Previamente, a este violador le pusieron sorprendentemente en libertad, porque no se prorrogó debidamente la prisión. El asunto creció hasta el estupor cuando se supo que ni aun condenado habría forma de obligarle a volver a la cárcel. Esto llevó el terror y la angustia a las víctimas, que debieron vivir con escolta. Finalmente, cuando el criminal volvió a la cárcel y se resolvió el problema, de forma tan incomprensible como se había creado, se tuvo conocimiento de que hay un voto en contra de que el violador entre de nuevo en prisión hasta que la sentencia sea firme, emitido nada menos que por el propio presidente del tribunal, S. Sª Iltma. Don Pedro Martín, que es ponente de la sentencia y presumible redactor de la misma.
 
El Consejo del Poder Judicial abrió una investigación sobre la actuación de los magistrados actuantes que concluye que todo se debió a un error informático, porque donde debía decir que el acusado ingresó como preso el 31 de octubre de 2002 decía que lo hizo un año después, y por tanto se pasó, sin advertir, el plazo máximo de prisión preventiva. Los jueces decidieron entonces paliar los efectos con la celebración inmediata de la vista oral y el dictado de medidas cautelares contra el procesado y de protección para las víctimas. Para el Poder Judicial, todo esto supone "una disfunción en el funcionamiento de la Administración de Justicia como servicio público", aunque "no es debido a una conducta descuidada o desatenta de los jueces que componen este tribunal".
 
La víctima más perjudicada, Lucía M., que ha tenido el coraje de asumir los hechos de una forma ejemplar –pensando, acertadamente, que en ser violada tienes tanta culpa como en que te atropelle un autobús mientras cruzas un paso cebra, y que si alguien debe avergonzarse y bajar la mirada cuando se habla de agresión sexual debe ser siempre el violador–, tuvo también el valor de contarlo, a cara descubierta, en los medios de comunicación, denunciando que el acusado fue condenado a una ridícula indemnización de sólo 6.000 euros (un millón de las antiguas pesetas), después de haberla violado y abandonado en un hoyo, dándola por muerta.
 
Donde la cosa adquiere tintes dramáticos es en la sentencia, que informa de que "Don Tomás [el violador] (...) con ánimo de obtener un enriquecimiento ilícito, siguió con su vehículo al de Doña M.M.", su primera víctima, "abordándola cuando la mujer aparcó (...) maniobra que realizó para comprobar la reacción de Don Tomás (...)".
 
Se preguntarán: ¿es posible que, con lo dicho, no se le apeara del tratamiento inadecuado? Pues se mantiene, incluso cuando le pega: "(...) resistiéndose la mujer, quien continuaba profiriendo gritos de auxilio, siendo golpeada por Don Tomás". A la joven le quedaron lesiones y secuelas de neurosis postraumática que le impiden conciliar el sueño.
 
Sigue la sentencia: "El mismo día 31 de octubre de 2002, sobre las 6,30 horas, Don Tomás Pardo (...) abordó en una calle a Doña L.M., conminándola mediante la colocación de una navaja en el cuello a que se introdujera en su vehículo, dirigiéndose seguidamente a un paraje (...) atándola a un árbol y tras cortar la camiseta y el sujetador con la navaja le quitó los pantalones y las bragas, intentando penetrarla (...) sin conseguirlo, por no alcanzar la erección (...)".
 
Personalmente, a estas alturas hace rato que al violador le he apeado del tratamiento, diciéndole sólo Tomás, y cosas peores. Pero la sentencia continúa: "Don Tomás desató a Doña L.M., clavándole en un momento dado la navaja en el cuello (...) cayendo la mujer al suelo y dándose a la fuga el procesado".

Dirán ustedes –cosa que debe admitirse como cierta– que en el escrito se trata con igual respeto, "don" y "doña", a verdugo y víctima, pero la diferencia está en que ella no merece que se la iguale al delincuente. ¿Puede decirse que en tanta consideración con el violador está la raíz de un grave problema? ¿Qué le pasa a la justicia?

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