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VUESTRO SEXO, HIJOS MÍOS

El semen prodigioso

Copulantes benignos en extremo: Un encanto de persona conocida por Dagny Taggart ha colgado una cosa fascinante en el club de fans de Remedios Morales (esa soy yo).


	Copulantes benignos en extremo: Un encanto de persona conocida por Dagny Taggart ha colgado una cosa fascinante en el club de fans de Remedios Morales (esa soy yo).

Parece que la revista Popular Science entrevistó a un investigador que atiende por Gordon Gallup Jr., responsable de perpetrar, en compañía de otros, un estudio para la State University de Nueva York en 2002. Este buen señor declaró que, según el estudio, las mujeres que mantienen relaciones sexuales sin preservativo y tienen contacto directo con el semen son menos propensas a la depresión. Y explicaba que eso es así porque el semen contiene una mezcla de testosterona, estrógenos, oxitocina y otras hormonas que son las responsables de tanto bienestar psicológico.

Al margen de que todo el cóctel hormonal que menciona lo tienen las mujeres en abundancia sin necesidad de esas benéficas aportaciones, me encanta cuando dice que estas sustancias son algo así como adictivas porque las mujeres que entran en contacto con el semen "vuelven por más". Insinuaba, incluso, que las que tienen relaciones estables sin protección estarían recurriendo a una especie de automedicación. A ver si van a empezar a asaltar los bancos de semen, las muy brutas.

Por su parte, otra revista estadounidense, llamada Woman, publicó un estudio realizado por investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte en el que se dice que las mujeres que consumen –o sea, tragan– a menudo el semen de sus parejas tienen un 40% menos de probabilidades de desarrollar un cáncer. La revista incluye una entrevista con la doctora Helenna Shifteer, que asegura que el semen tiene propiedades medicinales y que por eso ella misma traga a base de bien. Además, anima a todas las mujeres a que conviertan la felación –ingiriendo– en "la rutina más importante de su vida diaria". Esta última frase es tan refocilante que, por sí misma, y sin ánimo de ofender, convierte a la doctora Shifteer en mi tonta del culete favorita.

Un ganso persuasivo y genial que se hace llamar Tito de Florida comenta en internet:

Por eso yo siempre le digo, tómate la lechita, mamita, que te va a hacer bien.

Es sabido que sobre gustos no hay nada escrito, y da igual si "el sexo sólo es sucio si no se lava" –como dice Madonna– o si "el sexo sólo es bueno si es sucio" –como dice Woody Allen–, pero, tal como están las cosas, aquí la mugre es lo de menos; el mayor inconveniente de esta terapia es correr el riesgo de pillar una enfermedad de transmisión sexual que haga peor el remedio que la enfermedad.

Cuando me enteré de estos estudios enseguida pensé: ¡oh, vaya, qué lástima!, es demasiado tarde para mi tía Maravillas Morales de la Côtelette, que todo lo curaba echándose al cuerpo un lingotazo de la petite bouteille de agua de Lourdes acompañado de unas aspersiones de anisete (¿o era al revés?). Tal vez hubiera debido cambiar de terapia y, ya que presumía de ser medio francesa, haber practicado el francés o el medio-francés: seguro que todavía seguiría entre nosotros, fumando sus dos cajetillas diarias.

Lo segundo que pensé fue que el culto al pene es pertinaz y resurge de vez en cuando bajo distintas advocaciones. Esta escuela de pensamiento que concibe el semen como una pócima milagrosa sólo es la continuación de una vieja creencia histórica, de la que ya os he hablado otras veces, que afirma que el semen es muy valioso y necesario para las mujeres, y que éstas sienten una avidez instintiva por él. Y ahora mismo recuerdo que en los años setenta el culto resurgió con un eslogan dirigido a las chicas y que decía: "La virginidad produce cáncer: vacúnate". Lo curioso del caso es que mucha gente estaba convencida de que era cierto, y sin embargo es justamente lo contrario.

Afortunadamente, ahora se vacuna a todas las chicas contra posibles infecciones causadas por el virus del papiloma, que transmite el pene durante el coito y que es inofensivo para ellos pero causa cáncer de cuello de útero a las mujeres.

Estas quimeras acerca del semen y del pene representan el sueño utópico de muchos varones que no se conforman con pasarlo bien sin darle más vueltas al asunto, sino que se aferran a la coartada sanitaria y experimentan algo así como un afán nutricio y saludador. Sienten que su pene es una entidad benéfica que merece el fervor del sexo opuesto. Me atrevo a opinar que una de las fantasías sexuales masculinas más populares consiste en verse acosado por una horda de fornicadoras y feladoras –muy hábiles, si es posible– a las que el varón se ve forzado a entregar abnegadamente todo su licor de la vida a fin de sofocar la gula de tanta pedigüeña, hasta quedar exhausto pero con la satisfacción del deber cumplido.

Hay caballeros que son como una ONG y están deseosos de hacer alardes de filantropía, así que todo encajaría a la perfección si fuera posible que, a su vez, las mujeres se beneficiaran de algún modo practicando felaciones como ocurría, sin ir más lejos, con la protagonista de aquella vieja película pornográfica que se titulaba Garganta Profunda y trataba de una maciza que tenía el clítoris en la campanilla. He de decir que la felación es una práctica sexual que se ha generalizado hace poco tiempo, y por eso la película tuvo en su día una fuerte repercusión en las inocentes parejas que llevaban una vida sexual tranquila y rutinaria. A los maridos se les despertaron ocultos anhelos, llamaron sosas a sus mujeres y muchas madres de familia aprendieron a hacer lo que antes hacían sólo las profesionales.

Creo que sería estupendo que los varones y sus penes fueran cual sabrosas dádivas, apetitosas y medicinales. Seguro que a las chicas malas les encantaría que la bragueta se pareciese a la casita de chocolate, el pene a un chupa-chups y las pelotillas a un par de polvorones. Ni que decir tiene que el semen debería tener propiedades milagrosas y también parecerse al maná, que dicen que a cada cual le sabía como su manjar favorito. Y, sobre todo, que el clítoris estuviera en la campanilla y así, llegado el momento, tilín, tolón.

Podría pensarse que un efecto no buscado de tanta gloria sería la abundancia de hombres objeto... de no ser porque lo impediría un segundo efecto no buscado. ¿Cuál? Pues que hace tiempo que se habría extinguido la especie. La evolución tuvo cuidado de apartar el pene de los agujeros equivocados y de perfeccionar el agujero acertado, porque ahí es donde se hacen los bebés.

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