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NOVEDAD EDITORIAL

El raro extravío del viajante Eterio...

Brotó del cuarto cerrado ese olor a naftalina que apolilla la textura de lustros vacíos. Había tenido buena noche pero le sobrevino, sin saber cómo ni por qué, un horrible amanecer. El agua se enturbió a eso de media mañana, no pudo aguantar más y dejó que todo siguiera su rumbo en aquel laberinto sin salida. No sabía si echarse otra vez a dormir y despertar al cuarto día o tirarse a la calle, a la carretera, al mundo, al aire envenenado de las moreras y los evónimos recién plantados por los empleados del Ayuntamiento.

Brotó del cuarto cerrado ese olor a naftalina que apolilla la textura de lustros vacíos. Había tenido buena noche pero le sobrevino, sin saber cómo ni por qué, un horrible amanecer. El agua se enturbió a eso de media mañana, no pudo aguantar más y dejó que todo siguiera su rumbo en aquel laberinto sin salida. No sabía si echarse otra vez a dormir y despertar al cuarto día o tirarse a la calle, a la carretera, al mundo, al aire envenenado de las moreras y los evónimos recién plantados por los empleados del Ayuntamiento.
Asomado a la ventana, golpeando el alféizar con el puño cerrado, palpitándole la ira en las venas rojas de la cara, la vio salir del portal y desleírse como un terrón de arcilla en el torrente desbaratado de la ciudad.
 
Se quedó mirando a la multitud que la engullía sin dejar rastro, mientras desmenuzaba la aguaza verde del chicle para no pensar que estaban otra vez en lo mismo, que no había remedio, que lo suyo con Tiqui Las no podía prosperar ni llegar a puerto alguno que se preciara. Pegado a la ventana sucia del polvo, de la lluvia, de los residuos de la circulación, vio el coche aparcado bajo las copas de la avenida y pensó que lo mejor era ponerse en camino cuanto antes.
 
Cuando la perdió de vista, bajó a la calle, metió la cabeza en el maletero, hurgó en los maletones llenos de cajas meticulosamente ordenadas el día antes, lo cerró de golpe, dio con el puño en el capot y se sentó al volante, desalentado. Giró la llave de contacto, tiró el chicle en el cenicero, desenvolvió otra tableta y se puso a masticar con ansia mientras metía en la guantera la nota de un teléfono escrito con tinta verde que llevaba por allí rodando semanas. Tenía que decidirse a llamar, a lo mejor era una oportunidad. Tenía tantas cosas que hacer. Pero había días que todo se ponía del revés desde el principio y no hay tu tía. El sabor a menta y el dulzor inicial le resultaba agradable, pero luego se le adormecían las mandíbulas de tanto masticar y llegaba a darle vómitos aquella goma verde de sustancia indefinida. Aceleró para colarse en el fluir estrepitoso de vehículos que venía de más allá de Villaverde, pero antes de meter la tercera tuvo que detenerse en un semáforo. La vida estaba hecha de sustancias indefinidas que se iban degradando como el chicle. La propia existencia no era más que una goma de mascar que había que terminar escupiendo. Lo malo es que no había recambio. Qué tonterías te da por pensar, Eterio, la vida es una tarta deliciosa que se va tomando en pequeñas porciones. Hasta que uno se acaba hartando. Encendió la radio. Aún dudaba si emprender el viaje o dejarlo para después del largo fin de semana que se avecinaba. Al saltar la luz verde, se dejó llevar y ya no pudo volver atrás. Adiós ilusión, bye-bye lujuria, buenas tardes aventura.
 
El tráfico era cada vez más intenso. Tenía que haber salido el jueves por la tarde, pero apareció Tiqui Las pidiendo guerra como un bollo de pastelería fina, para comérsela, y así no hay quien pueda. Resultó que doña Fredes había ido a visitar a su hermana Dosi, y Tiqui Las había aprovechado para dejarse caer por el apartamento con ganas de quedarse a dormir. Al parecer había tenido que buscar una excusa convincente para dejar tranquilo a Viti, el hermano. Que si tenía que terminar un trabajo para la oficina con su amiga Aure antes del viernes y no le quedaba otro remedio que hacer horas extras o algo por el estilo. Lo que hay que invocar para pasar la noche fuera de casa. Y total para nada, para acabar como siempre. En realidad tampoco era imprescindible viajar hoy. Podía hablar con Carballo, el de ventas, y esperar a que pasara el puente del Pilar. Con salir el lunes a última hora y estar allí el martes para la apertura del comercio sería suficiente. La autovía, recién inaugurados los últimos tramos, hacía del viaje un paseo. Pero no le apetecía quedarse, después de la pelea. Necesitaba perder de vista la ciudad, al menos por unos días. Madrid le asfixiaba. Era como si le hubiera asaltado de pronto la necesidad de exhibir ante el engominado Xoan Doval el arte de vender ropa interior femenina en su propio feudo de La Coruña. Como si un raro impulso le reclamara desde el fondo verde de un agua de iguanas la urgencia de la aventura. Como si el eco aguanoso de una xana encantada le estuviera susurrando desde el fondo de un bosque de musgos y líquenes, "Eterio, Eterio, ven, te espero". No tenía remedio. Adiós mentira, arrivederci lascivia, muy buenas utopía.
 
No era la primera vez que emprendía viaje sin rumbo y sin horario. Ahora lo que necesitaba era poner tierra de por medio para considerar la situación con calma y perspectiva. No sabía si dejar que lo de Tiqui Las siguiera su curso natural hasta acabar consumido por inanición o ponerle fin de manera drástica y definitiva. De todas formas, terminaría mal. Cada encuentro inauguraba una locura sin confines en el cuarto pasablemente acogedor de su apartamento alquilado al sur de la Arganzuela, sí, pero enseguida derivaba hacia lo inevitable para concluir en uno de esos ataques de histeria con que esperamos despedazar al otro y vencer así las frustraciones sedimentadas como un poso envenenado en el fondo de nosotros mismos. Asomado al borde de lo humanamente soportable, acababa recalando en algún tugurio de mala muerte, casi siempre El Manchego, donde la bilis encendida iba poco a poco cediendo a la melancolía que se abría camino en cada vaso de Valdepeñas, que para ahogar las penas un peleón, eso sí, un buen peleón, era más que suficiente. Hola tristeza, adiós esperanza, bienvenido peligro.
 
Entró en la rotonda distraído y un Renault azul le pasó rozando el costado. Vio los gestos airados del conductor, pero no le hizo caso. No se dejaba atrapar tan fácil por las contingencias belicosas, al fin y al cabo transitorias, del tráfico, sobre todo desde que le vio las orejas al lobo no hacía tanto. Le sobrepasó por el carril de la derecha un Zafira rojo colmado de niños desvergonzados que le hacían burlas con ojos desorbitados, la nariz achatada contra el cristal. El padre llevaba camisa azulona con corbata amarilla; la madre, blusa blanca de encajes. Dibujó un saludo con la mano. Luego se arrepintió, porque empezaron a alborotar y a hacer gestos que al principio rió y luego le incomodaron lo suyo. El conductor de un Toledo blanco sonreía a su lado. Los hay que no saben qué hacer para abrir ventanas y olisquear la vida ajena. A estos niños de hoy les das los buenos días y se te quedan con la cartera. Hay que ver. Dejó la estela del Zafira antes de llegar al estadio. Movió el dial sin perder de vista a los que iban delante. Fue una tarde que venía de Asturias. Se había distraído mirando a una barbi insinuante y descarada, había que verla calle abajo, faldita corta y negra, zapatos altos, cintura para condenarse al fuego de Pedro Botero toda la eternidad, y rozó apenas el parachoques de un Ford Fiesta decrépito. El conductor se apeó hecho un basilisco, abrió la portezuela y le cogió por el cuello. Llegó a empuñar la barra inmovilizadora que llevaba bajo el asiento, pero recordó a Elesio Antuñano, un amigo que se pudría en la cárcel por disparar a bocajarro a un conductor tras un choque fortuito en un atasco, y eso le contuvo. Desde entonces la guardaba en el maletero para no caer en la tentación y se esforzaba en ignorar a los cada vez más desquiciados del volante que no dejan de acelerar en los semáforos, que no pueden ver a nadie delante sin que les sacuda una descarga de adrenalina imprevisible, que ponen el grito en el cielo si les tocan la pintura y reclaman en cambio bula para cualquier desmán, que se creen con cédula de corso para circular como les sale de los caulículos pensando que los demás están para ponerles la alfombra, que apelan al coche como instrumento para la humillación del otro. Que. Que. Tranquilo, Eterio, que te embalas, hola y bienvenida, santa tranquilidad, prudente flema británica, tampoco es para ponerse así, si es que te enciendes como gasolina al fuego, hay que ver el día que llevas, eh. Ahora tenía la barra lejos de la ira, bajo los maletones repletos de cajas de sujetadores Bienteverás, el elástico que se pega al cuerpo, resalta el busto y da una figura irresistible, braguitas White Cotton sin puntillas ni costuras, hechas de un material de alta tecnología que evita la humedad con una eficacia pasmosa, virtualmente invisibles cuando se llevan con las prendas más ajustadas, y complementos de moda interior femenina Minibody Blue, de un glamour que te mueres, señora, qué le parece, Eterio, majo, tranquilízate un poco, hola impudicia, bienvenido regodeo, buenas concupiscencia. Últimamente ya no la usaba, porque era incómodo tener que sacarla del maletero cada vez que dejaba el coche aparcado. Hasta que se lo robaran, y entonces lo iba a lamentar. En realidad se había olvidado de la barra, como le había pasado con los guantes de conducir que le había regalado Tiqui Las con el primer sueldo de oficinista o el extintor que seguramente le habían extraviado en algún garaje.
 
Cogió la avenida y cambió de carril para sobrepasar a un indeciso. De buena gana le metía una pitada entre oreja y oreja para que espabilara, el muy pasmado. Le estaban dando ganas de hacerle una butifarra catalana por la ventanilla. Hay gente que va por la vida que ni se entera. Lo que hay que ver. Pasado el Arco de la Victoria, los carriles iban a reventar. No se explicaba cómo podía soportar la avalancha un día sí y otro también. Dejaba atrás la zona residencial y las edificaciones último diseño con letreros de las grandes firmas que copaban la publicidad. Iba maldiciendo entre dientes, mientras le daba con desesperación al dial, la boca llena de aguaza verde. Eran cerca de las dos. Buscó las noticias de Radio Nacional.
 
Industria reitera que no habrá trato particular para ninguna zona minera del Norte. La directora general de Minas, Verónica Candín, declaró que algunas comarcas mineras están condenadas inexorablemente a una pérdida drástica de empleo, actividad y población, si no se adoptan medidas para promover su desarrollo alternativo, ya que su futuro no puede estar basado en el carbón. La directora sostuvo en el simposio del Club de la Minería que es imprescindible dotar a las zonas afectadas de buenas infraestructuras, mejorar la formación de los trabajadores y estimular la iniciativa empresarial. El noventa por ciento de la población de riesgo se ha vacunado ya contra la meningitis. La oposición acusa al ministro de Economía y Hacienda de diseñar unas cuentas para los que viven bien. La Ertzaintza ha desarticulado un comando no fichado de ETA que actuaba en Vitoria y la zona vizcaína del Duranguesado. Sucesos. Encontrados nueve cadáveres de inmigrantes en varios puntos de una playa de Cádiz. Los marroquíes cruzaban el Estrecho en patera. Efectivos de la Guardia Civil y de Salvamento Marítimo han localizado a lo largo del día en distintos puntos de la playa El Cañuelo de Tarifa un total de nueve cadáveres que podrían pertenecer a una expedición de inmigrantes marroquíes que cruzaron el estrecho a bordo de una patera. De los nueve cadáveres descubiertos, flotando en el Estrecho, únicamente se ha podido rescatar a dos. Los otros siete cuerpos, detectados en una zona rocosa y de difícil acceso, situada a unos doscientos metros de donde se encontró la patera, continúan sin poder ser rescatados del agua, a pesar de los esfuerzos que tanto la Guardia Civil como Salvamento Marítimo han realizado durante toda la jornada. La primera noticia se produjo sobre las siete horas, cuando agentes de la Guardia Civil localizaron los cuerpos sin vida de dos personas, al lado de una patera de siete metros de eslora que estaba varada en la playa de El Cañuelo, situada en el paraje conocido como Punta Caraminal, al sur de Zahara de los Atunes. Los únicos datos que se conocen sobre la identidad de estas personas son que tienen rasgos magrebíes, que son varones y que tienen una edad entre veinticinco y treinta años. Los funcionarios descubrieron al lado de la patera numerosas huellas de pisadas en la arena, lo que avaló la hipótesis de que se trataba de un desembarco masivo de inmigrantes ilegales. Posteriormente el helicóptero Helimer Andalucía, de Salvamento, localizó los cuerpos de otras cinco víctimas en una zona próxima pero de difícil acceso debido a las rocas y el fuerte oleaje.
 
Le vino a la memoria la reciente rotura de la línea fronteriza en Melilla, el desbordamiento de la guardia de frontera y la penetración en tromba de medio centenar de subsaharianos que se habían hecho invisibles en el interior de la ciudad. Vienen tantos, pensó, que algún día van a desaparecer los bosques de tanto construir pateras. De hecho, se estaban enviando camiones de madera a Marruecos con ese fin. Tiene bemoles la cosa, eh, Eterio, majo. El mundo está que se desmorona. Pero la paradoja es que un billete de avión de Melilla a Madrid cuesta poco más de diez mil pesetas, sesenta euros del ala, y un mal rincón en una patera, que no asegura sino un viaje seguro al fondo del océano, sale por más de cien mil. Cosas de la vida civilizada, Eterio, es así y no vas a cambiarla tú, maldita sea la miseria, la inmigración, las fronteras y la lucha por la subsistencia. Sorteaba como podía el tráfico, pendiente del parte meteorológico y del asalto inoportuno de ideas peregrinas.
 
Cielo muy nuboso con chubascos de origen tormentoso en el noroeste. Los bárbaros estaban al acecho al otro lado de la frontera del Rhin y del Danubio. Por la tarde, alternarán nubes y claros. En el resto, intervalos nubosos. La Galia se vio recorrida por bandas de ladrones que cometían todo tipo de tropelías. Brumas matinales. Bretaña caía en manos de pittios y scotios, los bárbaros del norte. Las temperaturas se mantendrán, con tendencia al descenso. Las provincias de África habían llamado a los mauritanos. Los vientos soplarán del sureste, flojos. Valentiniano tuvo que emplearse a fondo contra los germanos, los enemigos más formidables del Imperio. Nada más, que disfruten de un magnífico puente festivo. Los quadios de la Moravia habían invadido la Pannonia y la Iliria, entregándose al saqueo. Ah, y tengan cuidado con la carretera. El mundo conocido se estaba viniendo abajo. Esperamos tenerles a todos ustedes al regreso, sintonizando Radio Nacional de España.
 
"Gracias por el aviso, guapina".
 
 
NOTA: Este texto es un fragmento del primer capítulo de EL RARO EXTRAVÍO DEL VIAJANTE ETERIO EN EL PINAR DE XAUDELLA, de ANDRÉS MARTÍNEZ ORIA, que acaba de publicar la editorial Akrón.
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