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CÓMO ESTÁ EL PATIO

El 'proceso de paz' de Obama

Ben Laden ha sido un personaje cuyos excesos siempre ha disculpado la izquierda, especialmente la europea, no en vano la cosmovisión del líder terrorista y la de los progres a la violeta de nuestro entorno coinciden en dos aspectos esenciales.


	Ben Laden ha sido un personaje cuyos excesos siempre ha disculpado la izquierda, especialmente la europea, no en vano la cosmovisión del líder terrorista y la de los progres a la violeta de nuestro entorno coinciden en dos aspectos esenciales.

El matarife saudí quería acabar con el imperio norteamericano y de paso rebanar el pescuezo al mayor número de infieles posible, mientras que nuestros socialistas de todos los partidos odian a los yanquis y en igual medida a los cristianos. Es evidente que Ben Laden era un personaje que por fuerza tenía que resultarles simpático.

Pero el tío la ha palmado y además de forma poco honrosa, porque ni siquiera fue capaz de inmolarse llevándose por delante a un par de atacantes, seguramente todos ellos fieles piadosos de servicio dominical y barbacoa, el undécimo mandamiento que los norteamericanos decentes observan casi sin excepción. Estos referentes del terrorismo que envían a tantos fanáticos al suicidio, cuando les toca dar ejemplo se van de atrás con una facilidad pasmosa, que por otra parte es lo que se espera de alguien que no ha tenido jamás agallas para enfrentarse a un enemigo armado.

Esta evidente debilidad de carácter no ha hecho que Ben Laden pierda un ápice del respeto que le profesa la izquierda europea en general y la española en particular. Al contrario, la estima general del izquierdista medio sigue intacta, mezclada, eso sí, con el estupor de ver cómo un presidente yanqui al que todos suponían partidario del talante, el mestizaje y la tolerancia ordena a sus soldados que lo liquiden inmediatamente, sin iniciar el canónico proceso de diálogo para llegar a una paz sin vencedores ni vencidos.

Y como la izquierda española cuando se pone a pensar es que se pone, ni siquiera se ha limitado a lanzar una condena ética desde la atalaya de su condición de defensora en exclusiva de los valores eternos del ser humano, sino que se nos mete a especialista en derecho comparado; y entonces es cuando se pasa de frenada y hace el ridículo más espantoso. Es decir, como siempre.

Ajenos a la circunstancia de que el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica –incluso uno tan progre como Barack Hussein– está facultado legalmente para matar al terrorista que organizó el 11-S, y también a sus secuaces si surge la ocasión, los medios de referencia del cotarro rojeras han derrochado papel, tinta y millones de kilobites acusando a los USA de practicar terrorismo de estado. "Coño, igual que nosotros con el GAL", sólo les ha faltado añadir, como si montar una chapuza con borrachines y ludópatas para detener a etarras equivocados, forrándose en el camino todos y cada uno de los cargos implicados en el ministerio responsable de nuestra seguridad, fuera igual que meterse en una fortaleza a diez mil kilómetros de tu país para intentar acabar con el terrorista más buscado del planeta, haciéndolo además bajo el mandato del congreso de tu nación.

Porque, a diferencia de nuestras cortes generales, que aún mantienen una autorización al gobierno de Zapatero para que negocie con los terroristas, en los Estados Unidos los congresistas autorizan al gobierno a que los elimine, algo mucho más higiénico y, en última instancia, lo único que entenderían en aquel país como aplicación práctica del mandato constitucional que obliga a sus políticos a proteger la vida y la libertad de todos los norteamericanos.

Tres días después de la masacre terrorista del 11 de septiembre de 2001, el congreso estadounidense autorizó a la Casa Blanca a acabar no sólo con los responsables del ataque, también a cualquier organización o incluso país que los protegiera, amparara o defendiese. Bush comenzó la tarea y Obama la ha finalizado. Punto y final. Los yanquis, contentísimos a la par que orgullosos, y nuestra izquierda cabreada, también como siempre.

Sea como fuere, lo importante es que Ben Laden no puede ordenar ataques terroristas contra Occidente porque anda tremendamente ocupado buscando las llaves en la fosa abisal que ahora es su domicilio. No es previsible que las encuentre en los próximos milenios. Obama ya se ha encargado de ello.

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