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PANORÁMICAS

El primo de Godzilla

Imaginemos a Martin Scorsese cavilando una manera de llevarse de una vez por todas el Óscar a casa. Tras Casino, su última obra maestra, estaba claro que nunca se lo iban a dar por sus películas excesivas y cegadoras. ¿Quizás aliándose con los últimos hacedores de taquilla llegados a Hollywood? Los hermanos Weinstein pueden ponerse de acuerdo con Michael Moore, todavía más tahúr que ellos, pero difícilmente con alguien tan talentoso como el italo-americano. Mejor olvidar Gangs of New York.

Scorsese, un excelente ojeador del cine en la era de la globalización, olfateó los aromas que provenían del otro lado del Pacífico, de los países de los ojos rasgados y el capitalismo pujante. Y vio que era bueno. Entre otras cosas, porque los maestros de la ingeniería inversa también lo eran de la cinematografía inversa, y precisamente le habían copiado a él, por activa y por pasiva. ¿Por qué no hacerlo en sentido opuesto? Y, aunque algo corto y perezoso, fusiló a los emuladores domesticando la pequeña maravilla honkonesa Infernal Affairs. El resto, Infiltrados y el preciado Óscar, ya es historia.
 
Si hubiera que elegir una zona, y sólo una, del mundo para ver su cine, habría que decantarse sin duda por el sureste asiático: El sabor de la sandía, Election, Woman on the beach, La casa de las dagas voladoras y ahora The host presentan un panorama imbatible de originalidad y hondura, racionalidad y emotividad, que mira hacia el futuro, al revés que las estatuas de sal de otras latitudes.
 
Joon-ho Bong comenzó a hacerse un hueco con Memories of murder, un absorbente thriller bajo una lluvia interminable. El agua, el elemento distintivo del cine asiático, como símbolo de esa angustia existencial que constituye la marca de la casa, vuelve a ser protagonista absoluta en su última producción, la inclasificable y desconcertante The host.
 
En una base militar norteamericana de Corea del Sur, un científico estadounidense de gesto agrio (Scott Wilson) ordena a un subordinado coreano que tire por el desagüe el contenido de decenas de botellas repletas de formaldehído. La advertencia de que el compuesto tóxico se verterá en el río Han de Seúl cae en saco roto. Al poco tiempo, un par de pescadores encuentran un pececillo con increíbles mutaciones que les muerde un dedo y consigue escapar. Años después, los asombrados domingueros que devoran sepias a la plancha en las orillas del río Han se encuentran con un gigantesco bicho acuático con patas, una boca repleta de dientes y una cola prensil.
 
En su primer ataque, el primo anfibio de Godzilla cogerá prisionera a una niña (Ah Sung Ko). Su familia, los Park, se lanzan a intentar rescatarla de la guarida del monstruo: un padre no muy listo (Hae Il Park), un tío alcohólico (Hie Bong Byeon), una tía (Du Na Bae) que (sólo) es medalla de bronce en tiro con arco (por lenta) y un abuelo humilde y simpático (Kang Ho Song). Todo ello, en un entorno de militarización incompetente, intervencionismo americano y mentiras gubernamentales para propagar el miedo entre la población, justificar la introducción de medidas represoras y realizar experimentos científicos aberrantes.
 
Entre las múltiples hebras de que está compuesto este tapiz cinematográfico, no es el horror, ni la denuncia política, sutilmente trazados, lo que adquiere mayor relieve. The host es, ante todo, un hermoso manifiesto sobre la virtud familiar en su forma más excelsa: el amor paterno. "Cuando un hijo muere, el ruido del corazón destrozado del padre se puede oír a kilómetros". La última secuencia de la película: un padre y un hijo comparten una cena al calor del hogar y apagan la tele para disfrutar de su mutua compañía, es la mejor ilustración posible de la reflexión de Harry G. Frankfurt en Las razones del amor:
El valor especial que atribuyo a mis hijos no es inherente a ellos, sino que depende de mi amor por ellos. La razón de que sean algo tan valioso para mí es, simplemente, que les quiero mucho.
También es, y sorprendentemente, una película humorística... en la que es difícil esbozar una sonrisa, mucho menos una carcajada. Porque ¿cómo reírse en mitad del velatorio de una niña devorada por un monstruo mutante? Sin embargo, Bong Joon-ho tiene los arrestos necesarios para utilizar un plano cenital de los familiares agitados por una convulsión de dolor (propio de los dibujos animados y el humor más canalla; además, nos da una pista de carácter formal sobre el destino de la chica).
 
A diferencia de los habituales chantajes al corazón que pululan por las pantallas, o de las bienintencionadas pero banales y tramposas comedias "para toda la familia", The Host no hace guiños, ni busca la complicidad del espectador fácilmente impresionable. Más bien, como diría Harold Bloom, es una película orientada a un espectador inteligente, al que le gustan los enigmas elegantes y las preguntas pertinentes –es decir, relevantes– aunque impertinentes –en el sentido de molestas–, sin necesidad de respuestas masticadas. Acción, comedia, drama, fantasía, horror, ciencia ficción, thriller y denuncia política, todo ello mezclado, no agitado, podría haber dado lugar al más indigesto de los cócteles. Todo lo contrario.
 
Hollywood ya ha abierto su fauces para devorar a este monstruo que, aunque terrible y lejano, levanta una corriente de empatía por su solitaria brutalidad. Esperemos que, como en el caso de Scorsese, la versión sea, al menos, digna del sobresaliente original.
 
 
THE HOST (Corea del Sur, 2006; 119 minutos). Dirección y guión: Bong Joon-ho. Intérpretes: Song Kang-ho, Scott Wilson, Byun Hee-Bong, Park Hae-il, Bae Doona. Calificación: Desconcertante (9/10).
 
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