David Canter tiene pinta de sabio distraído. Es un hombre reconcentrado y de mirada penetrante. Es posible que tenga más de cinco sentidos, y que sea con el sexto o con el séptimo que capte la impronta del criminal al examinar a la víctima o el escenario del crimen.
Hay un planteamiento que establece que todo delito contra las personas (secuestro, homicidio, violación...), siempre que sea de la modalidad cuerpo a cuerpo, es un intercambio en el que el delincuente deja y se lleva algo. Esa contaminación es perfectamente rastreable. Igualmente, toda escena del crimen es un campo de batalla en el que se puede dar con el rastro del asesino. Por otro lado, además de las pruebas físicas, biomédicas, los fluidos y fibras, los pelos y objetos, está la disposición de las cosas, que utiliza el criminólogo para saber si el criminal es organizado o desorganizado, múltiple o esporádico, psicótico o psicópata.
Canter dedujo que la facilidad con que John Patrick Duffy entraba en contacto con sus víctimas se debía a que estaba bien casado. Así las cosas, había que seguir los pasos de un hombre aparentemente feliz. Un violador a ratos perdidos, que llevaba una vida ordenada pero que ocultaba a Mister Hyde bajo su fachada de afable Dr. Jeckyll. ¿Y cómo demonios sabía eso Mr. Canter? Pues porque dominaba el método deductivo, la recogida de indicios y la elaboración de conclusiones.
En la captura del Vampiro de Sacramento, el coronel Robert K. Ressler, del FBI, el más innovador de los investigadores, desplegó todas sus artes y habilidades. Para ello hubo de observar escenas del crimen tremendamente espantosas, con niños torturados, mujeres mutiladas, sangre y violencia. El Vampiro de Sacramento utilizaba el envase de un yogur para beber sangre.
El profesor Canter presentó un perfil en el que encajaba perfectamente un individuo que había violado y asesinado a una chica de quince años. Patrick Duffy, ya lo hemos dicho, era su hombre. Había sido arrestado por violar a su ex mujer y trabajaba como carpintero para el ferrocarril. Eso le dejaba mucho tiempo libre... y explicaba el conocimiento preciso que tenía de la red viaria.
Cuando fue juzgado por la violación de su ex mujer, Duffy se encontró con otra víctima, que no fue capaz de reconocerle. Entonces decidió que no daría la menor oportunidad a sus futuras presas: no sólo las violaría, también las mataría.
Le condenaron a cadena perpetua por cuatro asesinatos y varias violaciones. Una vez tras las rejas, reconoció haber cometido al menos diecisiete agresiones sexuales y un asesinato más de los que fue acusado.
Y ahora volvamos a Ressler. El coronel dijo que el Vampiro era un tipo solitario de unos treinta años; que padecía del estómago, era delgado y vivía solo o con sus padres cerca de donde cometía los crímenes; que, desempleado, dependía del cheque de la seguridad social.
Los agentes que detuvieron a Richard Trenton Chase se quedaron sorprendidos del nivel de aciertos de Ressler. El coronel siempre ha dicho que los perfiles no detienen, sólo ayudan; pero recordemos que han servido a las fuerzas del orden para salir airosos de una situación harto difícil.
En España se trazaron perfiles muy ajustados en los casos de Joaquín Ferrándiz, el asesino de Castellón, y el Asesino de la Baraja. Pero en este ámbito aún nos queda mucho, mucho trecho por recorrer.