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PANORÁMICAS

El perdón de Caín

Una historia de violencia es una película tan rica, compleja y matizada que provoca el deslumbramiento reservado a las obras destinadas a convertirse en clásicos. Si todo en ella funciona a la perfección –interpretaciones creíbles, guión preciso, música evocadora– es gracias a uno de los directores de cine más inteligentes, divertidos y profundos que pisan los platós: el canadiense David Cronenberg.

Cronenberg, a través de muy distintas películas y estilos, ha ido conformando un mundo en el que imperan las leyes de la diferencia, la normalidad es un concepto más que dudoso y la separación tradicional entre el cuerpo y el espíritu es puesta entre paréntesis.
 
En la estela de Luis Buñuel y Tod Browning, y compañero generacional de David Lynch y Tim Burton, el universo de Cronenberg está poblado de freaks: seres raros, perturbados, desplazados, en el límite de la locura y más allá del bien y del mal. Pero, como en el caso de Valle Inclán, su propósito no se encuentra en el regodeo del morbo, sino que trata de colocar un espejo deformado delante de nuestra presunta normalidad y así convertirnos en extraños para nosotros mismos. El monstruo de Cronenberg surge del interior del individuo común, como Hyde salía de Jeckyll, hasta fundirse en una sola figura en la que ya no es posible distinguir a uno de otro.
 
En Una historia de violencia se nos cuenta lo que le acontece al probo ciudadano y feliz padre de familia Tom Stall, que, un día tan anodino como otro cualquiera, se convierte en un héroe ejemplar de su comunidad al impedir el robo de su cafetería a manos de dos asesinos. Pero el suceso, aparentemente casual y momentáneo, en el que se emplean grandes dosis de brutalidad, se va a convertir en el detonante de una escalada de puñetazos y disparos cuando aparecen husmeando la sangre derramada unos gángsteres de Filadelfia que afirman que Tom es, en realidad, otra persona.
 
David Cronenberg.A partir del cómic de John Wagner y Vince Locke, titulado también Una historia de violencia, Cronenberg y el guionista Olson han realizado la adaptación llevándosela a su terreno (sólo han conservado la anécdota desencadenante de la ola de miedo y terror): el problema de la identidad personal, la imposibilidad de dominar a la bestia emocional que llevamos dentro, la cuestión del perdón, la redención y cómo y cuándo es posible que un error, una maldad o un pecado pueden ser borrados como estigma de la frente de un Caín.
 
Tras el fracaso comercial de Spider, su anterior y también interesante película, en la que buceaba en la mente de un perturbado mental, Cronenberg ha realizado un trabajo que podríamos considerar más comercial pero sin renunciar a sus señas de identidad. Para ello ha trabajado con una gran productora, New Line, capaz de invertir los 32 millones de dólares que ha costado la película apostando por alguien tan heterodoxo y difícil de domar como el canadiense.
 
Es cierto que es su película más digerible para el gran público, pero ello no es óbice para que, como siempre, Cronenberg considere al espectador de la manera más inteligente posible, sin trampas retóricas ni maquillando la realidad para que se adapte a los prejuicios habituales. Así, las relaciones sexuales entre Tom y su esposa son de una gran intensidad y un realismo no exento de belleza y pasión, sin caer en lo pornográfico o lo fácilmente erótico.
 
Porque, y lo mismo en la violencia que en el sexo, en el amor paternal como en los conflictos escolares, Cronenberg filma como un etólogo podría hacer un documental sobre un hormiguero, sin juicios morales por encima de los personajes.
 
Viggo Mortensen.Ello no quita para que haya una íntima complicidad, casi una admiración, por los seres convulsos y perdidos que tratan de encontrar un lugar en el mundo, aunque no tengan muy claro cuál es la dirección en la que deben moverse. Pero es que Cronenberg tampoco parece saberlo, así que se limita a acompañarlos en su viaje hacia la salvación o el desastre.
 
Al entorno familiar de Tom ni le pasa por la cabeza que pueda ser otra persona de la que aparenta ser hace ya muchos años. Sin embargo, la sombra de una duda empieza a devorar sus certidumbres y Tom pasa a ser, como el Henry Fonda de Falso testigo de Hitchcock, un lastre para sus vidas, hasta entonces tranquilas en su monotonía. Tendrá que emprender Tom un viaje a Filadelfia en solitario (entonces la película cambia de nuevo de registro, convirtiéndose en una road movie), para enfrentar los vínculos que le atan con su presunta anterior familia y deshacer de un tajo el nudo gordiano que le tiene preso entre dos personalidades y dos mundos incompatibles.
 
Esta película también podría ser titulada Una historia de EEUU, porque Cronenberg trata de mostrar las contradicciones inherentes al sueño norteamericano, pero sin la falsa ideología que acompañaba a otros intentos fallidos, como el de Wenders en Tierra de abundancia o Trier en Dogville.
 
Cronenberg es un racionalista que tiene la ciencia como horizonte vital. Para lo que principalmente le interesa, el ser humano entendido desde sus fundamentos biológicos, podríamos calificarle de cinebiólogo, y situar su nombre al lado de los de Steven Pinker o Richard Dawkins, figuras representativas de la vanguardia científica en la comprensión de lo que somos. En este sentido, hay una secuencia crucial, en la que el hijo de Tom, un adolescente tranquilo y pacífico, estalla en una orgía de violencia contra sus acosadores escolares, mostrando cómo el impulso de destrucción de su padre se ha transmitido genéticamente.
 
Me refería anteriormente a la noción de redención. Y es que Una historia de violencia tiene más de un punto en común con la obra maestra de Clint Eastwood en los 90, Sin perdón. Al contrario de ésta, sin embargo, y en un giro que podría ser interpretado incluso de forma religiosa (con un baño purificador de las heridas que funciona simbólicamente como bautismo espiritual), el héroe cainita es finalmente redimido de sus pecados. Aunque, con una habilidad encomiable, incluso el aparente final feliz queda envuelto en un halo de ambigüedad tan sugerente y brillante como el resto de la película.
 
 
Una historia de violencia (EEUU, 2005; 97 minutos). Dirección: David Cronenberg. Guión: Josh Olson. Intérpretes: Viggo Mortensen, Ed Harris, María Bello. Música: Howard Shore. Calificación: Deslumbrante (9/10).
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