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PANORÁMICAS

El pecado original de la nación americana

"Una agencia sin presencia de judíos, de negros, y sólo unos cuantos católicos", le explica Robert de Niro a un prometedor estudiante de poesía (un Matt Damon tan eficiente como siempre) cuando lo recluta para el embrión de lo que será la CIA, durante la Segunda Guerra Mundial. Treinta años más tarde, el agente de campo se ha convertido en uno de los mandamases, que negocia con un jefe mafioso italo-americano (Joe Pesci, afortunadamente recuperado) su posible deportación.

"Una agencia sin presencia de judíos, de negros, y sólo unos cuantos católicos", le explica Robert de Niro a un prometedor estudiante de poesía (un Matt Damon tan eficiente como siempre) cuando lo recluta para el embrión de lo que será la CIA, durante la Segunda Guerra Mundial. Treinta años más tarde, el agente de campo se ha convertido en uno de los mandamases, que negocia con un jefe mafioso italo-americano (Joe Pesci, afortunadamente recuperado) su posible deportación.
El capo le describe los vínculos que fundamentan la identidad de los italianos (la familia y la religión), los de los irlandeses (el recuerdo de la patria), los de los judíos (una tradición), "incluso" los de los negros (la música). "¿Y ustedes qué tienen?", le espeta al WASP (White Anglo Saxon Protestant) Damon. A lo que éste, impertérrito, contesta: "Los Estados Unidos de América. Italianos, irlandeses, judíos… sólo están invitados, sólo están de paso".
 
Robert de Niro vuelve a la dirección cinematográfica con lo que popularmente se denomina "un peliculón", con enormes amores imposibles, conspiraciones mundiales y pequeñas traiciones íntimas. Todo ello, enmarcado en la mixtificación histórica y el ajuste de cuentas político. La ampulosidad moral se ve constreñida por un tono narrativo a media voz, casi susurrante, como el que prestó el propio De Niro al joven Corleone.
 
La Biblia está repleta de referencias a la figura del pastor. Así, leemos en Isaías: "Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas"; y en Jeremías: "¡Ay de los pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mis pastos!". El mismo Jesús, en Juan 10, dice: "Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas. Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas".
 
El título de la película adquiere en diversos momentos diferentes sentidos. Aunque fundamentalmente irónica y crítica hacia los "buenos pastores" de EEUU, la mayoría protestante, anglosajona y blanca que, desde los Padres Fundadores, habría concebido el país como una criatura hecha a su imagen y semejanza, es también  secretamente orgullosa, o envidiosa quizás, de una organización capaz de combinar el idealismo con la eficacia, el patriotismo cívico con el crimen.
 
Matt Damon.Deliberadamente ortodoxa, De Niro construye la película según el clásico molde que va desde El nacimiento de una nación de Griffith hasta la saga de El Padrino de Coppola: un gran fresco histórico narrado a través de un drama familiar, todo ello rellenado en los pliegues con mensajes éticos y desarrollos políticos. No se trata aquí, sin embargo, de elevar a los altares de la mitología popular a los creadores del Ku Klux Klan o a los mafiosos neoyorquinos, más bien al contrario: si en aquéllas los villanos adquirían una pátina de héroes, ahora se trata de desmitificar a los máximos expertos en el espionaje. A favor de corriente, ya que los presuntuosos que presumen de inteligencia aparecen retratados como una secta corrompida que alardea de altos valores y se llena la boca con grandes palabras llevadas a la práctica con ideas cortas y actos criminales. Sin embargo, De Niro no carga las tintas y la acción se desarrolla en un contenido claroscuro que resulta monótono y cansino.
 
En el doblaje español se pierde absolutamente la intensidad de unas interpretaciones basadas en las inflexiones de voz. La frialdad estatuaria de Damon, William Hurt o Angelina Jolie funciona en contrapunto con unos vozarrones cargados de pasiones soterradas. Para un espía, la cara no puede ser el espejo del alma, y son las inflexiones de voz las que revelan unas ideas y sentimientos encerrados en lo más hondo del subconsciente. Ni siquiera el polígrafo puede con las honduras del alma rusa.
 
Pero la falta de imaginación en la puesta en escena no se corresponde con la intensidad emocional. En ningún momento De Niro insufla a la película el aliento creativo, polémico o vital que, en contraste, supo insuflar Spielberg a Munich, su retrato del Mossad, la agencia de espionaje israelí, o Tony Scott a la más concreta y efectiva Spy game. El drama sentimental que sustenta la trama de espionaje, una densa red de traiciones familiares que se legan de generación en generación como una herencia envenenada, resulta infantil e inconexo. La maldad y vulgaridad de los autoproclamados dueños de América, esa mayoría protestante y blanca contra la que va dirigida la carga de profundidad más potente, es excesivamente superficial.
 
A la manera de las novelas diseñadas por las editoriales americanas, con un ojo puesto en la lista de best sellers y el otro en el Pulitzer, El buen pastor es digerible para distintos públicos. El más simple encontrará la dosis que busca de culebrón y lucha entre buenos y malos, pero se aburrirá. El más sofisticado creerá ver una película "comprometida", discretamente didáctica y trufada de diálogos para convertir en citas citables, pero se hastiará. Y es que, finalmente, el buen pastor no resulta ser sólo la CIA, también el director italo-americano, que pretende lidiar al respetable llevándolo al terreno que le interesa.
 
Si ante las cámaras tiende a la sobreactuación, como director Robert de Niro presenta una querencia por lo convencional que impide a sus películas romper a hervir.
 
 
EL BUEN PASTOR (EEUU, 166 min.). Director: Robert de Niro. Guión: Eric Roth. Intérpretes: Robert de Niro, Matt Damon, Angelina Jolie, William Hurt. Música: James Horner. Fotografía: Robert Richardson. Calificación: Cansina (6/10).
 
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