El oasis de Jaén

Nos centraremos en este último y partiremos del pueblo de Cazorla, uno de los más bellos y animados de toda la provincia. Su romántica iglesia renacentista, en ruinas, es obra de Vandelvira. Sobre ella se eleva un castillo, también de aire romántico, y aún más arriba se alza una enorme peña, sobre la que vuelan los halcones. Es el escenario perfecto de un cuento de hadas, príncipes y princesas. Aprovechando la “fresca” de las primeras horas, el lugar ofrece todo lo que se puede pedir.

 

Tomamos la carretera de la sierra, por La Iruela, hasta el Control de Burunchel. Seguimos. Continúa la ascensión, con unas curvas de vértigo. Llegamos al Puerto de las Palomas, donde encontramos un mirador que ofrece una primera vista panorámica del valle del Guadalquivir. Al concluir el descenso, por entre un denso bosque, llegamos al fondo del valle, donde se encuentran los núcleos de población de la sierra, los campings, los restaurantes, las empresas de actividades deportivas, etcétera.

 

De aquí parte la carretera que nos lleva a la sierra vecina, la de Segura. Ésta alberga, en su zona sur, un sorprendente escenario natural, con una fauna y flora riquísima, un microclima propio y una cultura local diferente a la del resto de la provincia.

 

Un tranquilo trekking, o una merienda junto a alguno de los arroyos, nos va a permitir ver algunas de las especies que habitan la zona: gamos, cabras montesas, muflones, ardillas, zorros y jabalíes... No es de extrañar que sea uno de los centros de caza más importantes de España, y que la ésta sea uno de los recursos económicos más importantes para el Parque.

 

También hay especies menos vistosas, pero que no dejan de tener su interés para los expertos. ¡Ojo con la lagartija de Valverde! Tan difícil de ver como respetada por todos los naturistas. Por lo que hace a las aves, las reinas, aquí, son las águilas reales, las perdiceras, los halcones, las garzas, los buitres leonados y los milanos.

 

Turno para la botánica. En el valle y en las sierras hay extensos bosques de pinos laricios autóctonos, que conviven con otros pinos carrascos y negrales. Tal es su abundancia que en el siglo XVIII la sierra fue declarada "provincia marítima" por Carlos III, ya que de aquí partía gran parte de la madera que servía para construir las naves de la flota española. Junto a los pinos, sobreviven algunas especies endémicas, como la viola cazorlensis (violeta), y autóctonas, como la encina, el avellano, el roble melojo o el acebo. Asimismo, abundan los piornos, las mimbreras, las peonías, las amapolas, las violetas, las aulagas, los romeros, las retamas, las jaras y las madreselvas.

 

En este Parque se pueden practicar infinidad de deportes. Existen lugares perfectos para practicar el vuelo sin motor y el ala delta. Eso sí, es necesaria la autorización del Director Conservador del Parque Natural, para no perjudicar a las colonias de rapaces. Y aunque están prohibidas las embarcaciones a motor, sí se puede practicar la navegación de remo y vela, especialmente en el pantano de El Tranco y en el de las Anchuricas.

 

Si lo que te apetece es montar a caballo, hay varias empresas dedicadas al turismo ecuestre que ofrecen diferentes rutas, o simplemente un paseo por el picadero y sus alrededores. Para los amantes de las rutas a pie, el Parque propone rutas para todos los niveles de dificultad; no suelen tener señalización expresa de senderismo, pero que suelen ser sencillas de seguir. Lo mismo sucede con los caminos para recorrer en bicicleta, para los que se recomienda llevar un mapa detallado.

 

Pero quizá la mejor forma de recorrer el Parque y disfrutar de él sin ningún peligro es en todoterreno. Lo más recomendable es contratar las excursiones que ofrecen las empresas de la zona, con conductores que son guías expertos en la sierra y explican cualquier detalle de la fauna, la flora y el paisaje. Además, son los únicos que tienen acceso a ciertos caminos restringidos (Quercus: 953 72 01 15; Bujarkay: 953 72 11 11).