Para los ignorantes sólo era un tipo excéntrico vestido de carnaval. Muy pocos meses más tarde la policía tuvo conocimiento de la extrema violencia que representaba. Los grupos de seguidores se iban formando en los barrios, pero prácticamente nadie reaccionó hasta la primera sangre. Un chico apuñalado y muerto nos hizo saber toda esa mandanga del "grande protege al chico".
Nos enteramos de que se hacían los dueños del territorio, sometían a los aspirantes a pruebas donde tenían que demostrar su entrega con dolor. Exigían capacidad de sacrificio y amor a la jerarquía. A las chicas, además, que se convirtieran en esclavas sexuales. Lo más extraño es que algunas españolas aceptaron parte de esas reglas para pertenecer a la banda, renunciando a las grandes conquistas de la mujer del siglo XX.
Hoy, en un reciente informe, los investigadores han declarado a los Latin Kings una organización criminal, con el peligro latente de que, por su condición, sus miembros se conviertan en sicarios; esto es, matones o asesinos a sueldo.
El chico de la tele, del atuendo amarillo, se llama Eric y es ya talludito: tiene 29 años; y fue denunciado por violación. Los agentes que fueron a detenerle encontraron en su domicilio abundante información sobre la banda que representa y fichas con datos de muchos de sus miembros. Le atribuyen ser uno de los fundadores de esta multinacional de la violencia, y suponen que obtuvo la "franquicia" para establecer "el reino" de su dominio en España. El asunto es que toda la verborrea épica se ha quedado en una imputación por abusos sexuales y un largo proceso, que todavía no ha terminado, por robo.
O sea, que al final era esto: un individuo se escuda en una batería de falsos propósitos, cruzados de grandes palabras, promete protección y libertad y en realidad propende a la satisfacción de sus más bajos instintos, así como a la esclavitud. La sociedad está tan desprevenida, en un país que no estudia debidamente la violencia, que al gurú de una secta de extorsiones y cuchillos lo sienta ante una cámara de televisión y le permite expandir su mensaje tóxico.
Hay que decir que la cosa tuvo su efecto, puesto que, aunque han pasado algunos años –Eric llegó en 1999– y la policía ha combatido con eficacia a la organización hasta reducirla a unas decenas de miembros de ropa ancha, empalagosos tonos de amarillo y gorras de béisbol, han sido muchos los que cayeron en las redes de los reyes latinos.
Lo que pasa es que el tipo acusado de estar al frente del reclutamiento llegó a creerse un auténtico rey, despótico y autócrata.
Procedente de Ecuador, encontró un filón de entrega y obediencia en nuestro país. Lo vio tan fácil que dejó de ser cauto. Abusaba del alcohol y quizá de otros estimulantes. Pronto le denunciaron por violación. Posteriormente le imputaron un asalto en la Casa de Campo de Madrid, al estilo de los que cometía el Bandido de la Luz Roja, Caryl Chessman.
Según la acusación del fiscal, la madrugada del 4 de mayo de 2003, acompañado por un cómplice, sorprendió a una pareja en el interior de un vehículo. Serían las seis de la mañana. Rompieron la ventanilla con una barra de hierro. Eric, al parecer, empuñaba una pistola. Al chico lo metieron en el maletero, no sin antes ser humillado. A la chica le hicieron objeto de abusos sexuales. Además se llevaron su bolso, para quedarse con el teléfono celular y la tarjeta de crédito. Se supone que también con las monedas. Los que lo hicieron eran vulgares rateros y violadores al acecho. Si el tribunal considera probado que fueron Eric y su cómplice, la verdadera cara de las nuevas organizaciones delictivas queda de relieve. Será un golpe de muerte para la presunta banda formada por delegación: La Sagrada Tribu American Spain, de la que se descubrió todo el archivo.
Debería servir para laminar el halo de romanticismo que suele concederse a una asociación criminal. Una de sus supuestas cabezas visibles se enfrenta a 21 años de cárcel por robo con intimidación, secuestro y violación. Con anterioridad fue condenado, y está pendiente de recurso. Es decir, que su comportamiento podría ser una costumbre muy cercana a aquel delincuente norteamericano, el Bandido de la Luz Roja, que asaltaba parejas que estaban dentro de sus coches disfrutando de su intimidad. Fue ejecutado por ello, pero su forma de actuar se ha extendido por el mundo, probablemente no debido a su fama, que fue muy grande, en especial por lo mucho que padeció en el corredor de la muerte, sino porque las condiciones de la sociedad permiten este tipo de delito, del que los autores piensan que pueden escapar impunes.
Sin embargo, en la actualidad la posibilidad de descubrir y detener a esta figura delincuente ha crecido de forma geométrica. A la firme indagación policial se añaden posibilidades técnicas y científicas, junto a una tupida red de vigilancia que permite sorprender los "golpes de mano" de estas aves de rapiña que acuden a parajes frecuentados por parejas. Sin embargo, no se ha articulado todavía una eficaz campaña de prevención.