Mientras tanto, la cultura polaca (y la literatura sobre todo) llevaba un enorme cargo emocional y pragmático.
El compromiso de Casanova con la lengua y la cultura polacas fue resaltado frecuentemente en los bosquejos biográficos y las reseñas de sus obras que aparecían de vez en cuando en la prensa polaca.
El doctor Wolski es un manifiesto abierto del compromiso de la autora con su Polonia adoptiva. Sin embargo, (...) su compromiso con la nación eslava va más allá de lo sentimental; es un compromiso tanto político como pragmático. Es bien conocido que en la España de finales del s. XIX resultaba dificilísimo para una mujer participar en la esfera pública, sea en la vida, sea en la literatura. En Polonia no fue así, y las mujeres –entre ellas la amiga íntima de Casanova, la médica y política Ela Balicka– jugaban un papel activo en la vida política y cultural de la nación. Para Casanova, la situación peculiar de Polonia a finales del s. XIX –una nación sin un territorio político propio– proveía la oportunidad de participar en debates intelectuales sin correr el riesgo de atraer la censura pública. O sea, que la falta de existencia política de Polonia le proporciona a Casanova la oportunidad de desarrollar un discurso teórico sobre el proceso de nación-construcción, que al hablar de una nación inexistente no puede ser considerada una transgresión importante. Además, el hecho de que la acción de la novela no tiene lugar en España, sino en un país desconocido y por lo tanto exótico (sobre todo para un lector español), le proporciona a Casanova la oportunidad de distraer al lector de su intervención en varios de los grandes debates que preocupaban a los intelectuales europeos del fin de siglo: desde la autoridad creciente de la ciencia y la tecnología hasta la relevancia de los paradigmas románticos en una sociedad postpositivista; desde los debates sobre la educación de la mujer hasta el miedo de la degeneración racial y cultural.
El prólogo a la primera edición de la novela, firmado en Londres en marzo de 1894 y dedicado al poeta Ramón de Campoamor (mentor literario de la joven poeta antes de su marcha para Polonia), revela las dudas de una autora que quiere reclamar su derecho de autora sin perder la aprobación de sus paisanos. En el prólogo, Casanova se refiere abiertamente como "la autora", exigiendo así el reconocimiento público de su profesión. Sin embargo, la atrevida reclamación de autoridad moral e intelectual es atenuada por el recurso al tópico de modestia tan característico de las autoras de finales del s. XIX. A través de una diestra maniobra, Casanova desvía la atención del lector del atrevido acto de autoría para subrayar la distancia entre autora, novela y España, que viene tanto de su propia posición como expatriada, como del escenario exótico de la novela:
Tracé estas humildísimas líneas pensando en mi patria, y sin poder dominar el impulso de escribir en español, ya que no podía hablarlo, viviendo en una sociedad tan distante de la mía, y que nada tiene en común con ella.
Según el prólogo, la publicación de El doctor Wolski fue una casualidad; Casanova había leído una selección de bosquejos narrativos a unos amigos "que los juzgan interesantes, porque ven algo del carácter y de la manera de vivir de dos curiosos pueblos del norte". O sea, que la autora se empeña en presentar la novela no como una obra de ficción que viene de la imaginación, sino de algo más modesto: un texto casi periodístico o costumbrista. (...) no es el caso y (...) lejos de ser una obra mimética o de reportaje, El doctor Wolski revela la maestría técnica e imaginativa de la autora.
El conflicto que revela el prólogo, entre el deseo de reconocimiento profesional y la necesidad de mantener la respetabilidad de la mujer burguesa, es una característica importante de la escritura femenina de finales del s. XIX. Lanser observa un fenómeno parecido en la escritura de las británicas y francesas a finales del siglo anterior, lo que atribuye a la tensión entre
(...) el sentido de derecho literario de las mujeres en la última dé-cada del siglo XVIII y el conservadurismo político de aquella dé-cada [que] aumentó la rigidez de las esferas sexuales y la valorización de la domesticidad femenina.
Un siglo después de Jane Austen (...), escritoras como Casanova, Carmen de Burgos, Blanca de los Ríos o Emilia Pardo Bazán también luchaban con restricciones parecidas. Vemos sus dudas –a veces expresadas abiertamente, otras veces de manera implícita– en los prólogos de autoría femenina que aparecían al final del s. XIX. Burgos emplea una estrategia parecida a la de Casanova en el prólogo que introduce su primera novela Los inadaptados (1909), al decir:
Jamás fue de mi agrado detener al lector con observaciones ni prólogos, innecesarios la mayor parte de las veces, antes de penetrar en las páginas de un libro.
Igual que Casanova, Burgos ofrece una interpretación de su novela no como literatura original –"No quiero que se la crea producto de mi fantasía"– sino como un reportaje fiel de "esa vida primitiva y hermosa que pretendo presentar a los lectores". Hasta la condesa de Pardo Bazán (por supuesto, un caso particular en su aserción confidente de autoridad narrativa), que escribe pocos prólogos para sus novelas, incluye un prólogo en su novela de 1905, La Quimera. En este prólogo, Pardo Bazán, como Burgos, recuerda al lector que no suele influir al lector por medio de una reclamación abierta de autoridad:
(...) había prescindido en mis novelas de todo prefacio, advertencia, aclaración o prólogo, entregándolas mondas y lirondas al lector, que allá las interpretase a su antojo, puesto que tanta molestia quisiera tomarse.
El prólogo de Pardo Bazán proporciona un fuerte contraste (si no un reto) con los de Casanova y Burgos en su tono confidente y en el reconocimiento orgulloso de la relevancia extratextual de su obra cuando pregunta:
Si bajo la ficción novelesca palpita algún problema superior a los efímeros eventos que tejen el relato (...) ¿por qué ocultarlo?
Sea cual sea la razón, Casanova –a diferencia de Pardo Bazán– sí sentía la necesidad de disimular, o por lo menos de disminuir la intervención de su novela en los debates públicos de la época. No obstante, la complejidad narrativa de El doctor Wolski (...) contradice la reclamación de mimesis periodística.
NOTA: Este texto está tomado de la introducción de KIRSTY HOOPER a EL DOCTOR WOLSKI, de SOFÍA CASANOVA, que acaba de publicar la editorial Akrón.