Andamos estos días a vueltas con el cambio climático, que ahora se ha convertido hasta en motivo de debate en el seno del G-8. Y se nos vuelve a recordar la lista de terribles desgracias que nos sucederán cuando el nivel de los mares planetarios aumente por culpa del derretimiento de las masas heladas polares.
Cuando parece aclararse la vía del polémico y relativo consenso científico al respecto de nuestro futuro "sobrecalentado", aparece por sorpresa una noticia que vuelve a obligarnos a replantearnos muchas verdades asumidas. Datos recientes obtenidos mediante altimetría por radar indican que una de las placas de hielo antártico estudiadas ha aumentado de masa a razón de unas 45.000 millones de toneladas al año desde 1992 hasta 2003.
Hasta ahora, uno de los paradigmas del ecologismo ha sido dar por supuesto que el calentamiento de la tierra tiene efectos negativos en el equilibrio de las masas de hielo antárticas y que éstas reducen considerable e inexorablemente su tamaño, arrojando millones de toneladas de agua al mar. Las sucesivas imágenes de placas de hielo desgajadas y quebradas a la deriva venían a confirmar este sombrío panorama.
En teoría. Pero lo que los científicos y los ecologistas no han previsto es que la naturaleza es mucho más inabarcable de lo que creemos y no se suele dejar definir mediante vagos lugares comunes. Se necesita menos pereza para comprenderla. La observación desde satélites de los hielos antárticos acaba de desvelar que las masas glaciares no sólo no disminuyen, sino que están creciendo. Y esta novedad debería arrojar algunas dudas sobre el modelo establecido.
El equilibrio entre agua depositada en el mar y agua recibida en forma de nieve es fundamental para entender los procesos climatológicos que tienen que ver con el hielo polar y, por ende, con el clima de todo el globo. Hasta ahora se había centrado el foco de los estudios sólo en la constante negativa de la ecuación (la pérdida de hielo convertido en agua marina). Los nuevos datos obligan a añadir una x nueva: la ganancia de hielo gracias a las precipitaciones crecientes.
No estamos en disposición de decir si este dato contradice las previsiones catastróficas sobre el ascenso del nivel del mar o, por el contrario, las agrava. Podría ser que el aumento de las precipitaciones nivosas fuera un arma de doble filo, ya que contribuiría a depositar más volumen de hielo susceptible de derretirse y contribuir al aumento del nivel del mar. Pero también podría ser que la naturaleza esté haciendo simplemente lo que mejor sabe hacer: organizarse a sí misma para encontrar el equilibrio. ¿Y si esto no fuera más que la señal de que estamos ante un síntoma de un ciclo natural que nada tiene que ver con los postulados ecologistas sobre la intervención humana en el clima?