El socialismo con sangre entra, como se han encargado de demostrar los socialistas en todo tiempo y lugar.
¿Cuál es la situación real de las arcas autonómicas? Pues nadie lo sabe. Es decir, con el desastre financiero autonómico ocurre como con los agujeros negros: se sabe que están ahí por los efectos que provocan, pero nadie ha sido capaz de cuantificarlos. Esta circunstancia, aunque supone un grave impedimento para la gestión política de la ruina autonómica, es lo que va a permitir a Zapatero torcer la voluntad de los electores y maquillar el más que previsible batacazo electoral del próximo veintidós de mayo.
Y es que resulta que es el gobierno de ZP, a través de un protocolario consejo de política fiscal y financiera, el que decide qué comunidades autónomas pueden emitir deuda pública para seguir pagando favores políticos y aumentar la clientela electoral de cara a las inminentes elecciones autonómicas y cuáles van a tener que comparecer ante su electorado con graves problemas hasta para pagar las nóminas de sus funcionarios.
El mecanismo para beneficiar a las comunidades socialistas y nacionalistas, las más derrochonas, y exigir una actuación virtuosa en extremo a las desafectas es tan tosco como efectivo, signo de que probablemente haya contado desde el principio con el impulso intelectual de la ministra Salgado. El objetivo no puede ser más sencillo: la asfixia financiera de unas autonomías y la supervivencia confortable de otras, según convenga al gobierno.
Lo primero que hay que hacer es falsificar los datos del déficit brutal que acumulan las cuentas de las autonomías. Es lo que hizo Montilla –y con increíble perfección, dada la tosquedad del personaje– para que se le permitiera emitir los llamados bonos patrióticos y trincar así varios miles de millones de euros, con los que saldar ciertos desastres de caja. La obligación de devolverlos será cosa de su sucesor en el trono catalán, con el que comparte ideología pero no siglas.
Todas las comunidades autónomas mienten acerca de su respectiva ruina, pero a unas se les revisa la documentación con especial cuidado y a otras se les permite pasar los gastos en viajes de placer de los altos cargos como inversión productiva amortizable en 20 años. Y eso por no entrar en el estudio pormenorizado de las miles de empresas propiedad de o participadas por las autonomías, auténtico Triángulo de las Bermudas en que desaparecen miles y más miles de millones de euros sin que hasta el momento se conozca a qué otra dimensión han ido a parar.
Sobre la situación de la sanidad, cuya gestión ha sido transferida a las comunidades autónomas, mejor no entrar en detalles para evitar las tentaciones de suicidio. Es inaceptable la ruina que la sanidad pública está provocando en decenas de empresas proveedoras, y su correlato en pérdida de puestos de trabajo, asunto sobre el que cualquiera puede tener una imagen fiel a poco que pregunte a cualquier compañía del sector; pero como las autonomías siempre han confiado en poder seguir agrandando la tremenda bola de deuda que acumulan –mientras dilapidan el dinero en las más diversas chorradas–, ningún gobierno autonómico, sea del signo que sea, ha tenido la prevención de sanear unas cuentas inviables, a fin de poder atravesar el desierto financiero de este año sin tener que reutilizar las bolsas de suero de los enfermos o sustituir la anestesia intravenosa por una ingesta prolongada de whisky de garrafón.
Con la capacidad de determinar qué gobiernos autonómicos van a poder sobrevivir financieramente en estos primeros meses del año de la devastación, Zapatero va a controlar las condiciones en que todos los presidentes autonómicos van a comparecer ante sus electorados. Unos lo harán prometiendo despilfarros en la más acendrada tradición democrática, y otros con los sindicatos de clase (alta) apedreando sus sedes en constantes algaradas motivadas por el recorte en los derechos sociales. Ah, y mucho ojo: el tío es tan vengativo que igual incluye a algunos presidentes socialistas en el grupo de los desafectos, por haber dudado de su capacidad para gestionar el país. Yo de Barreda y de Fernández Vara no las tendría todas conmigo.