Cuanto más reflexiono sobre el asunto, más me convenzo de que hay una estrecha relación entre los medios de locomoción y el autoerotismo. Allá en mis tiempos de colegiala, la bicicleta, sin ir más lejos, era sospechosa de producir en las jovencitas algo así como cicloerotismo, y eso es algo francamente peligroso, si no para la integridad moral, sí para la física. En mi opinión, si alguna de vosotras notáis que la bicicleta os seduce, no debéis caer en la temeridad de darle al pedal con frenesí subidas a cualquier artilugio. Es mejor, antes de perder los dientes, montar una bicicleta estática.
Ahí tenéis, por ejemplo, a Eduardo VII, hijo de la reina Victoria de Inglaterra, que fue un hombre que vivió desocupado muchos años y que, a pesar de que mataba el tiempo a base de lujurias, no podía ser acusado, en cambio, de imprudente. Como se ve que era un aficionado al cicloerotismo, diseñó una bicicleta erótica que así, en frío, no parece muy práctica, pero si a él le fue bien, pues mira... El engendro se conserva en el Museo del Sexo de París, por si os interesa.
Hay gente que, en cambio, encuentra el punto a los aviones. Suelen ser individuos intrépidos y resueltos. El verdadero aficionado al autoerotismo aéreo ama las emociones y mantiene el tipo en las turbulencias. Intuyo que deben de ser muchos los aficionados a la paja aérea porque dicen que tienen, incluso, un patrón: San Dionisio Areopagita. ¡Horror! Lo he dicho. Espero que mis viejas tías, las hermanas Morales (Milagros y Dolores), no lean esto jamás.
Queridos, no seáis incultos; no hay que confundir el autoerotismo con eso que se hace o, al menos, debería hacerse en pareja. Tampoco confundáis el autoerotismo con el onanismo. A menudo se dan como sinónimos pero, realmente, no lo son. Onán era un señor del Antiguo Testamento que se casó con Tamar, la viuda de su hermano, y, para no tener hijos con ella, se apeaba en marcha. Por eso lo castigó Dios. En aquella época, el semen estaba considerado la esencia misma de la vida, y era una grave ofensa derramarlo sin ton ni son.
La idea continuó vigente y fue recogida por eruditos paganos y cristianos. Aristóteles era un ignorante en materia de sexo, hasta el punto de que pensaba que los testículos servían de contrapeso al pene. Pero, eso sí, en los textos aristotélicos se atribuye al semen un valor extraordinario. En cuanto a San Clemente de Alejandría, insistía en que el semen no debe ser eyaculado en vano ni ser "dañado o malgastado". De ahí que algunos clérigos llegaran a condenar la masturbación masculina casi como un tipo de homicidio.
La Iglesia no ha sido tolerante con la masturbación masculina, y mucho menos con la femenina. En la Edad Media determinó que la masturbación masculina merecía diez días de penitencia, porque era grave derramar el semen; la femenina, en cambio, se castigaba con un año de penitencia, por lo que tenía de subversiva, ya que, según los santos varones, permitía a las mujeres eludir sus obligaciones para con los hombres y evitaba la procreación. Más recientemente comenzó a consentir que el marido excitara a la esposa para que ésta concibiera con mayor facilidad. Pues sí que estaban enterados.
Aquí, por la parte de Occidente, siempre se ha tratado de reprimir el autoerotismo, pero eso es como intentar poner barreras al campo. Según Marvin Harris, los adolescentes norteamericanos, entre los trece y los diecinueve años, afirman pensar en el sexo cada cinco minutos, como promedio, en sus horas de vigilia, y así es imposible, hijos míos. El aprendizaje del autoerotismo es fácil y natural para los varones porque miran hacia el suelo, y a medio camino está el pene colgando, luego miran el culo de Jennifer López y, ¡hale hop!, cambia el ángulo de inclinación. Además, sujetan su pene para hacer pis varias veces al día, así que no cabe duda de que se sienten muy familiarizados con el manejo de sus genitales, y eso es una base muy sólida para desplegar, desde su más tierna infancia, el abanico de posibilidades divertidísimas que atesora el pene. Y, a pesar de todo, el Informe Hite sobre la sexualidad masculina indica que un 1% de los hombres no se masturba jamás. ¿Religiosos?, ¿discapacitados?, ¿mentirosos?
Las mujeres, en cambio, no lo tienen tan fácil. No hay mucho que ver, ahí abajo, sin un espejo, a menos que seas contorsionista. Las chicas son más recatadas y hacen pis con la puerta cerrada, el pis sale misteriosamente sin contacto manual y no existen muchas posibilidades de verse la vagina unas a otras. Además, es una ordinariez. Hay que añadir que las chicas piensan en el sexo tres veces menos que los varones, y en su cerebro la zona asignada para el ejercicio de la sexualidad es 2,5 veces más pequeña que en el de los chicos. Y sin embargo es difícil decirle a tu pareja qué es lo que te da placer si no tienes ni idea de dónde está cada cosa y no has descubierto qué te gusta y qué no te gusta. A pesar de todo, un 15% de las mujeres, según Hite, no se ha masturbado jamás.
A menudo se piensa que la masturbación es cosa de gente inmadura, de seres solitarios o egoístas. Algo propio de solterones reprimidos y feos. Pero no es verdad. La masturbación la practican solteros y casados, guapos, feos, expertos conquistadores y gente de éxito. Una vez aprendida, en mayor o menor medida, acompaña al individuo el resto de su vida, no tanto como un sustituto de la sexualidad en pareja, sino como otra forma de práctica sexual. Porque, aunque el sexo entre dos es el objetivo que todos buscamos, sobre todo, si estamos enamorados, el autoerotismo, según indican todos los estudios sobre el tema, proporciona, invariablemente, los orgasmos más intensos, y, en el caso de las mujeres, el mayor número de orgasmos en cadena.
En mis años juveniles, las chicas empezamos a perder nuestra pureza, ya mayorcitas, por unos apuntes secretos que circulaban por la facultad, por las primeras revistas feministas y por publicaciones francesas. En cambio, hoy día, los niños de 3º de ESO estudian en la asignatura de Biología todos los pormenores del sexo y de la anticoncepción con dibujos explícitos (20 páginas). Y las clases son mixtas. ¡Ay de aquél que no sepa dónde está el clítoris o qué día del ciclo ovulan las mujeres! Como sigamos así, el que no sepa masturbarse no pasa de curso. Pobre Sor Piedad, que enrojecía al hablar de los mamíferos. Si levantara la cabeza...
Ahí tenéis, por ejemplo, a Eduardo VII, hijo de la reina Victoria de Inglaterra, que fue un hombre que vivió desocupado muchos años y que, a pesar de que mataba el tiempo a base de lujurias, no podía ser acusado, en cambio, de imprudente. Como se ve que era un aficionado al cicloerotismo, diseñó una bicicleta erótica que así, en frío, no parece muy práctica, pero si a él le fue bien, pues mira... El engendro se conserva en el Museo del Sexo de París, por si os interesa.
Hay gente que, en cambio, encuentra el punto a los aviones. Suelen ser individuos intrépidos y resueltos. El verdadero aficionado al autoerotismo aéreo ama las emociones y mantiene el tipo en las turbulencias. Intuyo que deben de ser muchos los aficionados a la paja aérea porque dicen que tienen, incluso, un patrón: San Dionisio Areopagita. ¡Horror! Lo he dicho. Espero que mis viejas tías, las hermanas Morales (Milagros y Dolores), no lean esto jamás.
Queridos, no seáis incultos; no hay que confundir el autoerotismo con eso que se hace o, al menos, debería hacerse en pareja. Tampoco confundáis el autoerotismo con el onanismo. A menudo se dan como sinónimos pero, realmente, no lo son. Onán era un señor del Antiguo Testamento que se casó con Tamar, la viuda de su hermano, y, para no tener hijos con ella, se apeaba en marcha. Por eso lo castigó Dios. En aquella época, el semen estaba considerado la esencia misma de la vida, y era una grave ofensa derramarlo sin ton ni son.
La idea continuó vigente y fue recogida por eruditos paganos y cristianos. Aristóteles era un ignorante en materia de sexo, hasta el punto de que pensaba que los testículos servían de contrapeso al pene. Pero, eso sí, en los textos aristotélicos se atribuye al semen un valor extraordinario. En cuanto a San Clemente de Alejandría, insistía en que el semen no debe ser eyaculado en vano ni ser "dañado o malgastado". De ahí que algunos clérigos llegaran a condenar la masturbación masculina casi como un tipo de homicidio.
La Iglesia no ha sido tolerante con la masturbación masculina, y mucho menos con la femenina. En la Edad Media determinó que la masturbación masculina merecía diez días de penitencia, porque era grave derramar el semen; la femenina, en cambio, se castigaba con un año de penitencia, por lo que tenía de subversiva, ya que, según los santos varones, permitía a las mujeres eludir sus obligaciones para con los hombres y evitaba la procreación. Más recientemente comenzó a consentir que el marido excitara a la esposa para que ésta concibiera con mayor facilidad. Pues sí que estaban enterados.
Aquí, por la parte de Occidente, siempre se ha tratado de reprimir el autoerotismo, pero eso es como intentar poner barreras al campo. Según Marvin Harris, los adolescentes norteamericanos, entre los trece y los diecinueve años, afirman pensar en el sexo cada cinco minutos, como promedio, en sus horas de vigilia, y así es imposible, hijos míos. El aprendizaje del autoerotismo es fácil y natural para los varones porque miran hacia el suelo, y a medio camino está el pene colgando, luego miran el culo de Jennifer López y, ¡hale hop!, cambia el ángulo de inclinación. Además, sujetan su pene para hacer pis varias veces al día, así que no cabe duda de que se sienten muy familiarizados con el manejo de sus genitales, y eso es una base muy sólida para desplegar, desde su más tierna infancia, el abanico de posibilidades divertidísimas que atesora el pene. Y, a pesar de todo, el Informe Hite sobre la sexualidad masculina indica que un 1% de los hombres no se masturba jamás. ¿Religiosos?, ¿discapacitados?, ¿mentirosos?
Las mujeres, en cambio, no lo tienen tan fácil. No hay mucho que ver, ahí abajo, sin un espejo, a menos que seas contorsionista. Las chicas son más recatadas y hacen pis con la puerta cerrada, el pis sale misteriosamente sin contacto manual y no existen muchas posibilidades de verse la vagina unas a otras. Además, es una ordinariez. Hay que añadir que las chicas piensan en el sexo tres veces menos que los varones, y en su cerebro la zona asignada para el ejercicio de la sexualidad es 2,5 veces más pequeña que en el de los chicos. Y sin embargo es difícil decirle a tu pareja qué es lo que te da placer si no tienes ni idea de dónde está cada cosa y no has descubierto qué te gusta y qué no te gusta. A pesar de todo, un 15% de las mujeres, según Hite, no se ha masturbado jamás.
A menudo se piensa que la masturbación es cosa de gente inmadura, de seres solitarios o egoístas. Algo propio de solterones reprimidos y feos. Pero no es verdad. La masturbación la practican solteros y casados, guapos, feos, expertos conquistadores y gente de éxito. Una vez aprendida, en mayor o menor medida, acompaña al individuo el resto de su vida, no tanto como un sustituto de la sexualidad en pareja, sino como otra forma de práctica sexual. Porque, aunque el sexo entre dos es el objetivo que todos buscamos, sobre todo, si estamos enamorados, el autoerotismo, según indican todos los estudios sobre el tema, proporciona, invariablemente, los orgasmos más intensos, y, en el caso de las mujeres, el mayor número de orgasmos en cadena.
En mis años juveniles, las chicas empezamos a perder nuestra pureza, ya mayorcitas, por unos apuntes secretos que circulaban por la facultad, por las primeras revistas feministas y por publicaciones francesas. En cambio, hoy día, los niños de 3º de ESO estudian en la asignatura de Biología todos los pormenores del sexo y de la anticoncepción con dibujos explícitos (20 páginas). Y las clases son mixtas. ¡Ay de aquél que no sepa dónde está el clítoris o qué día del ciclo ovulan las mujeres! Como sigamos así, el que no sepa masturbarse no pasa de curso. Pobre Sor Piedad, que enrojecía al hablar de los mamíferos. Si levantara la cabeza...