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CRÍMENES POLÍTICOS

El asesinato de Yolanda González

A finales de enero de 1980 la ETA mata, en un atentado, a seis guardias civiles en el País Vasco. En Madrid, alrededor de las 08.00 del 2 de febrero, unos inspectores de la comisaría de Alcorcón encuentran, en el kilómetro 3 de la carretera de San Martín de Valdeiglesias, el cadáver de una joven. Está tumbada sobre el lado izquierdo, doblada sobre sí misma, con la cabeza hacia los pies y muy cerca de las manos, como si en el último momento hubiera querido protegerse. Su cuerpo había recibido tres impactos de bala, dos de ellos en la cabeza. Quizá fue el asesinato más cobarde de la naciente democracia.

A finales de enero de 1980 la ETA mata, en un atentado, a seis guardias civiles en el País Vasco. En Madrid, alrededor de las 08.00 del 2 de febrero, unos inspectores de la comisaría de Alcorcón encuentran, en el kilómetro 3 de la carretera de San Martín de Valdeiglesias, el cadáver de una joven. Está tumbada sobre el lado izquierdo, doblada sobre sí misma, con la cabeza hacia los pies y muy cerca de las manos, como si en el último momento hubiera querido protegerse. Su cuerpo había recibido tres impactos de bala, dos de ellos en la cabeza. Quizá fue el asesinato más cobarde de la naciente democracia.
MUJER MUERTA (Almudena Carreño).
Vestía una camiseta con los escudos de las llamadas "siete provincias vascas" y lucía un collar con la denominada "cruz de lauburu". Los investigadores establecieron que se trataba de un crimen con connotaciones políticas. Fue identificada como Yolanda González Martín, de 19 años.
 
El crimen fue reivindicado desde Barcelona por un portavoz del Batallón Vasco Español; mediante un original método: una cinta de télex perforada. En ella los asesinos decían haberla matado por "una España grande, libre y única", y la acusaban de formar parte de un grupo de información de la organización terrorista ETA. En el comunicado se precisaba que había sido "interrogada y ejecutada".
 
La muerte de Yolanda conmocionó a todo el país. La indignación por este crimen provocó protestas y manifestaciones. Era una joven indefensa cobardemente asesinada en la flor de la juventud. Vasca, militante política, guapa y comprometida. Su trayectoria personal le había granjeado el respeto de sus camaradas.
 
Contrariamente a lo que afirmaban sus asesinos, Yolanda no militaba en ETA, sino en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). Procedente de las Juventudes Socialistas, Yolanda se había unido a los que, desgajados del PSOE, habían pasado por la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) y, desde allí, fundado el PST. Era una socialista trotskista que ni siquiera simpatizaba con ETA, pero sus asesinos no entienden de diferencias ni hacen distingos. Para ellos, siendo vasca y roja, tenía que ser de ETA. Cometieron un crimen con la misma crueldad que la organización terrorista de la que abominaban.
 
Yolanda había nacido en la zona obrera de Deusto, a orillas del Nervión. Su padre era un emigrante burgalés, de profesión soldador metalúrgico, que no tenía militancia política concreta. Su casa estaba en un viejo edificio cerca de la fábrica Ártica. Su expediente académico estaba plagado de buenas calificaciones, con abundantes sobresalientes y matrículas de honor. Fue una estudiante aplicada y trabajadora que acabó el COU con una nota media excelente. Yolanda demostró una inteligencia excepcional, y también una preocupación muy precoz por las cuestiones sociales.
 
Entró en seguida en política, y lo hizo de forma metódica y selectiva: recorrió varias sedes de partidos hasta que se sintió atraída por el grupo de jóvenes de Izquierda Socialista unidos en torno al periódico La Razón. De su activismo en su tierra natal le queda un obsequio del que nunca se separará: el comité de empresa de una fábrica le regaló una "cruz de lauburu" como agradecimiento a su solidaridad. Era su joya más preciada.
 
A los 17 años conoció a su novio, Alejandro Avizcun, profesor no numerario de una universidad de Madrid. Se encuentran durante las primeras jornadas de Izquierda Socialista en el pueblo de San Martín de Llémana (Gerona). Tras una breve estancia en Bilbao la pareja se traslada a Madrid, donde se alojan en un piso de alquiler en la calle Tembleque, del barrio de Aluche. Comparten la vivienda de tres habitaciones con una compañera, María del Mar, recientemente separada.
 
Yolanda comienza a estudiar en el Centro de Formación Profesional de Vallecas y participa en todas las movilizaciones estudiantiles, en aquella época especialmente turbulenta en la que miles de jóvenes entre los 14 y los 17 años experimentan la fuerte sensación de correr delante de la policía.
 
Yolanda se gana fama de "roja" en el centro donde estudia; es posible que de allí salgan las informaciones policiales que la significan como cercana a ETA. Ajena al interés que despierta, forma parte muy importante, como líder estudiantil, de la actividad de su partido, que encabeza el movimiento protagonizado por los jóvenes. El 28 de enero de 1980 se produce una impresionante huelga de Enseñanza Media. Sólo cuatro días más tarde, en el seno de una organización ultraderechista que ya dispone de su nombre y dirección y que ha estudiado cuidadosamente sus costumbres, se decreta su muerte.
 
Si el jefe superior de Policía de Madrid no hubiera sido Francisco de Asís Pastor, quizá los asesinos no habrían sido detenidos con tanta celeridad. Cuando los investigadores se encontraban al principio de sus pesquisas, con el peligro cierto de que los autores nunca fueran descubiertos y el crimen quedara impune, Pastor recibió la información de que un policía nacional, Juan Carlos Rodas, que había sido "invitado" a tomar parte en la muerte de Yolanda pero se había negado, acababa de contar a su superior datos significativos acerca de los culpables.
 
A las once de la noche el 7 de febrero, sólo cinco días después de que hubiera aparecido el cadáver, inspectores de la Brigada Regional de Información detuvieron a Emilio Hellín Moro, de 32 años, ingeniero electrónico y director de una escuela de electrónica en Madrid, como principal asesino material. En el momento de la captura le fue intervenido un revólver Magnum, y en su coche se encontraron diversas armas, material explosivo y gran cantidad de munición.
 
De su declaración se dedujo la participación de Ignacio Abad Velavásquez, de 19 años, soltero, estudiante de Químicas en la Complutense. Los dos pertenecían a Fuerza Nueva y reconocieron ser autores del hecho que se les imputó. Según la sentencia de la Audiencia Nacional que les condenó a fuertes penas, conformaban (junto a José Ricardo Prieto y Félix Pérez Ajero, también miembros de dicho partido y también procesados) una banda armada, "al margen de la disciplina de Fuerza Nueva", para la realización de actos violentos; la denominaban "Grupo 41".
 
La sentencia estableció que Félix Pérez Ajero, José Ricardo Prieto y Juan Carlos Rodas, el policía denunciante, llevaron a cabo una misión de vigilancia en los alrededores del domicilio de Yolanda; fueron condenados por allanamiento de morada y detención ilegal. Por los mismos delitos fue condenado David Martínez Loza, jefe nacional de seguridad de Fuerza Nueva, a quien se consideró, además, autor por inducción.
 
Pero nunca se despejaron las sospechas de que había quedado oculta para siempre la parte más importante de la trama. El entonces diputado socialista Juan Barranco aseguraba: "Este asunto se achaca en su superficie a elementos de la extrema derecha, pero va más allá y se relaciona con instituciones del Estado". Así las cosas, ¿cómo se cometió el crimen?
 
La madrugada del 2 de febrero de 1980 Hellín Moro e Ignacio Abad, situados desde hacía largo rato ante el domicilio de Yolanda, ven llegar a la joven. Poco después suben al piso y consiguen, con engaños, que aquélla les abra la puerta. Inmediatamente Abad la encañona, y Hellín la cachea. "Vamos abajo".
 
Los tres suben al coche de Hellín, un Seat 124 con matrícula M-6617-GC. En el vehículo dan vueltas durante más de una hora. Yolanda trata de sacarles del error y demostrarles que no pertenece a ningún comando etarra. Pero Hellín sigue teniendo fija en su mente la orden que había aparecido en su sofisticado ordenador, junto a una partida de compras para las Fuerzas de Seguridad. Su equipo informático está conectado a una red secreta: "Comando informativo número 3 de ETA. Calle Tembleque, 101. Ejecución". Se le escapa un "¡Roja de mierda!", que no es la primera vez que escupe en la noche.
 
Yolanda fue interrogada, golpeada, torturada. Ante su resistencia, un Hellín exasperado la saca del coche en el kilómetro 3 de la carretera de Madrid a San Martín de Valdeiglesias: "¡Se acabó el paseo!". Quizá durante un segundo Yolanda piensa que la tortura se ha acabado y va a quedar libre. Pero es entonces cuando Hellín la dispara dos veces, a bocajarro, en la cabeza con su pistola Walter P-38 de 9 milímetros. Cuando se derrumba en el suelo, el asesino ordena a su compañero que le dé el tiro de gracia. Ignacio Abad dispara sobre la joven una Star del 9 corto. Los dos pistoleros huyen en el coche a toda velocidad.
 
La frialdad de los criminales fue castigada por el tribunal. Emilio Hellín Moro recibió una condena por asesinato con alevosía y nocturnidad de 30 años de cárcel; Ignacio Abad, de 26 años, ocho meses y un día. No obstante, Hellín logró siete años después, en abril de 1987, un permiso carcelario, concedido por el juez de Vigilancia Penitenciaria José Donato Andrés Sanz. Lo aprovechó para huir a Paraguay.

Pero cuando se creía a salvo y seguro fue localizado por el periodista de Interviú José Luis Morales. Gracias a ello fue extraditado y devuelto a prisión, donde continúa cumpliendo condena.

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