Porque esto no sólo es erróneo, es que nadie que conozca a Apollinaire, nadie mínimamente aficionado a Apollinaire, a su poesía, podría citar ese bodrio como si fueran versos suyos. Aquí va la cita exacta:
Sous le pont Mirabeau coule la Seine
Et nos amours.
Faut-il qu’il m’en souvienne
La joie venait toujours après la peine.
Después de haber dado rienda suelta a mi indignación, y no tratándose aquí de crítica literaria, me decía, leyendo por estas fechas simbólicas la novela de Mario, que América Latina había permanecido relativamente al margen de las tres grandes plagas de los tiempos modernos: el nazismo, el comunismo y el islamismo. Sólo relativamente, porque si Vargas Llosa hace referencia a las guerrillas castristas, luego a las maoístas, en Perú, y a Cuba, podrían analizarse otras guerrillas en Colombia, Nicaragua, el Salvador, los tupamaros en Argentina, etcétera, con indudables influencias marxista-leninistas, pero ni el nazismo ni el islamismo han desempeñado el papel que han desempeñado y desempeñan en Europa, por ejemplo.
Cierto que Juan Perón, allá por los años 40, declaró que Argentina debía inspirarse en la Alemania nazi y conquistar América Latina como Hitler había conquistado Europa, pero su dictadura no fue nazi, fue más bien "nacionalsindicalista", si eso recuerda aún algo a ciertos españoles. Desde luego, no han faltado dictaduras en ese continente, a veces calificadas por la prensa de "izquierda", y otras de "derecha", sin que esas diferencias esotéricas fueran muy evidentes para quienes las sufrían. El nazismo no ha realmente impregnado las fuerzas más reaccionarias en América Latina, el comunismo mucho más, pero un comunismo peculiar, folclórico y caciquil, porque ni Castro, ni Guevara ni, ahora, Evo Morales o Hugo Chávez pueden realmente considerarse marxista-leninistas.
Asia, en cambio, es totalmente diferente. En China, en Vietnam, en Camboya, en Corea del Norte o en Indonesia el comunismo ha hecho estragos comparables a los de la URSS, y peores aún a los de Europa del Este. Y basta hojear cualquier periódico para constatar que el islamismo está haciendo estragos en Asia, infinitamente más que en América Latina, muy al margen de la tercera de nuestras plagas históricas, o sea el totalitarismo islamista.
Lo cual no quiere decir que la lucha por la democracia en America Latina no sea tan importante y no peligre tanto como en cualquier otra región del mundo. El enemigo principal no hace desaparecer los demás enemigos; sólo pretendo señalar, muy de paso, algunas diferencias que existen entre América Latina y el resto del mundo. África también es diferente, of course, pero comunismo e islamismo han desempeñado y desempeñan su nefasto papel.
Estas anotaciones a vuelapluma tal vez se justifican por las fechas: terminé de leer la novela de Vargas Llosa –que no es, desde luego, una novela política, ni una gran novela, a lo sumo entretenida– el 10 de este mes de septiembre, y el 11 se me cayó el alma a los pies. Confieso tener un alma elástica, capaz de rebotar como una pelota, y a mi edad uno está acostumbrado a las infamias, y no pienso únicamente en Günter Grass, también en los políticos y los medios de los dos países que mejor conozco: España y Francia, que han "celebrado" el quinto aniversario de los atentados con un derroche de sensacionalismo soez, un sadismo de voyeur y una mala fe supina.
Cuando no afirman que los USA se lo tenían bien merecido proclaman que Bush y los suyos han agravado considerablemente todo en el mundo entero, que el terrorismo, por culpa suya, jamás se ha extendido tanto y ha sido tan peligroso. Como si la única respuesta justa y eficaz que Occidente y sus democracias hubieran debido emplear frente al atentado del 11 de septiembre de 2001, el más espectacular, el más sangriento y el más simbólico (¡Nueva York!), pero que desgraciadamente dista mucho de ser el único, fuera convertirse masivamente al islam y obtener, así, la paz.
Pues que se conviertan de una vez y cesen de proclamar que son los defensores de los "verdaderos valores" de Occidente, porque la civilización occidental no se ha creado a base de cobardía y espíritu de rendición, "valores occidentales" que hoy dominan, sino a base de firmeza y tolerancia. Sí, tolerancia, que nada tiene que ver con cobardía.
En un magnífico artículo publicado en Le Figaro (12-9-2006), Richard Perle, acusando precisamente a los gobiernos europeos, y en particular al francés, de cobardía, recordaba que cuando la dictadura comunista de Milosevic masacraba a musulmanes en Bosnia y Kosovo Europa no hizo nada, miró hacia otro lado, a lo sumo puso alguna vela por las víctimas de Sarajevo, y fueron, una vez más, los USA quienes apechugaron con la guerra y derrotaron la tiranía serbia. Lo que no les valió el menor aplauso europeo; al revés.
Cita Richard Perle algunas declaraciones de aquelarre de los dirigentes franceses actuales. Así, Dominique de Villepin dijo que el deber de Europa es "demostrar que el choque de civilizaciones no es inevitable". "Nadie respeta esa sabiduría, heredada de nuestra Historia, mejor que nosotros, franceses y europeos". Y el presidente Chirac se inquieta públicamente por el peligro que corre la "alianza de civilizaciones" exigida por el sindicato de zapateros turcos.
Pese a vivir estos días en una isla desolada e inundada por las lluvias, logré ver la televisión, y las tremendas imágenes de la destrucción de las Torres Gemelas, y las toneladas, no de bienvenida cocaína, sino de mortífera propaganda "muniquesa", y en medio de ese tumulto y vocerío la voz atiplada de Douste-Blazy, por lo visto ministro de Exteriores galo, indignándose ante cualquiera que hiciera la menor relación entre islam y terrorismo. Le oí, le vi repetir que era una mentira abyecta.
¿Con qué derecho va a decir ese mequetrefe al ayatolá Jomeini, a Ben Laden, al Hezbolá, a Hamás, a los Hermanos Musulmanes, y un larguísimo etcétera, que nada tienen que ver con el islam y que no han entendido el Corán? ¡Por favor! Hubiera podido decir, cosa que no dijo, tan obsesionado está por lo que precisamente negaba, el terrorismo islámico, que no es el único, que ETA, las FARC, Sendero Luminoso, etcétera, no mataban –matan– para cumplir con la palabra y la bondadosa sabiduría de Alá, pero cuando Al Qaeda amenaza a Francia no pienso que sea en nombre del marxismo-leninismo, ni para instaurar la dictadura del proletariado en ese país (dicho sea de paso, los franchutes se mueren de miedo ante esas amenazas).
Otro dato simbólico: mi admirada Oriana Fallaci ha muerto por estas fechas, la noche del 14 al 15 de septiembre, en Florencia. Bien sabido es que fue una periodista célebre y que el 11 de septiembre de 2001 estaba en Nueva York. Los atentados contra las Torres Gemelas la colmaron de indignación, y todo lo que ha escrito desde entonces es lo mejor que ha escrito en toda su vida. Me hubiera gustado leer sus comentarios al reciente escándalo que la conferencia del Papa en la Universidad de Ratisbona ha desatado en todo el mundo "arabomusulmán". Pongo comillas porque ese mundo no es uno, son varios, y contradictorios, pero quienes se han apoderado de su representatividad son los más fanáticos, los más criminales, y lanzan a las masas por las calles para protestar violentamente contra algo que desconocen por completo, porque ninguno de esos vociferantes barbudos y locos de Alá habrá leído el comentario de Benedicto XVI sobre la teológica discusión, en 1391, entre el emperador bizantino Manuel II y un letrado persa.
Y los hay por estas tierras que consideran que el Papa no hubiera debido citar a Mahoma, que se ha mostrado imprudente, que es muy peligroso, y se arrodillan para pedir perdón a los asesinos musulmanes.