Es el hijo que se hizo periodista de forma discreta, sin comunicarlo ni al titular de la asignatura. Ahora ha terminado su primer libro, Dossier negro, publicado en Atanor. Es un compendio de historias verdaderas, truculentas, con crímenes, fantasmas, vampiros y otros seres extraordinarios. Se lee con emoción e intriga y está muy bien escrito.
La criatura se llama Francisco Pérez Caballero y es mi primogénito. Lo estoy leyendo con una mezcla de pasmo y gozo. Ya sé yo que el éxito de los padres es que los hijos nos superen, pero duele.
Por lo visto en las librerías, está funcionando muy bien y se agota aquí y allá. Más zozobra y emoción. No tengo que decirle a Pérez Caballero que a los dos nos consta que escribe muy bien, con mucho respeto al detalle, que es la base del periodismo. Bastante sabe él que los dos conocemos secretos que le avalan ante el más temible tribunal. Tampoco tengo que dorarle la píldora diciéndole que su primer libro es ya un gran libro, con mucho de entretenimiento, efectos de gran tensión y aportaciones memorables a la historia del crimen.
En la tranquilidad del hogar, con la solvencia y discreción que le caracterizan, ha ido explorando la colección de El Caso encuadernada en el salón. Y leyendo la biblioteca de la sangre, que diría Cela, el del Premio, que su progenitor ha ido reuniendo con piezas sublimes, con libros dedicados al Estrangulador de Boston, a la Vampira de Barcelona, al crimen de Berzocana...; también los del propio progenitor: Jarabo, Ellas matan mejor, Historia de la España Negra, Violador, una historia infame... así hasta 26. Y con todo ello ha ido generando su propia tela de araña en este libro apetecible, objeto bello, que se deja leer mientras muestra misterios insondables que pasan todos los días y que Pérez Caballero ha ido investigando para el programa de Iker Jiménez como reportero. Se lee con un escalofrío.
Ha escrito con escalpelo de cirujano, con rigor de profesor universitario, con embrujo de gran escritor, como Dumas padre o John Dos Passos, sin enseñárselo a nadie hasta que una editorial lo ha publicado con la portada en relieve y este aspecto tan señorial de regalo de calidad que yo, incapaz de ver mis propios libros en los grandes almacenes, ahora me encuentro constantemente en las estanterías, en las mesas de novedades, con una mezcla de orgullo y envidia.
Lo ha hecho trabajando con ritmo constante, técnica depurada y la dedicación de un chino de los de taller ilegal. Qué cabrón.