Lo ha publicado Ellago, una pequeña y valiente editorial de Castellón de la Plana que tiene caseta en la Feria, y estoy esperando el momento adecuado para darles personalmente la enhorabuena. Publicar a Jabès, en particular su poesía, es un riesgo muy gordo, y, con independencia de mi implicación personal, deseo que tenga la mayor difusión posible, al menos en prensa. Ya El País ha publicado un breve anunciándolo, omitiendo el nombre del traductor, con lo cual parecía que lo había traducido el Paráclito.
Espero que la Asociación de Traductores Literarios (ACETT) les regañe, como acostumbra hacer en tales casos. O al menos como hacía la malograda Esther Benítez (murió hace cinco años y, aunque discrepábamos en casi todo, echo muchísimo de menos su empuje), que cada vez que ninguneaban a un traductor les mandaba un cardo… Veremos.
Descartada la Feria, asistí el lunes en el Círculo de Bellas Artes a una cita de honor con la Fundación Sánchez Ruipérez. Se presentaba el Primer Observatorio del Libro en España. La Fundación llevaba acariciando hace ya algunos años la idea de un Observatorio del Libro y de la Lectura cuyos fines parecen obvios (evaluar, analizar y divulgar), y la Junta de Extremadura se ha adelantado a la propia Administración Central para materializarla. Ahora esta última, así como otras Administraciones autonómicas, han tomado nota y van a poner en marcha programas de características similares.
Lo que se presentaba en Madrid era un informe sobre los primeros resultados del Observatorio, y yo me he quedado con un dato realmente espectacular: si en los años 79-80 había en Extremadura 48 bibliotecas, ahora, en 2001, hay 438. Por supuesto, hay una web para comprobarlo.
El miércoles otra institución de envergadura acaparó mi atención. Esta vez se trataba del Círculo de Lectores, en cuya sede se presentaba a la prensa un libro realmente notable: El Vértigo, de Evgenia Ginzburg, publicado por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. El volumen lleva una faja en la que se asegura que se trata del testimonio más estremecedor sobre el Gulag, y sería cierto si no hubiera unos cuantos más merecedores de figurar en el mismo ranking, como el que se titula, precisamente, Gulag, de Tomasz Kizny, periodista y fotógrafo, publicado también por esa editorial y que, entre otras cosas, pero sobre todo, presenta una colección de fotografías, unas del autor y otras históricas, tomadas en el lugar de los hechos; fotografías donde se refleja la atroz realidad de esos “otros campos” –los llamo así para diferenciarlos de los nacionalsocialistas– de exterminio y, por supuesto, de reclusión. También podrían competir en el primer puesto Solzhenitsyn y Margarete Buber-Neumann, cuyo libro, Prisionera de Stalin y Hitler, está anunciado ya en esta extraordinaria colección de biografías, memorias y testimonios.
De todos ellos habló Xavier Antich, el presentador del libro de la Ginzburg. Antich observó que lo angustioso del mismo es la impresión de culpabilidad que lo recorre, pues la autora, cuando la detuvieron, era una "buena comunista". Ese matiz, el hecho de que los prisioneros soviéticos fueran muy a menudo "del mismo bando", es lo que, según Antich, caracteriza al terror soviético y lo diferencia del nazi. Antich observó además que, así como conocemos casi por completo el totalitarismo nazi, no ocurre lo mismo con el soviético. Aunque esto es bastante cierto, no puede decirse que estos títulos en concreto sean una novedad en España, pues fueron ya publicados hace más de treinta años, no recuerdo si en Plaza Janés o en Argos Verga, o tal vez en Noguer.
Lo cierto es que la literatura de esos otros campos ha sido escasa en España y ha estado muy maltratada; baste recordar la incalificable acogida que se le hizo a Solzhenitsyn cuando vino a presentar su Archipiélago Gulag, en particular la reacción de Juan Benet, unos de los "listos útiles" más aberrantes y nefastos de la crema de la intelectualidad "mierdática", que diría Georges Perec. Recuerdo que hace unos años, en Francia, pude ver una entrevista a Solzhenitsyn en la que éste rememoraba con amargura esa "experiencia". Nunca le habían tratado peor; dijo que para él fue como si le hubieran echado vinagre en las llagas.
La izquierda española está especializada en "cantar canciones a un corazón triste", como dice la Biblia que hacen quienes ofenden a los ya ofendidos; lo practican a todas horas, con todo tipo de víctimas, incluidas las del terrorismo de ETA, y lo llevan a cabo de muchos modos: chistes, descalificaciones, columnas, etcétera.
La prueba de la infamia nos la repartieron el otro día en la cena con que la Federación de Comunidades Judías de España cierra su asamblea anual. Es un librito titulado El estigma imborrable. Reflexiones sobre el nuevo antisemitismo. En él, Jacobo Israel Garzón, presidente de la Federación y de la Comunidad Judía de Madrid, Sultana Wahnón, catedrática de la Universidad de Granada, Jon Juaristi, Alejandro Baer y Federico Zukierman analizan el feo rostro del antisemitismo español, que, contrariamente a lo que les dicen algunos, existe y colea.
Todos los artículos son interesantes, pero el de Baer y Zuckierman resulta especialmente inquietante. Se titula Israel y el judaísmo en el humor gráfico español (2000-2003): hay que leerlo y, sobre todo, ver las viñetas reproducidas para creerlo. Los medios en que se publicaron son de lo más variado: El País, El Mundo, La Vanguardia, La Razón, Tiempo, Cambio16, El Correo, El Periódico y ABC. No falta nadie. Los autores: Martinmorales, Reboredo y Sañudo, El Roto, Máximo, Ballesta, Romeo, etcétera; y el resultado, de juzgado de guardia. ¿Pero no era delito mofarse de otras religiones? ¿No es delito mofarse del Holocausto?
Lo ha publicado Hebraica Ediciones; se me olvidó preguntar si está a la venta y, de ser así, si van a ir esos humoristas a firmarlo a la Feria del Libro. He de explicar que el libro lo distribuyeron al final para no amargarnos la cena.