La conversión de Bruce en una de las Grandes Conciencias pudo ser paulatina (hay que recordar el célebre concierto No Nukes en 1979 o la gira de Amnistía Internacional en 1988), pero era manifiesta en el álbum The rising (2002), su reflexión sobre el 11-S. Por ejemplo, en 'Lonesome day' amonestaba a George Bush (“Better ask questions before you shoot”); en 'Worlds apart' proponía una variante de la Alianza de Civilizaciones, y 'Paradise' era una sentida égloga a los terroristas suicidas.
Entonces se anuncia la aparición del último álbum de Bruce Springsteen, Devils and dust, el 25 de abril. La cosa no tenía buena pinta cuando los críticos en España saludaban a Bruce Springsteen como un "cantautor", máxima distinción de la Orden de las Grandes Conciencias en el ámbito musical, y se describía el universo emocional de Devils and dust como un "estudio de la América profunda" (por cierto, estoy de acuerdo en que la otra es superficial).
El primer tema, que lleva el mismo título del álbum, no hace sino continuar la campaña electoral donde la dejó en noviembre, es decir, haciendo la Guerra contra la Guerra contra el Terror : "I got God on my side / what if what you do to survive / kill the things you love / fear is a powerful thing / it can turn your heart black...". Bla, bla, bla... Podría haber sido escrita por No en Nuestro Nombre o por la Unión de Libertades Civiles Americana (ACLU). O por cualquier crío de primaria, que es lo peor del caso.
Hay otros brindis progres: la última canción del álbum, 'Matamoros Bank', viene precedida de la afirmación de que todos los años muchos mueren cruzando el Río Grande en busca de una vida mejor. Muy sentimental, apenas se pueden contener las lágrimas, excepto que es falso. Sería más aplicable en cambio a la costa de Florida, pero esa trova está aún por hacer, Bruce.
Desde el punto de vista musical hay pedanterías similares. No sé muy bien en qué momento Bruce Springsteen decidió que cantar en "falsetto" era sofisticado y decadente y, en consecuencia, de lo más intelectual. En la última década nos ha obsequiado con unas cuantas. En Devils and dust la elegida es 'All I'm thinking about'. Comprendo además que señalar la incoherencia de cantar con acento sureño es una batalla que tengo perdida desde The ghost of Tom Joad (1995). En The rising, el bombero que narra la epopeya 'Into the fire' pronuncia como si hubiera nacido en los bancos del Yazoo, excepto que los bomberos de Nueva York son todos de Nueva Jersey, como bien sabe el hijo predilecto de ese estado, Bruce Frederick Springsteen. Creo que la mimetización de Woody Guthrie y Pete Seeger que inició la década pasada ha desembocado en algo grotesco.
La E Street Band ha desaparecido de este álbum otra vez. Como regla general, mucho violín, mandolina y coros desfallecientes hacen temer lo peor. Por fortuna, hay algunos temas de rock, 'All the way home' o 'Long time coming', que devuelven el fantasma musical de Bruce Springsteen al desconsolado corazón de sus fans (sección "Vidas Menores", demasiado insignificantes para haber sido destruidas por Bush y anhelantes de un cronista que las –nos– explique).
Hasta aquí la roca. Porque cada disco de Bruce Springsteen lo es también de uno de los mejores escritores que ha dado América desde John Steinbeck o Jack Kerouac. La música y la narrativa de Bruce Springsteen, cuando se abren paso entre la afectación pedante de la última década, tienen la estructura espontánea de un gospel, que procede desde el fracaso hasta el dolor y desde éste hacia la esperanza, y luego a la redención y de vuelta al dolor.
Es curioso cómo, a lo largo de su carrera, a cada rapto de romanticismo (Born to run, 1975) seguía un espasmo de desolación (Darkness on the edge of town, 1978) y de redención (The river, 1980) y de caída (Nebraska, 1982). The rising es directamente un gospel: el luto por el 11 de Septiembre ('Empty sky', 'You're missing') es seguido por la esperanza ('Waiting on a sunny day', 'Mary's Place').
Devils and Dust pertenece más al mundo del gospel que The rising –en realidad, más que ningún otro álbum anterior– en cuanto a su música, acaso no tanto en cuanto a su temática, que se aproxima más a The ghost of Tom Joad. Lo mismo que los diamantes literarios de ese álbum ('Youngstown', 'Dry lightening' o 'Across the border'), Devils and dust contiene un tesoro poético para los que fracasamos y sentimos dolor y necesitamos de la esperanza.
La esperanza está en 'Long time coming' ("Tonight I´m gonna get birth naked / and bury my old soul"). El fracaso, en 'Black cowboys', que pone de manifiesto el talento milagroso de Bruce Springsteen como narrador ("Then she got lost in the days.../ The arms that held him were no more his home / He lay at night his head pressed to her chest listening to the ghost in her bones"). El dolor y la muerte cierran el disco en 'Matamoros Bank', una crónica de sucesos, que se transforma en una oración, que se transforma en una despedida, que se transforma, musitada, apenas presentida, en un camino de vuelta a casa ("And the Things of the Earth they make their claim / that the Things of Heaven may do the same").
Empecé a escuchar Devils and dust con sarcasmo. Nadie puede llegar al último verso del último tema, la muerte dentro de un sueño ("A shout rings out and into the silty red river I dive") sin sentir la voz infantil y desolada de un fantasma que nos es más íntimo que nuestra propia identidad. Bruce Springsteen.