Patones es célebre por sus restaurantes, por su bien conservada (más bien restaurada) arquitectura popular y por su leyenda de pueblo que fue reino independiente del resto de España hasta la Guerra de la Independencia. Uceda está muy cerca, solitario y orgulloso, y uno puede sentirse como el rey del universo, como se debía de sentir el mismísimo rey de Patones. También queda muy cerca otro lugar frecuentado por los espeleólogos: la cueva del Reguerillo, en el cerro de la Dehesa de la Oliva, junto al río Jarama, en la zona conocida como el Pontón de la Oliva. Tiene un recorrido de 8.260 metros, lo que la sitúa en el número 25 de la clasificación por desarrollo de cavidades españolas.
Pero nosotros teníamos otros planes: recorrer en todoterreno los caminos que llevan desde Uceda hasta Sigüenza, atravesando una zona de la provincia solitaria y casi olvidada. El coche se adentra por carreteras locales hacia el oeste, en dirección a Torre Beleña. Son tierras de geografía difícil por las que resulta un placer sortear obstáculos con un buen vehículo.
Desde Torre Beleña vamos al encuentro del Henares, que alcanzamos en Espinosa de Henares. Estamos ya en plena tierra de Jadraque y de Hita (una desviación de pocos kilómetros en nuestro camino que merece la pena para conocer el pueblo del Arcipreste). Desde tiempos de los romanos, mucho antes de que Juan Ruiz escribiera su parodia anticlerical allá por el siglo XIV, Hita era ya un cerro fortificado.
En tiempos de los árabes convivían pacíficamente moros y cristianos, además de importantes familias judías de prestamistas y recaudadores de impuestos. Hita fue en el siglo XIV una de las tesorerías judías del poderoso Samuel Levi. En 1492, con la expulsión de los judíos, el pueblo perdió su base económica y entró en un declive que ha llegado hasta nuestros días. Hoy apenas quedan vestigios de su pasado esplendoroso: poco más que un lienzo y una puerta en la muralla, sus pintorescas plazas del Arzobispo y de Doña Endrina y las callejas con casas de entramados y adobes y grandes soportales, que evocan otros días y otras glorias en estas tierras alcarreñas.
Tras esta pausa histórica, la carretera local nos conduce a Jadraque. Es una de esas carreteras panorámicas del interior de la Meseta por las que apenas circula nadie, pese a su indudable atractivo. Todos prefieren ir por la A-2, casi paralela y a pocos kilómetros de allí, pero nuestro 4x4 está más hecho para estos caminos.
Jadraque es un pueblo dominado por la espectacular silueta blanquecina de su castillo, en lo alto de un cerro perfecto. En realidad es un castillo-palacio, más palacio que fortaleza, del que disfrutó la célebre familia de los Mendoza, tan presente en nuestra historia medieval.
La iglesia del pueblo data del siglo XVII, con su pintura de Zurbarán y su Cristo de piedra de Mena. Se mantienen en pie algunas casonas hidalgas, como la de las Ursulinas, donde vivió Jovellanos y también Goya; y en la Plaza Mayor, el palacio de la Inquisición.
De nuevo en ruta, tomamos un camino local hacia el este que nos conducirá a Mandayoa, siguiendo el curso del río. Desde allí ya es carretera, local y llena de curvas; que se dirige hacia Sigüenza, la tierra del Doncel.
Sigüenza es visita obligada. Con su aspecto de fortaleza, es una de las joyas de la arquitectura castellana, con su plaza típica de soportales presidida por la catedral, románico-gótica. Su mayor tesoro es el sepulcro del Doncel, una magnífica pieza de la imaginería hispana. El Doncel fue en realidad don Martín Vázquez de Arce, que encontró la muerte a las puertas de Granada.
El castillo ha sido convertido en parador tras a una completa restauración. Esta fortaleza evoca otros tiempos e historias, como la de sus obispos, que habitaron en él hace siglos, o la más romántica leyenda de Doña Blanca, la repudiada esposa de Pedro I el Cruel, que lloró amargamente en una de sus torres.
Sigüenza es visita obligada. Con su aspecto de fortaleza, es una de las joyas de la arquitectura castellana, con su plaza típica de soportales presidida por la catedral, románico-gótica. Su mayor tesoro es el sepulcro del Doncel, una magnífica pieza de la imaginería hispana. El Doncel fue en realidad don Martín Vázquez de Arce, que encontró la muerte a las puertas de Granada.
El castillo ha sido convertido en parador tras a una completa restauración. Esta fortaleza evoca otros tiempos e historias, como la de sus obispos, que habitaron en él hace siglos, o la más romántica leyenda de Doña Blanca, la repudiada esposa de Pedro I el Cruel, que lloró amargamente en una de sus torres.
El camino entre la catedral y el castillo conforma un conjunto medieval con iglesias como la de Santiago, una joya románica del siglo XII, o la Plazuela de la Cárcel, en lo alto del pueblo.
DÓNDE ALOJARSE
– El Tiempo Perdido (91 843 21 52). Travesía del Ayuntamiento, 5 y 7, Patones de Arriba. Ocho habitaciones.
– Parador Nacional Castillo de Sigüenza (949 391 090). Plaza del Castillo, s/n, Sigüenza. Antigua alcazaba árabe acondicionada como hotel. Amplias y cogedoras habitaciones, decoradas con mobiliario tradicional castellano.
– Hostal Fonda Molinero (949 399 017). Héctor Vázquez, 11, Atienza. Antigua casona rehabilitada dedicada al hospedaje desde 1916. Un lugar tranquilo y acogedor, con cinco habitaciones.
DÓNDE COMER
– Restaurante El Poleo (91 843 2101). Travesía del Arroyo, 3. Ctra. de Torrelaguna a Patones de Arriba. Especialidad: cordero a la miel de Patones.
– Restaurante El Doncel (949 390 001). Paseo de la Alameda, 1, Sigüenza.
– Hostal El Castillo (949 890 254. Ctra. Soria, kilómetro 46, Jadraque. Cocina típica castellana, con mención especial al cabrito asado jadraqueño en horno de leña.
MÁS INFORMACIÓN
www.jadraque.org