La frase no es, ni mucho menos, banal. De entre todos los cambios sociales de los que hemos sido testigos los ciudadanos nacidos en el siglo XX, probablemente el más silente, pausado, casi inadvertido pero imparable sea la reivindicación del hombre como padre, en igualdad de facultades, condiciones, capacidad de influencia y sacrificio que la madre. La revolución tranquila del hombre dispuesto a desplegar toda su masculinidad en el cuidado, atención y educación de sus retoños. La paternidad responsable, el celo paterno y la presencia del padre han pasado a formar parte de las prioridades máximas (si no la máxima) del hombre moderno. Es una condición para ser feliz, para desarrollarse plenamente.
Cada vez más altos ejecutivos, más profesionales especializados, más empleados de grandes empresas, más funcionarios... muestran sin empacho su deseo de compartir más tiempo con sus hijos. Aumentan los permisos de paternidad, las peticiones de días libres para atender a las necesidades de los niños y la asistencia de hombres a las actividades infantiles que apenas hace unas décadas parecían territorio exclusivo de las madres.
Crecen, se miren como se miren las estadísticas, los padres comprometidos en todas las modalidades: dentro del matrimonio, en soltería, como parte de una familia en segundas nupcias, jóvenes y maduros, heterosexuales y homosexuales, solos y acompañados, casados y separados. El padre presente, el padre en casa, el padre eficaz: un segmento de población al alza. Y, si tú estás leyendo este libro, es muy probable que pertenezcas a él. Es muy probable que estés dispuesto a asumir el reto de la paternidad o ya lo hayas asumido. Es muy probable que tengas al lado una mujer/madre que te ha acompañado a comprar este libro porque ambos estáis convencidos de que tu papel en la vida de los hijos que vais a cuidar es tan importante como el suyo. Si ése es tu caso, enhorabuena. Encontrarás que en estas páginas se despliegan los mismos temores, las mismas dudas, las mismas sensaciones, los mismos sentimientos de culpa, las mismas expectativas y deseos que has experimentado como lo han hecho millones de hombres antes que tú y que son la base de toda la ciencia que aquí se recoge. Te sentirás acompañado en un viaje del que los psicólogos, los biólogos, los etólogos, los antropólogos, los sociólogos y otros muchos ólogos saben cada vez más: el viaje del hombre hacia la paternidad.
Pero también puede ser que pertenezcas a otro segmento demográfico al alza: el de los hombres a los que no les dejan ser padres en plenitud. Porque, si es cierto que la conciencia paternal del hombre contemporáneo ha impregnado prácticamente todas las actitudes personales, también lo es que nuestra sociedad, nuestras leyes y nuestros medios de comunicación no parecen haber experimentado la revolución necesaria para acogerlos en su seno.
Las clases de natación para bebés en la mayoría de los ayuntamientos españoles reciben nombres como "Baby/madre", natación "maternoinfantil" o "Nada con mamá". Los servicios públicos femeninos cuentan, en muchos casos, con mesas especiales para cambiar pañales; los masculinos, no. Las comunicaciones de la mayoría de los centros de educación infantil están escritas en femenino. Los permisos de maternidad y las reducciones de jornada para el cuidado de los niños siguen dándose de un modo abrumadoramente mayoritario a las mujeres. Las revistas especializadas en información sobre hijos dedican la mayor parte de sus artículos a la mujer, y los anuncios están, en gran medida, orientados a ellas. Una revista de familia pasa por ser una revista femenina. La maternidad de las mujeres famosas es noticia; la paternidad de los hombres famosos, no tanto. Existe un evidente cuidado a la madre soltera, se potencia su ayuda, su acompañamiento y su derecho a reivindicarse como madre... El padre soltero, a pesar de ser una figura creciente, sigue pareciendo una anécdota.
Pero donde se manifiesta en la actualidad de una forma más sangrante la discordancia entre el deseo masculino de ser padre y la adaptación de las normas sociales a este deseo es en el siempre duro trance de la separación. "El matrimonio es un contrato, y en la mayoría de las sociedades del mundo se puede rescindir. Pero la paternidad no lo es y no se puede romper. El intento de las leyes de lograr la muerte civil de un progenitor que no disfruta de la tenencia de sus hijos es imbécil y destructivo", escribió Margaret Mead.
Cada vez más altos ejecutivos, más profesionales especializados, más empleados de grandes empresas, más funcionarios... muestran sin empacho su deseo de compartir más tiempo con sus hijos. Aumentan los permisos de paternidad, las peticiones de días libres para atender a las necesidades de los niños y la asistencia de hombres a las actividades infantiles que apenas hace unas décadas parecían territorio exclusivo de las madres.
Crecen, se miren como se miren las estadísticas, los padres comprometidos en todas las modalidades: dentro del matrimonio, en soltería, como parte de una familia en segundas nupcias, jóvenes y maduros, heterosexuales y homosexuales, solos y acompañados, casados y separados. El padre presente, el padre en casa, el padre eficaz: un segmento de población al alza. Y, si tú estás leyendo este libro, es muy probable que pertenezcas a él. Es muy probable que estés dispuesto a asumir el reto de la paternidad o ya lo hayas asumido. Es muy probable que tengas al lado una mujer/madre que te ha acompañado a comprar este libro porque ambos estáis convencidos de que tu papel en la vida de los hijos que vais a cuidar es tan importante como el suyo. Si ése es tu caso, enhorabuena. Encontrarás que en estas páginas se despliegan los mismos temores, las mismas dudas, las mismas sensaciones, los mismos sentimientos de culpa, las mismas expectativas y deseos que has experimentado como lo han hecho millones de hombres antes que tú y que son la base de toda la ciencia que aquí se recoge. Te sentirás acompañado en un viaje del que los psicólogos, los biólogos, los etólogos, los antropólogos, los sociólogos y otros muchos ólogos saben cada vez más: el viaje del hombre hacia la paternidad.
Pero también puede ser que pertenezcas a otro segmento demográfico al alza: el de los hombres a los que no les dejan ser padres en plenitud. Porque, si es cierto que la conciencia paternal del hombre contemporáneo ha impregnado prácticamente todas las actitudes personales, también lo es que nuestra sociedad, nuestras leyes y nuestros medios de comunicación no parecen haber experimentado la revolución necesaria para acogerlos en su seno.
Las clases de natación para bebés en la mayoría de los ayuntamientos españoles reciben nombres como "Baby/madre", natación "maternoinfantil" o "Nada con mamá". Los servicios públicos femeninos cuentan, en muchos casos, con mesas especiales para cambiar pañales; los masculinos, no. Las comunicaciones de la mayoría de los centros de educación infantil están escritas en femenino. Los permisos de maternidad y las reducciones de jornada para el cuidado de los niños siguen dándose de un modo abrumadoramente mayoritario a las mujeres. Las revistas especializadas en información sobre hijos dedican la mayor parte de sus artículos a la mujer, y los anuncios están, en gran medida, orientados a ellas. Una revista de familia pasa por ser una revista femenina. La maternidad de las mujeres famosas es noticia; la paternidad de los hombres famosos, no tanto. Existe un evidente cuidado a la madre soltera, se potencia su ayuda, su acompañamiento y su derecho a reivindicarse como madre... El padre soltero, a pesar de ser una figura creciente, sigue pareciendo una anécdota.
Pero donde se manifiesta en la actualidad de una forma más sangrante la discordancia entre el deseo masculino de ser padre y la adaptación de las normas sociales a este deseo es en el siempre duro trance de la separación. "El matrimonio es un contrato, y en la mayoría de las sociedades del mundo se puede rescindir. Pero la paternidad no lo es y no se puede romper. El intento de las leyes de lograr la muerte civil de un progenitor que no disfruta de la tenencia de sus hijos es imbécil y destructivo", escribió Margaret Mead.
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En un plazo demasiado breve de tiempo, las sociedades occidentales nos hemos arrojado a completar una transformación sin precedentes: la configuración de una nueva estructura familiar a la que psicólogos, sociólogos, economistas y juristas han tenido que responder con gran celeridad y, probablemente, no siempre con gran acierto. Cuando el matrimonio ejerce su función de dominio principal del desarrollo familiar, su influencia sobre cada uno de los miembros de la unidad es evidente. Pero cuando, reducido a un contrato, se resquebraja, se cierne sobre la paternidad la amenaza de la devastación. Y, se mire por donde se mire, la sociedad aún no se ha dotado de las herramientas suficientes para hacer que ese trance no dinamite el bien sobre el que vamos a reflexionar en este libro: la necesidad de padre por parte de los hijos y de hijos por parte de los padres.
En casi ningún país occidental se ha logrado superar una realidad que atenta directamente contra la revolución tranquila del padre: casi la totalidad de las legislaciones concede, en caso de separación, la custodia de los hijos mayoritariamente a la madre. En España, el porcentaje ronda el 90% de los casos.
Cómo puede afectar esto a la capacidad del hombre para seguir siendo padre es algo que aún está por estudiar. Y en este libro se recogen algunos de los avances más recientes respecto a cómo repercute la paternidad a distancia en el desarrollo de ese contrato no escrito, la mayoría de las veces deseado y siempre vitalicio, que es la relación paterno-filial.
Se recogen las docenas de datos para la esperanza que permiten a la ciencia de hoy asegurar que la ruptura del matrimonio no tiene por qué suponer la muerte civil del padre, que un nuevo entorno social creciente no tiene por qué llevarse por delante el compromiso, la presencia, el apoyo, la permanencia de la figura del hombre/padre como pilar, en igualdad de condiciones con la mujer/madre, del cuidado y educación de la prole, y las reivindicaciones de cada vez más expertos y expertas para que las leyes recojan de una vez por todas el guante de una patria potestad paritaria, en todos los sentidos, también después del divorcio. Porque de ello saldrá reforzada la figura del padre, es cierto, pero, sobre todo, se beneficiarán los hijos y sus madres, a quienes la ausencia forzada de aquél también afecta, por supuesto.
En este viaje hacia la nueva paternidad, hombres y mujeres se la juegan por igual. Ambos, sea cual sea su estructura familiar, necesitan un padre para sus hijos. Y ambos están ávidos de información sobre cuáles son los mejores cauces para potenciar los lazos entre el progenitor y sus criaturas. Porque, cuanto más sabemos de esos lazos, más cierto se nos antoja que los padres no son madres con barba. En las diferencias (unas veces sutiles, otras radicales) del comportamiento maternal y paternal residen las mayores riquezas que podemos legar a nuestros hijos, y es nuestra responsabilidad (de padres y madres) conocerlas, respetarlas, potenciarlas y darles el cauce necesario para su desarrollo completo.
En casi ningún país occidental se ha logrado superar una realidad que atenta directamente contra la revolución tranquila del padre: casi la totalidad de las legislaciones concede, en caso de separación, la custodia de los hijos mayoritariamente a la madre. En España, el porcentaje ronda el 90% de los casos.
Cómo puede afectar esto a la capacidad del hombre para seguir siendo padre es algo que aún está por estudiar. Y en este libro se recogen algunos de los avances más recientes respecto a cómo repercute la paternidad a distancia en el desarrollo de ese contrato no escrito, la mayoría de las veces deseado y siempre vitalicio, que es la relación paterno-filial.
Se recogen las docenas de datos para la esperanza que permiten a la ciencia de hoy asegurar que la ruptura del matrimonio no tiene por qué suponer la muerte civil del padre, que un nuevo entorno social creciente no tiene por qué llevarse por delante el compromiso, la presencia, el apoyo, la permanencia de la figura del hombre/padre como pilar, en igualdad de condiciones con la mujer/madre, del cuidado y educación de la prole, y las reivindicaciones de cada vez más expertos y expertas para que las leyes recojan de una vez por todas el guante de una patria potestad paritaria, en todos los sentidos, también después del divorcio. Porque de ello saldrá reforzada la figura del padre, es cierto, pero, sobre todo, se beneficiarán los hijos y sus madres, a quienes la ausencia forzada de aquél también afecta, por supuesto.
En este viaje hacia la nueva paternidad, hombres y mujeres se la juegan por igual. Ambos, sea cual sea su estructura familiar, necesitan un padre para sus hijos. Y ambos están ávidos de información sobre cuáles son los mejores cauces para potenciar los lazos entre el progenitor y sus criaturas. Porque, cuanto más sabemos de esos lazos, más cierto se nos antoja que los padres no son madres con barba. En las diferencias (unas veces sutiles, otras radicales) del comportamiento maternal y paternal residen las mayores riquezas que podemos legar a nuestros hijos, y es nuestra responsabilidad (de padres y madres) conocerlas, respetarlas, potenciarlas y darles el cauce necesario para su desarrollo completo.
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Puede que no todos los lectores de este libro seáis padres. Pero todos sois o habéis sido hijos. Buena parte de lo que sabéis de la paternidad lo aprendisteis en el espejo de vuestro propio padre. Cómo os enseñó a montar en bicicleta, a sostener un destornillador o a cuadrar una división. Cómo y cuándo estuvo presente o ausente. Habéis aprendido a través de su sabiduría, o quizás de sus torpezas. Conocéis la importancia de un padre porque sólo vosotros sabéis cuán fundamental fue el vuestro para vosotros: el que aún os acompaña, el que murió joven, el que bebía demasiado, el que se entregó demasiado a su trabajo, el que dejó todo por vosotros, el que os salvó la vida... ¡quién sabe!
Quizás tengas la suerte de admirar a tu padre y poder seguir recibiendo de él los consejos que tú transmitirás a tus hijos, compartiendo con él el café de los días pasados y disfrutando juntos de la llegada a la familia de una nueva generación. En ese caso, serás consciente de que la Providencia te ha regalado un bien que quieres perpetuar en los nuevos e infantiles portadores de vuestro ADN.
Quizás seas consciente del influjo de los padres sobre los hijos por el daño que a ti te produjo la ausencia del tuyo. Porque te lo arrebató una muerte prematura, porque no llegaste a conocerlo, porque su función la suplieron varios hombres que entraron y salieron de la vida de tu madre, porque te fue robado por una injusta decisión de un Tribunal de Familia, porque sencillamente te abandonó... Conoces la importancia del padre por el vacío que dejó en tu alma o porque no fue lo suficientemente atento con sus obligaciones.
Sea cual sea tu caso, el nuestro, la experiencia es la fuente de una constatación que se eleva ya como un grito al aire en la sociedad del siglo XXI: necesitamos a los padres. Y nosotros mismos, como progenitores de nuevo cuño, tenemos la responsabilidad de sentar las bases de un revolucionario concepto de pater familias, un nuevo hombre que recoja las virtudes de nuestros padres presentes y rompa de una vez por todas la cadena de transmisión de sus ausencias (personales, legales, sociales...), un nuevo espejo en el que se vean reflejados nuestros hijos y nuestros nietos y que no perpetúe los errores que generación tras generación se han cometido sobre la figura del hombre/padre.
Quizás tengas la suerte de admirar a tu padre y poder seguir recibiendo de él los consejos que tú transmitirás a tus hijos, compartiendo con él el café de los días pasados y disfrutando juntos de la llegada a la familia de una nueva generación. En ese caso, serás consciente de que la Providencia te ha regalado un bien que quieres perpetuar en los nuevos e infantiles portadores de vuestro ADN.
Quizás seas consciente del influjo de los padres sobre los hijos por el daño que a ti te produjo la ausencia del tuyo. Porque te lo arrebató una muerte prematura, porque no llegaste a conocerlo, porque su función la suplieron varios hombres que entraron y salieron de la vida de tu madre, porque te fue robado por una injusta decisión de un Tribunal de Familia, porque sencillamente te abandonó... Conoces la importancia del padre por el vacío que dejó en tu alma o porque no fue lo suficientemente atento con sus obligaciones.
Sea cual sea tu caso, el nuestro, la experiencia es la fuente de una constatación que se eleva ya como un grito al aire en la sociedad del siglo XXI: necesitamos a los padres. Y nosotros mismos, como progenitores de nuevo cuño, tenemos la responsabilidad de sentar las bases de un revolucionario concepto de pater familias, un nuevo hombre que recoja las virtudes de nuestros padres presentes y rompa de una vez por todas la cadena de transmisión de sus ausencias (personales, legales, sociales...), un nuevo espejo en el que se vean reflejados nuestros hijos y nuestros nietos y que no perpetúe los errores que generación tras generación se han cometido sobre la figura del hombre/padre.
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Quizás sirva para ello conocer que la paternidad es un instinto también biológico. Y que de parte de lo que has sentido o sentirás como padre es responsable una bendita combinación de hormonas. Desde el punto de vista del hombre actual, debería resultar reconfortante la constatación de que existe el instinto paternal y de que la naturaleza masculina también tiene sus peculiaridades intransferibles durante el embarazo, el parto y la crianza.
Pero también es necesario reivindicar que el padre ocupa un lugar emocional en el desarrollo sano de sus hijos, y que ese lugar viene avalado por una creciente acumulación de evidencias científicas, desde la psicología y la pediatría.
Quizás sirva también saber que la necesidad de padre es una constante en la evolución de los hijos, pero que su manifestación varía en función de su crecimiento. La relación padre/hijo, que comienza desde el momento mismo de la fecundación (quién sabe si no antes), se despliega a través de la biografía mutua, mientras el pequeño crece y el mayor envejece, enriqueciéndose uno a otro. El hijo madura a la par que el padre cambia. Y la influencia del menor sobre el mayor es igualmente decisiva: un hijo te hace más responsable, más compasivo, más competente, más equilibrado, más tierno, más decente. "Cambia tu vida para siempre y para bien", como escribe el médico estadounidense Kyle D. Pruett.
Y servirá también analizar qué está haciendo nuestro mundo con la figura del padre y hasta qué punto la amenaza de su muerte civil y legal es una realidad contra la que se puede combatir.
Pero lo que verdaderamente será útil es que iniciemos la andadura con la confianza de que el hombre/padre ha prendido la mecha de una revolución que ya no tiene marcha atrás y la seguridad de que, hagas lo que hagas, siempre albergarás la sensación de que pudiste hacerlo mejor.
Como nos dictó Enrique Jardiel Poncela: "Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre".
NOTA: Este texto es una versión editada de la introducción de TE NECESITO, PAPÁ, el más reciente libro de JORGE ALCALDE, que acaba de publicar la editorial Libros Libres.
Pero también es necesario reivindicar que el padre ocupa un lugar emocional en el desarrollo sano de sus hijos, y que ese lugar viene avalado por una creciente acumulación de evidencias científicas, desde la psicología y la pediatría.
Quizás sirva también saber que la necesidad de padre es una constante en la evolución de los hijos, pero que su manifestación varía en función de su crecimiento. La relación padre/hijo, que comienza desde el momento mismo de la fecundación (quién sabe si no antes), se despliega a través de la biografía mutua, mientras el pequeño crece y el mayor envejece, enriqueciéndose uno a otro. El hijo madura a la par que el padre cambia. Y la influencia del menor sobre el mayor es igualmente decisiva: un hijo te hace más responsable, más compasivo, más competente, más equilibrado, más tierno, más decente. "Cambia tu vida para siempre y para bien", como escribe el médico estadounidense Kyle D. Pruett.
Y servirá también analizar qué está haciendo nuestro mundo con la figura del padre y hasta qué punto la amenaza de su muerte civil y legal es una realidad contra la que se puede combatir.
Pero lo que verdaderamente será útil es que iniciemos la andadura con la confianza de que el hombre/padre ha prendido la mecha de una revolución que ya no tiene marcha atrás y la seguridad de que, hagas lo que hagas, siempre albergarás la sensación de que pudiste hacerlo mejor.
Como nos dictó Enrique Jardiel Poncela: "Por severo que sea un padre juzgando a su hijo, nunca es tan severo como un hijo juzgando a su padre".
NOTA: Este texto es una versión editada de la introducción de TE NECESITO, PAPÁ, el más reciente libro de JORGE ALCALDE, que acaba de publicar la editorial Libros Libres.