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CRÓNICA NEGRA

De la porquería del Guadalquivir a los cadáveres en la basura

Son unos niños malos de Sevilla los que tienen en jaque al Ministerio del Interior, la policía andaluza y la justicia. Toda España puede darse cuenta de que la ley apenas tiene herramientas para hacer que digan la verdad. Llevan casi dos meses mintiendo, despistando, haciendo que se gaste el dinero público en, por ejemplo, vuelos de helicóptero sobre las aguas turbulentas del Guadalquivir.

Son unos niños malos de Sevilla los que tienen en jaque al Ministerio del Interior, la policía andaluza y la justicia. Toda España puede darse cuenta de que la ley apenas tiene herramientas para hacer que digan la verdad. Llevan casi dos meses mintiendo, despistando, haciendo que se gaste el dinero público en, por ejemplo, vuelos de helicóptero sobre las aguas turbulentas del Guadalquivir.
Mientras los polis de a pie se metían en el cieno hasta la cintura, políticos como el delegado del Gobierno en Andalucía se metían en el barro hasta las orejas con declaraciones sin ningún sentido, como ésa de que los investigadores estaban al 99,99 por ciento seguros de que el cuerpo de Marta del Castillo estaba en el agua porque tres de los niñatos habían llevado a los agentes al mismo punto por separado.

¡Señor delegado, cómo se la han colado! Son declaraciones que revelan un descontrol total sobre los delincuentes y una práctica incapacidad para manejar la situación ante una banda de aficionados duros como el pedernal. El sistema convierte en peliaguada hasta la más pequeña de las gestiones, como preguntar a estos presuntos asesinos dónde escondieron el cuerpo de la niña.

A estas alturas, en Sevilla, perla rutilante del país que tiene fama de ser el que más cocaína consume de todo el mundo, sin que se hayan oído las protestas del Gobierno ZP por este baldón, se busca entre la confusión y el ardor un alijo de cien kilos de nieve, sustraídos de la jefatura de policía, y a una niña de unos cincuenta kilos de peso que cayó en una trampa de traidores que podrían formar una banda dedicada a practicar abusos sexuales y no se sabe qué otras actividades.

Con un pie en las procesiones y el espíritu iluminado por la Feria de Abril, los sevillanos, indignados, se preguntan ahora si aparecerá el cuerpo de Marta en un vertedero. Toca remover 50.000 toneladas de porquería.

Digamos enseguida que a la policía española no se le dan bien los basureros. Se pasó un verano entero en Puertollano, Ciudad Real, dando vueltas a los detritus en busca de la pistola del Asesino de la Baraja, la célebre Tokarev que se trajo aquel larguirucho amante del as de copas de las misiones de paz. Tras revolcarse en el hedor y la suciedad, con entrega digna de mejor causa, los agentes no fueron capaces de encontrarla. Tal vez porque el del naipe nunca abandonó la pistola donde dijo. Pero eso sí, los sabuesos se pusieron de m... hasta el gorro, y no se quitaron el olor de encima hasta noviembre.

En otra operación que tuvo mucho mérito y gran despliegue, esta vez en Barcelona, se buscó a Cristina Bergua, todavía hoy en paradero desconocido, en un basurero infecto lleno de toneladas de residuos orgánicos; pero fue imposible confirmar un chivatazo que se reveló más falso que Judas.

En Sevilla se han pasado 54 días tras la pista confusa de Marta y dos semanas cribando el río, haciendo que pasara el agua por un tamiz y hasta inventado un rastrillo que ha estrujado el cieno con dedazos de hierro. Sin resultados. En tanto, el presunto asesino confeso, inconfeso y mártir perpetraba otro bulo tan gordo como el del cenicero de Andrea Camilleri en La muerte de Amalia Sacerdote, pero esta vez con maniquí y silla de ruedas: nueva reconstrucción en la presunta escena del crimen, otra operación desesperante que llevará a las fuerzas del orden a chapotear entre desperdicios. Mientras, la familia de Marta se retuerce de dolor.

Hay un chico de veinte, otro de diecinueve, un adulto de treinta y nueve y un menor de quince tacos, porque toda banda o asociación para delinquir, desde la puesta en marcha de la Ley del Menor, procura tener un menor entre sus miembros. Los menores sirven para todo: cargan con los trabajos más difíciles, y si al final resultan pringados con la peor parte, apenas pagan por el delito. Así que, como no podía ser menos, han acabado acusando al pequeño de lo más grave, y éste ha retirado sus acusaciones contra los otros.

Con las nuevas declaraciones, por lo menos se ha comprobado una verdad: se encontró una navaja de mariposa en una alcantarilla. En cambio, no sabemos si, como se teme, en medio de una juerga tendieron una trampa a la niña (su antigua pareja pudo servir de cebo; delito por tanto del negociado de Bibiana Aído, por la igualdad), la sometieron a abusos, vejaciones, torturas y sabe el diablo qué más. Quizá dejaron marcas, por lo que si se encuentra el cadáver en buen estado podría saberse cuántos fueron, cómo actuaron y el motivo por el que se ocultan detrás del más pequeño.

Entre tanto, los finos políticos del Cocainato deberían irse pensando si haber consumido nieve para matar no debiera ser un agravante en vez de, como ahora, un atenuante, puesto que si alguien es sorprendido conduciendo drogado a toda velocidad no recibe precisamente una rebaja en la condena. Para que lo sepan: los delitos han cambiado, y los asesinos se quitan la inhibición con un buen esnifado.

En el ayuntamiento gallardonero de Madrid, los políticos metidos por fin en la basura se plantean multar a los vecinos que no reciclen; pero de castigar a los que tiren cadáveres al contenedor ni siquiera han hablado. ¡Qué falta de previsión!


FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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