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PANORÁMICAS

Cuando Buñuel encontró a Hitchcock

En 1972 se celebró en Los Ángeles una reunión de fantasmas. El invitado de honor la describió así: "(...) vimos entrar, medio llevado por una especie de esclavo negro provisto de enormes músculos, a un viejo espectro vacilante, con un parche en el ojo (...) Se celebraba en mi honor una extraña reunión de fantasmas que nunca se habían encontrado así reunidos y que hablaban todos de los good old days, los buenos viejos tiempos".


	En 1972 se celebró en Los Ángeles una reunión de fantasmas. El invitado de honor la describió así: "(...) vimos entrar, medio llevado por una especie de esclavo negro provisto de enormes músculos, a un viejo espectro vacilante, con un parche en el ojo (...) Se celebraba en mi honor una extraña reunión de fantasmas que nunca se habían encontrado así reunidos y que hablaban todos de los good old days, los buenos viejos tiempos".

De todos esos fantasmas el más extraordinario, junto al del parche en un ojo, era uno

todo rechoncho y sonrosado, [que] se dirigía a mí con los brazos extendidos. Tampoco le conocía personalmente, pero sabía que en varias ocasiones había cantado públicamente mis alabanzas. Se sentó junto a mí y, luego, exigió estar a mi izquierda durante la comida. Con un brazo pasado sobre mis hombros, casi echado sobre mí, no cesaba de hablar de su bodega, de su régimen (comía muy poco) y, sobre todo, de la pierna cortada de Tristana: "¡Ah, esa pierna!".

Ya habrán adivinado que el fantasma que recuerda aquella comida espectral es Luis Buñuel. Aprovechando que se encontraba en Hollywood promocionando El discreto encanto de la burguesía, George Cukor le organizó en su mansión un encuentro con viejas glorias americanas que admiraban al que era su par en el arte cinematográfico aunque se encontrase en los antípodas del cine vinculado a la industria y a la cultura pop que practicaban, agárrense, John Ford, el tipo del parche y el negro, Billy Wilder, George Stevens, Robert Mulligan, William Wyler, Robert Wise y Rouben Mamoulian. El viejo Ford no pudo quedarse a la foto de grupo, murió poco después, y Fritz Lang no asistió, aunque Buñuel pudo ver al día siguiente, y reverenciar su estilo iconoclasta, al hombre que le infectó el virus de los veinticuatro fotogramas por segundo.

No es de extrañar que Hitch quisiera estar sentado durante el almuerzo y luego en la foto a la izquierda de Buñuel. A la izquierda, no a la derecha. La izquierda representa lo siniestro, lo perverso, el lado tenebroso de la realidad. Y el director inglés que fue proclamado por los americanos como el mago del suspense y por los franceses como el rey escondido del cinematógrafo reconocía en el agreste director español a su alma gemela. Un hombre que, como hacía él mismo, podía rodar una escena de amor como si fuera un asesinato y una secuencia sobre un crimen como si fuese la filmación de un orgasmo.

Los pasadizos y los laberintos que unen la obra de uno y otro son explorados, investigados y expuestos con precisión entomológica y voluntad arqueológica por Jesús González Requena (JGR) en la exposición Escenas fantasmáticas. Un diálogo secreto entre Alfred Hitchcock y Luis Buñuel, comisariada por Francisco Baena, que hasta julio pueden visitar y admirar en el Centro José Guerrero de Granada.

Desde su cátedra en la Complutense, JGR es uno de los talentos más grandes del análisis cinematográfico en España. Además de su formación psicoanalítico-lacaniana (no teman, no muerde), que da un empaque teórico ligeramente delirante a sus exposiciones, JGR tiene un ojo-que-todo-lo-ve que para sí quisiera Sauron, el señor de Mordor. En los fotogramas, es capaz de fijarse en detalles que, a modo de firma secreta, descubren significados hasta ese momento ocultos. Como dice el maestro en la entrevista que le hicieron con motivo de la inauguración:

Me parece imprescindible hablar de las imágenes desde las mismas imágenes, de-le-tre-án-do-las... manipulándolas... para que hablen un poquito más. Las imágenes pueden decir más de lo que parece. Se trata de crear el contexto adecuado, establecer las conexiones justas... Entonces las imágenes se muestran.

A esa labor de desvelamiento de una obra mil veces vista como la de Hitchcock, desgraciadamente menos por lo que respecta a Buñuel, es a lo que se dedica el juego de contrastes, encuentros y conflictos entre las imágenes de sus películas en el museo. Y es que, como dijo el español:

El cine es un arma maravillosa y peligrosa, si la maneja un espíritu libre. Es el mejor instrumento para expresar el mundo de los sueños, de las emociones, del instinto. Es, entre todos los medios de expresión humana, el que mejor imita el funcionamiento de la mente en estado de sueño. (...) El tiempo y el espacio se hacen flexibles, se encogen y alargan a voluntad; el orden cronológico y los valores relativos de duración no responden ya a la realidad; la acción de un círculo es transcurrir, en unos minutos o en varios siglos. El cine parece haberse inventado para expresar la vida subconsciente.

A través de un par de decenas de proyecciones, entre televisiones de tubo, LCD y proyectores, JGR ha puesto a discutir a Buñuel y Hitchcock planteándoles preguntas y dejando que los autores cinematográficos respondan a través de sus películas. Las preguntas les darán una idea de por dónde van los tiros y las imágenes:

¿Por qué el centro de gravedad se localiza en una gran cama de matrimonio? ¿Cuál es el enigma de la sangre turbadora? ¿Qué hacer con ese ardor imposible? ¿Cuáles son los secretos que oculta el retrete? ¿Qué crimen está en el origen de la mancha? ¿Por qué hay siempre un pasillo que aguarda a ser atravesado? ¿A qué velocidad se hunden las cosas que deberían quedar ocultas para siempre? ¿Por cuenta de quién corre ese parricidio? ¿Por qué es tan difícil afeitarse? ¿Por qué posee Ella ese poder paralizante? ¿Por qué es negro el fuego del Fénix? ¿Qué es lo que las hace fascinantes cuando están arrodilladas? ¿Cuál es el deseo del que el campanario es cifra? ¿Qué es lo que late en el centro de la pesadilla? ¿Qué hay de venenoso en un vaso de leche? ¿Por qué no me quieres, mamá?

Mientras la ciudad de Granada se sobrecogía al paso de las procesiones de Semana Santa, yo sentía lo mismo, un estremecimiento de la columna vertebral a la altura de las cervicales y un erizamiento del vello, cuando día tras día me sentaba en las no excesivamente cómodas sillas del minimalista y metafísico Centro José Guerrero (al fin y al cabo, un museo debe estar más cerca de la concepción autoral referida a Buñuel, sesgada hacia lo monacal, que a la palomitera y de cómodas butacas de Hitchcock... ¿o no?) para contemplar a esta Cofradía del Oscuro Objeto de Deseo –Buñuel el perverso y Hitchcock el pervertido– en las estaciones de penitencia adornadas con flores del mal: de la necrofilia a la coprofilia, pasando por el asesinato, la tortura y el bdsm (bondage, disciplina y dominación, sumisión y sadismo, masoquismo).

Si la sublimación consiste, como postuló Freud, en la conversión de los intereses y pasiones bajos y socialmente poco aceptables en actividades muy bien valoradas (la ciencia, la religión, el arte), esta confrontación que ha orquestado JGR entre las imágenes surgidas de las mentes de esos dos enfermos sexuales que fueron Hitchcock y Buñuel nos muestra el valor y la complejidad de la inteligencia creadora cuando se trata de mostrar mediante símbolos lo que socialmente ha de ser reprimido.

Y mientras la exposición termina de ser programada en otras ciudades, pueden ir haciendo sesiones dobles con Vértigo y Viridiana –sobre la necrofilia–, Marnie la ladrona y Belle de jour –sobre el sadismo y el masoquismo sexual–, Extraños en un tren y Ensayo de un crimen– y es que todos somos asesinos... en potencia– y Psicosis y Él –pero ¿no estamos todos (un poco) locos?–, para comprobar por ustedes mismos por qué algunos no estamos hechos de la materia de los sueños sino de la de las pesadillas, ese lugar donde se combinan lo bello y lo siniestro.

 

Exposición Escenas fantasmáticas, un diálogo secreto entre Alfred Hitchcock y Luis Buñuel. Autor: Jesús González Requena. Collage fílmico. Comisario: Francisco Baena. Centro José Guerrero. Granada. Hasta el 10 de julio. Entrada gratuita.

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