Desde que empezó la actual campaña electoral, el Partido Popular ha recibido una docena de agresiones, tanto físicas, en las personas de sus candidatos, como materiales, "concretizadas" en los inmuebles donde están ubicadas sus sedes. O sea, que parece que sí hay gente que anda algo crispada. Pero tampoco hay que achacar toda la culpa a los defensores de la libertad, la democracia y el feminismo que se reúnen para apalear a dos candidatas del partido centrorreformista, pongamos por caso, pues en realidad no hacen sino responder de forma proporcionada a la crispación que provoca el partido de sus rivales.
Durante el interregno progresista de la II República, periodo en que los derechos humanos, la justicia y las libertades públicas alcanzaron su cenit, sucedió un caso que resulta paradigmático respecto a la crispación que al parecer vivimos hoy. Pasó que un grupo progresista formado por gentes de izquierda se enzarzaron en una pelea callejera con un cura, el cual quedó bastante mal parado. Pero lo interesante del caso no es constatar el respeto por las ideas ajenas que los comandos del talante siempre han exhibido, sino el texto del atestado realizado por la fuerza pública de la época, también muy progresista. Decía más o menos así:
Estando los señores Fulano, Mengano, etc., en la puerta del bar sito en el número X de la calle Y, el sacerdote católico Z pasó por delante de ellos. Ante tal provocación...
Lo que demuestra que también en aquella época la derechona extremista crispaba que daba gusto y que, asimismo, las fuerzas de progreso se defendían con energía.
La gente de izquierdas, no digamos si encima pertenece al gremio kultureta, se crispa con mucha facilidad. Lo hemos visto recientemente en las declaraciones de intelectuales prestigiosos como Almudena Grandes, que proponía fusilar a dos o tres locutores derechistas (¡cada día!), o la propuesta de establecer un cordón sanitario para aislar a la derechota, patrocinada por los muecines de la farándula. Es por eso que el centrorreformismo guerracivilista debiera ser mucho más cuidadoso con sus actitudes durante las campañas electorales.
Por ejemplo, si hay un comando del talante crispado porque la derecha puede arrasar en las elecciones a un municipio determinado y para dar salida a tanta tensión no tiene más remedio que repartir algún pescozón entre los candidatos rivales, lo saludable en términos democráticos es que el PP retire la candidatura y deje el camino libre a las fuerzas de progreso. Porque, ¿qué es la democracia en términos progresistas? Un sistema de gobierno diseñado para que mande la izquierda, la única con títulos para gobernar, como le gustaba decir al verrugas en su época.
Ahora bien, si los enemigos de la democracia, es decir todos los demás partidos, intentan aprovecharse de los resortes del sistema para presentarse a las elecciones y, lo que es más grave, ganarlas (no digamos si encima lo hacen por mayoría avasalladora, como en algunas comunidades), llega un momento en que los detentadores legales de la voz del pueblo tienen que plantarse y defender sus intereses frente a la utilización espuria de la democracia burguesa por sus enemigos ancestrales.
Un partido de derechas está muy bien como elemento exótico, para dar cierta apariencia de pluralidad al sistema, en el bien entendido de que su papel es meramente decorativo. Están en juego las concejalías de urbanismo de muchos pueblos costeros, y hasta ahí podía llegar la broma.