Llega como agua fresca, un borbotón de posibilidades, la novela Crímenes exquisitos, de la editorial Versátil, escrita a cuatro manos por Vicente Garrido y Nieves Abarca. Comienza con ella la novela policial escrita por quien sabe de lo que habla. Es la primera novela española con criminólogo, y la novela para todos los que se sientan criminólogos.
Hartos ya de novelitas en las que el escritor nos habla de pistolas con tambor y policías envidiosos que le quitan la licencia al detective por huelebraguetas, nos llega una novela que desde el principio da mucho más. Uno de los autores, Vicente Garrido Genovés, es el ilustre profesor de Valencia que contribuyó, gracias a su pericia para establecer perfiles, a la captura de Chimo Ferrándiz, el asesino en serie de Castellón. Garrido domina el procedimiento policial y judicial.
No aparecerá un juez dándole a la maza para concluir un juicio, ni inspectores relegados a dirigir el tráfico. Además, la trama es sólida, bien elaborada. Los crímenes son horribles, pero cultos, racionales.
En un lago aparece el cadáver de una joven. Parece la Ophelia de Millais. Búsquenla en internet: se quedarán con la boca abierta. Esta novela es un novelón de ochocientas páginas, fiable como un reloj suizo, y su mecanismo responde en todo momento a un artefacto muy preciso.
Al escribir, Garrido y Abarca no se dejan amordazar por las normas de lo políticamente correcto. En esta novela hace "un frío de cojones" y la protagonista se la juega de señuelo con botas de tacones de 15 centímetros y no más, como aconseja Manolo Blacknick, el de los manolos, calzado con el que ligan las chicas de Sexo en Nueva York. La gente se pone ropa de Armani y zapatos de John Smith, trajes de Hugo Boss. Las chicas van escotadas hasta la rabadilla y exhiben unos omoplatos perfectos. Hay sensualidad, glamour, bebidas sofisticadas y, sobre todo, estímulos para el intelecto.
Hay una sociedad corrompida y llena de psicópatas, Vicente Garrido es el que más sabe de psicópatas en toda España; Nieves Abarca le pone mucha intención y vicio. Es una novela negra para pasarlo bien, pero al estilo del Psycho de Bret Easton Ellis.
Los criminólogos no son los que más pueden del mundo, pero sí los que más saben de crímenes. En esta novela, el psicólogo Javier Sanjuán es el mejor criminólogo, que penetra la mente del psicópata y sortea todas sus trampas. La inspectora Valentina Negro tiene mejor delantera que el Real Madrid, y cuando se enamora mete más goles que Cristiano Ronaldo.
La novela está bien escrita y habla de lo que hace estragos en la modernidad que vivimos: el sexo sado, la química que pone alas, el tráfico de sustancias perseguidas y el dinero con poder. Hay un cacique que todo lo puede, mujeres que se doblegan y unas víctimas a las que sorprenden a veces por culpa de sus vicios.
Hay asesinos en serie, asesinos puntuales y asesinos. Todos admirablemente bien retratados.
La novela tiene al menos tres finales: uno para Valentina Negro, con más canalillo que el trasvase Tajo-Segura; otro para Javier Sanjuán, el criminólogo que descubre la admiración al final de una larga pierna que empieza en un zapato de tacón y acaba en un tanga de hilo dental; y otro para las víctimas que reciben el consuelo del final de los pecados. Los que sientan curiosidad por los peligros de la noche pueden ponerse aquí la máscara. Sentirán el temblor y el miedo, de la mano del mejor conocedor científico de los psicópatas, que ahora los convierte en personajes de novela.
Bienvenido, profesor, a la literatura con mayúsculas; todos verán que no le importa remangarse. Ni mirar por el ojo de la cerradura. Crímenes exquisitos, en una prosa exquisita. Enhorabuena.