Menú
PANORÁMICAS

Cine de barrio

Obaba, Princesas y Ninette fueron las películas elegidas por la Academia para optar al Oscar al mejor film de habla no inglesa. Se supone que eran las mejores o que eran las más apetecibles para el jurado de la industria norteamericana, popular a la vez que elitista. Para ello se ha obviado a la que es sin duda la mejor película española del año, la ópera prima de Mercedes Álvarez: El cielo gira.

Obaba, Princesas y Ninette fueron las películas elegidas por la Academia para optar al Oscar al mejor film de habla no inglesa. Se supone que eran las mejores o que eran las más apetecibles para el jurado de la industria norteamericana, popular a la vez que elitista. Para ello se ha obviado a la que es sin duda la mejor película española del año, la ópera prima de Mercedes Álvarez: El cielo gira.
Detalle del cartel de OBABA.
Frente al riesgo que implicaba apostar por una desconocida, aun con el respaldo de los numerosos premios recibidos en varios festivales y el aplauso unánime de la crítica, la Academia del Cine Español, que juega habitualmente al progresismo político de salón, se ha decantado por opciones cinematográficas conservadoras, estéticamente intrascendentes.
 
Finalmente, la seleccionada ha sido Obaba, de Montxo Armendáriz. El director navarro ha declarado, tras la propuesta de la Academia, que Hollywood no le interesa. Seguramente, el poco interés será recíproco. Porque Obaba es una película deficiente, mal estructurada, con un guión que en ningún momento consigue articular las diferentes historias que se cruzan. Una dirección plana y unos intérpretes para los que es materialmente imposible dar vida a unos personajes desvaídos componen un mosaico de ocurrencias que nunca llegan a dar la talla de una gran narración.
 
A partir de un conjunto de relatos de Bernardo Atxaga, con el que trata de recrear un País Vasco mítico y mitificado, adánico y rural, la propuesta de Armendáriz se disuelve en la inconcreción. El núcleo del argumento consiste en una estudiante de periodismo que ha de grabar como trabajo de clase un vídeo sobre el pueblo que da nombre a la película. Así trata Armendáriz de construir una metáfora pretendidamente profunda sobre la difuminación de la frontera entre la realidad y la ficción, un tema muy de moda aunque en el fondo banal, en el mejor de los casos, o tremendamente reaccionario, en el peor. Del caleidoscopio caótico de anécdotas vitales, la mejor es la del chaval judío que tiene una visión durante una misa católica. Sin embargo, Armendáriz se las apaña para estropear también esa bella historia, ofreciendo una explicación mundana que cinematográficamente hubiera funcionado mejor en la ambigüedad de la insinuación.
 
Detalle del cartel de PRINCESAS.La película de Fernando León de Aranoa no decepcionará a sus seguidores, pero sí al resto. En cierto sentido, incluso también a los primeros. El tono triste y reflexivo de sus anteriores películas se continúa en Princesas, la historia de dos prostitutas. Las preocupaciones sociales de León de Aranoa es otra de sus constantes. Candela Peña da vida a Caye, una prostituta española, romántica, con buen fondo y una familia un tanto deprimida y deprimente de clase media baja. Micaela Nevárez hace el papel de Zulema, una inmigrante dominicana que ha encontrado en la prostitución una manera de ganarse la vida, aunque un policía se aprovecha de ella con la promesa de una legalización que nunca llega.
 
Como en el caso de Armendáriz, la dirección de León de Aranoa no arriesga ni innova absolutamente nada. Es una especie de cine de barrio pseudoprogresista que no ha avanzado un ápice desde el costumbrismo social de Martínez Soria e incluso Lina Morgan (aunque La tonta del bote era más incisiva y tenía más mala leche). Aunque es precisamente el costumbrismo de la peluquería donde se reúnen Caye y sus amigas prostitutas lo menos malo de una película que naufraga en los discursos sentenciosos de Candela Peña (¿quién le ha dicho a Fernando León que es un buen dialoguista?). O todavía peor en los dos videoclips que le regala a Manu Chao, con una prostituta de plataformas de neón, alas de seda y desnudo angelical, en lo que constituye el momento más cursi del cine español contemporáneo.
 
Decía que ni siquiera sus acérrimos seguidores se habrán sentido satisfechos, porque dentro de la corrección política que en él es habitual, y me da la impresión de que sin pretenderlo, ha dejado al aire las querencias prohibicionistas y represoras de buena parte del feminismo oficial, que querría introducir una Ley Seca de la Prostitución, según el modelo puritano de Suecia, que castiga tanto a los clientes como a lo que eufemísticamente comienza a denominarse “trabajadoras del sexo”. Porque la prostituta que encarna Candela Peña, es evidente, ha elegido libremente su profesión. Ante la disyuntiva de trabajarse, por ejemplo, la caja de un supermercado (con un horario, un sueldo bajo y un novio que la espere a la salida) o la calle (sin rutinas, a cien euros el servicio, con clientes que la menosprecian), se ha decantado por la última sin una presión social (hambre, violencia) determinante.
 
En el centenario del nacimiento de Miguel Mihura, ¿podemos certificar su defunción definitiva como dramaturgo? Si fuera por la adaptación que ha hecho José Luis Garci de Ninette y un señor de Murcia y Ninette, Modas de París, se diría que está muerto, enterrado, y empieza a pudrirse. Su humor absurdo estaría periclitado, sus referencias caducas. Sin embargo, en Mihura hay grandes dosis de inteligencia, sarcasmo, negrura y gracia. En Ninette y un señor de Murcia resuenan los ecos del mundo claustrofóbico y enfermizo, tras una aparente y simpática felicidad banal, del Luis Buñuel de El ángel exterminador y Tristana. Lo que sucede es que las puntas afiladas de las cornadas de Mihura, Garci ni las adivina. Empeñado en hacer un cine a contracorriente, Garci realmente se encuentra varado en una tierra de nadie: entre las gracietas chabacanas de las películas de Mariano Ozores, la lentitud morosa de la etapa en que hizo Volver a empezar (una película estimable, por la que ganó un Oscar) y, horror de horrores, el destape de los 70. Artificialmente clásico, sus presuntos homenajes cinéfilos tienen el aroma de la naftalina.
 
La película que protagoniza Elsa Pataki, una marioneta escultural en manos de un director que ni roza el misterio de la liberada reprimida que es Ninette, hará las delicias de los fans televisivos de Carmen Sevilla y sus películas vespertinas y rancias, pero indignará a los que no querrían ver a Mihura convertido en un toro manso. Como en el caso de la folclórica, Garci intenta disimular las arrugas de un cine que no ha sabido envejecer con el oropel de las joyas, en este caso el cuerpo jamón de Elsa Pataki, pero el resultado es el mismo: terminan por resultar aún más en relieve las heridas del tiempo cinematográfico en contraste con la piel lozana de la actriz.
 
Las tres películas tienen en común una estructura mal hilvanada, unos diálogos huecos, unas interpretaciones forzadas. En suma, resultan teatrales, impostadas, torpes. Desde los guiones, pobres y simplistas, hasta la dirección global, a la deriva, sin una idea fuerza que articule el discurso, las películas que supuestamente mejor representan al cine español se arrastran en un viaje hacia ningún lado. Rechazadas dos de ellas, al menos, en el Festival de Venecia, son lamentablemente la representación paradigmática del promedio del cine español, que sigue respirando gracias a francotiradores como Víctor Erice, José Luis Guerín, Mercedes Álvarez, Álex de la Iglesia o, qué diablos, Santiago Segura. Difícil que alguno de ellos sea candidato alguna vez al Oscar.
 
 
Ninette (España, 2005). Dirección: José Luis Garci. Guión: José Luis Garci y Horacio Valcárcel. Intérpretes: Elsa Pataki, Carlos Hipólito. Calificación: Aburrida (4/10).
Obaba (España, 2005). Dirección: Montxo Armendáriz. Guión: Montxo Armendáriz y Bernardo Atxaga. Intérpretes: Pilar López de Ayala, Bárbara Lennie, Juan Diego Botto. Calificación: Aburrida (4/10).
Princesas (España, 2005). Dirección: Fernando León de Aranoa. Guión: Fernando León. Intérpretes: Candela Peña, Micaela Nevárez. Calificación: Aburrida (4/10).
0
comentarios