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CRÓNICA NEGRA

Casper va de farol y salto a la fama

Ángel Suárez Flores, alias Casper, es uno de esos personajes que no acaba de cuajar. Se mueve en áreas de gran turbulencia delictiva, pero no configura un fenotipo delincuencial.


	Ángel Suárez Flores, alias Casper, es uno de esos personajes que no acaba de cuajar. Se mueve en áreas de gran turbulencia delictiva, pero no configura un fenotipo delincuencial.

Se le relacionó con Emilio Rodríguez Menéndez, al que intentó asesinar la que era su esposa, una rubia explosiva que acabó en el trullo por haber ofrecido lo que nadie en la historia del crimen: un Cartier de oro, cincuenta millones de pesetas y un polvo por dar matarile al marido. El presunto sicario tenía tanta experiencia en moverse cerca de Casper, y tan poca en exterminar maridos, que acabó con un tiro en salva sea la parte.

El que disparó aquel plomo fue el chófer y guardaespaldas de Emilio, que no pudo evitar que hirieran a éste, pero sí que lo mataran. Casper andaba por entonces entre concesionarios de coches y amigos ocasionales. El sicario chungo fue cosa de la rubia, que por cierto Emilio nunca aclaró si la contrató en un casting para licenciadas económicas o para el club de los corazones solitarios.

La rubia dicen que conocía al que presidió el gabinete de crisis cuando el 23-F, Paco Laina, que de mayor se refugió en un pub con algo de vicio. Pero ella, derecha a su aprovechamiento, le dio bambú, acunó a Emilio en sus brazos, una vez que le metieron la bala, y se resignó a reconocer que había sido chica para todo. Rodríguez Menéndez, por el contrario, se las dio de víctima de una conspiración y escapó una vez más a su legión de enemigos.

Casper, que conocía a Menéndez, saltó a la fama cuando se le relacionó con el fastuoso robo a la casa de la empresaria Esther Koplowitz, en el que desapareció el valioso cuadro El columpio, de Goya, y otros 18 lienzos. El columpio estaba valorado en 12 millones de euros. Los Albertos hacían gimnasia en gabardina junto a la pared. Y recuperaron los cuadros.

Rodríguez Menéndez.Casper ha caído de nuevo en manos en la policía. Pese a su aspecto tosco, es un fino estilista. Los agentes han tenido que investigar durante semanas parea encontrar indicios de imputación. Finalmente ha dado resultado la Operación Pescador, ordenada por la Udyco, la Unidad de Drogas y Crimen Organizado. Casper estaba en Madrid, los investigadores piensan que mezclado con una banda con la que mantendría negocios.

No obstante, la persecución se inició hace varios meses, cuando se pensó que Casper seguía tentado por las viviendas de los demás: pero esto era mentira. Los investigadores en punta detectaron que podría haber cambiado de palo. Según la nueva información, Ángel elegiría viviendas de propietarios de droga... de las desaparecía mercancía. De hecho, el grupo que le detuvo lo encontró el jueves con la ayuda de la UCO, la Unidad Central Operativa.

Casper también está acusado de cometer robos con violencia, extorsiones, blanqueo de capitales; y sin embargo es el tipo más fino de su generación: no sube por las paredes pero trepa en la distancia, amante del arte antiguo, la pincelada de Goya y las mañanas al sol. Si Menéndez hubiera sido un tipo estable, habría hecho noche en su despacho.

El día de la criba, los cristales cubrían toda una pared. Estaban rajados de parte a parte. Ángel Suárez Casper con cara de pasmao vio salir gente diligente de los rincones oscuros. Igualmente identificaron locales comerciales que servían de tapadera. Los detenidos pasaron al complejo policial de Canillas. Según la hipótesis más favorable no se podía robar nada para que los protegiera.

En la actualidad, es difícil quitar la vista del convenio entre Casper y sus colegas de captura, pero no se sabe hasta dónde podrá probarse. Casper ha recuperado su calva, mira desde sus ojos de pescado helado y no sonríe porque se ha quedado sin perspectivas. El entomólogo no ha elegido por capricho. La cabeza del perseguido es la de un muchacho de la Gran Dolina. Su piel es tan terrosa como una pisada del Homo erectus. Es un hombre emparejado, tranquilo. Que quizá no consulte el reloj, sino que lea las franjas de sol sobre el empedrado. Aquí lo que falta es un pueblo donde coman con cuchara de palo y sepan bien cómo robarle la droga a los poderosos para devolvérsela a sus legítimos propietarios.

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