Javier Rubio. Tu libro, Carlos, se llama “A orillas del Sena, un español”… y es la segunda entrega de tus escritos autobiográficos, el primero de los cuales se tituló “El exilio fue una fiesta”, ¿en qué se parecen estos dos libros y en qué se diferencian?
Carlos Semprún Maura. Se parecen muchísimo, con un ego excesivo hablo de mis recuerdos, también de mi entorno, pero el personaje principal, desgraciadamente para los lectores, soy yo. En esta segunda entrega no repito lo que ya dije en el primero. Éste fue muy bien acogido y me quedé con las ganas de contar cosas que no había contado. Además, hay algo que tiene más interés que mi persona: he cambiado de opinión. Ya había en “El exilio fue una fiesta” un rechazo absoluto a mi experiencia comunista y otras experiencias de extrema izquierda. Aunque no ocurre como en los artículos que escribo, que son totalmente políticos, en el libro se mezclan una serie de cosas, de historias de mi vida y otras personas. En “El exilio fue una fiesta” quedaron pendientes un par de cosas que vengo a aclarar en este libro. Mi evolución del totalitarismo al liberalismo está más afirmada en este libro.
P. En el anterior decías que te habías reprimido en ciertos temas. En este parece que has superado esa represión. Hablas con más claridad. En especial en cuanto a Jorge, el más famoso de tus hermanos.
R. Evidentemente, estoy en desacuerdo total con mi hermano Jorge. Y, siendo mi hermano, la gente puede entender que no es fácil, aunque tampoco voy a ponerme a llorar. En “El exilio fue una fiesta” hablaba de algunas cosas, pero me autocensuré. En este, no. Forma parte de mi evolución, en la medida en que mi rechazo de lo que fui, comunista primero, luego, tras la salida del partido, militante de la extrema izquierda, para evolucionar luego hacia el liberalismo en un proceso nada repentino, sino que ha durado 50 años. Cuando escribí “El exilio... en muchas cosas todavía tenía prejuicios, como no parecer de derechas, por ejemplo. Ahora no me cuesta tanto reconocer que estoy con la derecha no sólo cuando es liberal, porque también esto constituye un insulto para la progresía, sino cuando se reafirman con razones y argumentos como liberales, entre los que hay matices. En resumen, me considero liberal y un fanático del capitalismo, algo que poca gente lo dice.
P. ¿Cómo se llega desde el comunismo y la extrema izquierda, al liberalismo y a elogiar al capitalismo?
R. A través de una serie de desilusiones. A los 18 ó 19 años vivía en los arrabales de París y luego, tras la segunda guerra mundial, en París. Y allí todos, no sólo mi hermano Jorge, eran comunistas y resistentes. Yo no había sido resistente –sólo había sufrido pasivamente las calamidades, la miseria, el frío– y tenía complejo de no haberlo sido. Quise a toda costa serlo. Y encontré mi propia “resistencia” en España en el PCE clandestino. Después tuvo lugar el XX Congreso del PCUS, la represión soviética en Hungría en 1956, y aquello me hizo irme del PC, no inmediatamente sino a los pocos meses. Después pasé por una serie de experiencias muy vívidas. Hablando de España, la muerte de Franco fue para mí algo positivo, después hubo la desilusión absoluta con el llamado felipismo. Lo mismo ocurrió en todo el mundo, en Francia con la victoria inmensa, pero desgraciadamente grotesca, de Mitterrand. A medida que me iba encontrando en situaciones nuevas, la izquierda me defraudaba. En cambio, todo lo que había sido enemigo se convertía en amigo. Y aunque toda la derecha no era firmemente anticomunista, los únicos anticomunistas que ha habido eran de derechas o liberales. En cambio, la izquierda, incluso la antisoviética, era en el fondo soviética. Había críticas, pero cuando había que votar, se votaba por la izquierda prosoviética y jamás por la derecha. Y así durante años. Por ello era muy importante para mí contar lo que no había precisado en “El exilio fue una fiesta”.
P. Tu destino se ha visto muy condicionado por la vinculación de tu padre con la Segunda República de la que fue embajador, algo que determina tu vida al dejarte en el exilio desde 1936. Años más tarde, te enfrentas, casi naturalmente, al franquismo. ¿Cómo veías el franquismo entonces y cómo lo ves ahora? ¿Te atreves a juzgarlo con más frialdad, a reconocer sus luces y sus sombras a pesar de haber estado biográficamente tan condicionado por él?
R. Puedo decir tranquilamente que fui y soy antifranquista, lo que no quiere decir que los antifranquistas, los míos, fueran los buenos, ni siquiera que tuviésemos la razón. Se trata de una postura personal, la mía. Me parece que el franquismo fue una dictadura infinitamente menos mala que el nazismo o el comunismo. Tampoco creo que Franco nos evitara una dictadura comunista.
P. ¿No?
R. No, porque en los acuerdos secretos entre Hitler y Stalin en Berlín a partir del 37, se contemplaba la victoria de Franco. A cambio, la URSS y Stalin, que era dueño de todo, se le cedía parte de Polonia y los países bálticos. Esto está publicado en libro que citan los documentos. A partir del 38, se van las brigadas internacionales. Los soviéticos ya no envían ni un arma más, a pesar de estar pagadas, como todo el mundo sabe. Otro dato, todos los dirigentes del PC español estaban en Moscú, bastante antes de la victoria de Franco. Como he vivido en España bajo el franquismo, sigo siendo muy crítico con la dictadura. Si me dicen si prefiero a Castro o Pinochet, digo que a ninguno de los dos. Pero cuando digo, ante los escandalizados progres franceses, que los años cincuenta en España no eran tan duros, no me creen.
P. Lo cierto es que un dictador de derecha, como Pinochet, es capaz de retirarse y dar paso a un régimen democrático. Pero no hay constancia de ninguna dictadura comunista que evolucione hacia un régimen de libertades...
P. Para algunos la aparición de una clase media amplia…
R. Eso era una apertura al mundo, el socialismo falangista se rompía, el capitalismo tenía puertas más abiertas. El dinamismo del capitalismo, el dinamismo de los intercambios internacionales… empezó a notarse en España bajo la dictadura de Franco, que creo que no entendía de economía.
P. Una de las facetas menos conocida de tu trabajo es la de dramaturgo. A pesar de que has escrito más de 80 obras.
R. Sí, son 80 obras, a lo mejor más. Pero la mayoría, el 80%, son obras radiofónicas. Algunas son obras de 20 o 30 minutos. Varias se han representado en teatros. Empecé a escribir teatro para pasar el tiempo, entre cita clandestina y cita clandestina, en Madrid en el año 54 y 55. No sé por qué, podía haber escrito cuentos, pero me dio por escribir teatro. Lo pasaba muy bien. Algunas las adapté, otras las traduje yo o alguna de mis hermanas. Y se representaron en teatros y seguí, seguí, seguí…
P. ¿Nunca tuviste la aspiración de tener un éxito como el de Arrabal?
R. Esa aspiración la tiene todo el que escribe. Tuve éxitos, pero no comparables con los de Arrabal. Tuve bastante buena acogida en dos adaptaciones, una del cubano y otra del ruso.
P. Otro libro tuyo publicado en España y con ingrediente autobiográficos es “Vida y Mentira de Jean Paul sastre”. ¿Por qué escribiste un libro sobre Sartre?
P. ¿Pero no apareció en la editorial Tusquets?
R. Antonio López Lamadrid me pidió que escribiera un libro anticomunista. Yo propuse hacer un libro de varios autores, pero les parecío muy caro. Al final, nos decidí por el personaje de Jean Paul Sastre, para través de él criticar el comunismo. Me lo aceptaron. Ocurrió que mi amadísimo hermano Jorge tenía previsto publicar un libro que se llamaba “Federico Sánchez se despide de ustedes”. Entonces, Javier Pradera le dijo a Beatriz de Moura que si publicaba mi libro, él le daba el suyo a otra editorial. Se rajaron, claro. Las memorias de un ex ministro por las memorias de un don nadie... Comercialmente, tenían razón, desde luego. Entonces me enfadé y ya no he vuelto a hablar con ellos. Tras internarlo en varios lugares, lo di a una pequeñísima editorial, anarquista, por cierto, la que publicó algunas cosas de Francisco Olaya, como “El oro de Negrín”.
P ¿Reeditarías tu libro sobre Sartre?
R. Sí, pero corregido.
P. A Francia la ves muy de cerca porque vives en París, pero también estás al día de la actualidad española. ¿Qué paralelismos y divergencias ves desde París entre ambos países.
R. Sigo admirado la maravillosa aventura de Ségolène Royal. En Francia, todo el mundo dice que Zapatero, el Rodríguez ha desaparecido, es genial. ¿Por qué? Porque tiene un gobierno con 8 mujeres y 8 hombres; por el matrimonio homosexual, etcétera. Ah! Pero está destruyendo España. ¿Cómo? Y lo explico. Pero está haciendo una estafa con la paz en el País Vasco. ¿Pero no estarás en contra de la paz? No. ETA es quien está en contra de la paz. Pero no sabemos nada de eso. Claro que no se sabe nada. La corresponsal de “Le Figaro” en España, parece la corresponsal de “El País”. Sólo cita ese periódico...
P. ¿Pero “Le Figaro” no era de derechas?
R. Lo sigue siendo, pero en Francia no hay derecha. La derecha española es muy criticable, pero existe una derecha en España. Centro derecha se llamam aunque odio el término “centro”. En Francia no existe. Los “Gaullistas” son más simpáticos con Zapatero que con Aznar. Sin comparación. Han insultado a Aznar de forma inimaginable. No sólo por lo de Irak sino por todo. Todo lo que decía Aznar era malo. Todo lo que hace Zapatero es bueno.
P. ¿Crees que en las próximas elecciones francesas el duelo será entre Sarkozy y Royale o habrá que tener en cuanto qué ocurre con Le Pen?
R. Yo espero no sólo que el duelo sea entre Royale y Sarkozy, sino que gane Sarkozy. Lo espero sin hacerme ninguna ilusión, porque Francia es Francia y hay que gobernar teniendo en cuenta a la ciudadanía. Pero podría ocurrir que la segunda vuelta fuera entre Le Pen y Royale. Eso depende de los que van a fastidiar a Sarkozy o los que van a fastidiar a Royale. Si los gaullistas, mejor dicho, los chiraquianos, porque ya no hay gaullistas, mantienen un candidato contra Sarkozy, pierde Sarkozy, pero si en la izquierda hay alguien que mantiene un candidato contra Ségolène, puede ganar Sarkozy. Le Pen es un peligro. Los sondeos no publicados le dan más que en 2002 cuando llegó a la primera vuelta segundo. Le dan más, es decir le dan más del 20%. Pero no lo publican.
P. ¿Te parece cierto, como reza el título del libro famoso, que Francia está cayendo?
R. Totalmente. La educación en España, va cada vez peor, en Francia no hablemos. Creo que hay un 20% de bachilleres que saben leer y escribir sin faltas de ortografía. La investigación científica, la universidades, los datos económicos… Entre las 10 mejores universidades del mundo había varias francesas, ahora están las últimas. Todo va mal en Francia. No hablemos del cine, la novela, va pésimamente con lo que era hace 20 ó 30 años.
P. Aparte de los artículo para Libertad Digital, ¿qué estás escribiendo?
R. Estoy escribiendo una novela en español sobre terrorismo. No es una novela política, ni un reportaje. Es más bien de misterio, de ambiente, pero en fin, una denuncia del terrorismo. Transcurre a finales del siglo pasado.
P. Una de las causas que con más constancia denuncias es el antisemitismo. ¿De dónde te viene esa toma de partido?, ¿Qué es Israel para ti?
R. Israel es el único país democrático de Oriente Próximo. Hoy en día es difícil ser anti-israelí sin ser antisemita al mismo tiempo. Es un recuerdo de mis trece o catorce años. Mi madrastra me había retirado de la escuela para que le hiciera de siervo. Una de mis servidumbres era hacer colas de seis y siete horas. En una de las colas del mercado cerca de donde vivíamos, en los arrabales del norte de París, me encontré con una señora de unos 40 años, con una estrella amarilla, que sonreía intimidada. Se moría de miedo, imagino. Cuando volví a casa pregunté a mi padre qué era eso. Esto no lo cuento en el libro, luego se supo que no sólo llevaban estrellas amarillas, sino que desaparecían en los campos nazis. Lo reivindico. Israel, con todos sus defectos, es una democracia. Se ha visto con motivo de la enfermedad de Sharon.