Hace tiempo que se estableció que si se produce un atentado, el ministro del Interior no tiene la culpa. Es como si unos gamberros destrozasen una discoteca y los porteros, que están para que no entren los vándalos, fueran exculpados. En nuestro país, las bandas de delincuentes son cada vez más osadas: asaltan grandes superficies a pleno día, practican alunizajes con público y persiguen furgones cargados de relojes por las autovías. No hace ni una semana que celebramos la detención de los atracadores del transporte de Cartier y tenemos que lamentar un nuevo asalto: esta vez, los relojes eran de Tag Heuer. La oficialidad, entre tanto, emite mensajes tranquilizadores: no se están registrando más atracos que antes; se trata de un subidón puntual.
Un sexagenario ha estrangulado en Pontevedra a su mujer, y con ésta ya van ocho víctimas de la violencia de género en lo que va del recién estrenado año. Pero no es que haya más asesinatos que nunca, sino que la Ley contra la Violencia de Género se encuentra en desarrollo y hay que esperar a que surta efecto, su salvífico efecto.
En cuanto a los accidentes de tráfico, hay fines de semana con con más muertos que los registradas en el mismo periodo del año pasado. Pero cuando tal ocurre, la noticia se da, solapada, en páginas interiores. Lo que importa es destacar que el carné por puntos, los radares y las reformas legales que criminalizan a los conductores, equiparando el ir de prisa por la carretera con un robo con violencia, están reduciendo el número de víctimas. Si las cifran no cuadran, algo pasa con... las cifras.
En internet se persigue a los violadores –como al del Valle de Hebrón–, pero en la vida real se tarda siete años de media en capturar a un violador en serie, como ése que acaba ser atrapado en Madrid, gracias al recién estrenado banco de ADN.
Los delincuentes se envalentonan, no temen a la ley, salen con frecuencia de las cárceles, bien de fin de semana o en libertad condicional. No es verdad, no está pasando. De forma escandalosa, algunos homicidas esperan en la calle a que se celebre su juicio, como esa señora a la que se le imputa haberse puesto de acuerdo con su amante para liquidar a su marido, un crimen de violencia de género. No es verdad, no está pasando. Nada pasa, pero en toda la Piel de Toro se teme a los secuestradores de niños y adolescentes.
Son noticias, las que no pasan, que no se analizan en televisión, que no reciben un tratamiento específico. Hay que evitar la alarma, se dice, pero lo que se pretende es que no cale la idea de que hay mucho desgobierno, desprotección y olvido. Las elecciones están a la vuelta de la esquina.
No es verdad que haya alunizajes, bandas fuertemente armadas, delincuentes que dirimen a tiros en plena calle sus ajustes de cuentas. No es verdad que haya asaltos sexuales que quedan impunes, criminales que vuelven a la calle sin estar reinsertados, errores judiciales. No es verdad que cayera en saco roto la advertencia de los padres de Madeleine, la niña desaparecida en Portugal: en España puede pasar lo mismo. El ministro Rubalcaba los recibió –¿a cuántos padres de desaparecidos recibe si no es con ruido mediático?–, pero no se coscó, y ahora que ha desaparecido en Huelva la niña Mari Luz no encuentra concomitancias.
En España no mueren tantos españoles en las carreteras, ni se maltrata a tantas mujeres como antes, con el anterior Gobierno, ni se registran tantos atracos, ni se producen cada vez más alunizajes. Las cárceles están a reventar, los juzgados, colapsados. Faltan diez mil guardias civiles. Y falta que a los guardias civiles y a los policías nacionales se les pague lo mismo que a los agentes autonómicos, que ganan el doble que ellos.
Las preguntitas al Gobierno se enroscan en un serón virtual, pero la oposición no las formula. ¿Cuántos delincuentes sexuales rehabilitados estaban de permiso cuando desapareció Mari Luz? ¿Se puede aguantar que haya cuatro desaparecidos a un tiempo, y psicosis en medio país, y que la autoridad ni pestañee? ¿Por qué no se avisa a la población cuando se detecta a un violador que puede estar hasta siete años actuando con impunidad? ¿Cuándo se van a revisar las leyes para adecuarlas a la realidad?
Son preguntitas para el Gobierno, que nos debe seguridad, prevención, iniciativa, acciones que infundan respeto a las bandas, las mafias y los delincuentes en general. Preguntitas que no existen, porque el Gobierno tampoco existe, volcado como está en la carrera electoral.
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.