Pues sí, B. Hussein ganó y Sarah Palin, ay, perdió. La alaskeña (¿se traducirá así?) habría obtenido un mejor resultado si hubiera sido la primera del ticket. No porque sus conocimientos de alta política superen a los de McCain o B. Hussein, sino porque, visto el pavor que despierta entre la izquierda sociológica española, con los dirigentes del PP en lugar destacado, por fuerza habría concitado un gran apoyo entre sus compatriotas.
La izquierda española está muy satisfecha de tener a B. Hussein en la Casa Blanca, porque durante estos cuatro años no necesitará hacer esas divertidas cabriolas mentales para distinguir una guerra injusta de una campaña humanitaria con misiles tierra-aire, o una nacionalización a la soviética de un rescate financiero para refundar el capitalismo preservando la libertad de mercado.
Siendo B. Hussein un eminente progresista (al fin y al cabo, "uno de los nuestros"), las guerras en que participen los Estados Unidos de Norteamérica bajo su mandato serán humanitarias y de mucho progreso. El nuevo presidente ya ha mostrado su intención de enviar unas bombitas a los iraníes, para que dejen de tontear con las armas nucleares, así como dar unos cuantos repasos en vuelo rasante por la frontera de Pakistán, donde se concentra un puñado de grupos terroristas.
Si lo hiciera Bush, el planeta ardería en manifestaciones violentas. Con B. Hussein, el progrerío mirará educadamente para otro lado, tal vez hacia las reformas socialistas que pretende imponer en su país para que no lo reconozca ni el padre que lo fundó. Ocurrirá como cuando Javier Solana, insigne socialista español, decidió fumigar a la población Serbia con los aviones de la OTAN sin autorización ni de la ONU, ni de la UE ni de ninguna otra agrupación de siglas de las miles que integran el firmamento progresista. ¿Vio usted a los actores españoles manifestarse por las calles de Madrid y llamándole asesino? Yo tampoco.
El primer síntoma de que algo va a cambiar en la sociedad estadounidense se pudo ver la misma noche de las elecciones. Fue ganar Barack Hussein y comenzar a verse por las calles de la Gran Manzana banderas de la Unión Soviética, paradigma de la libertad y felicidad supremas, como es bien conocido. Pero lo realmente insoportable de que Barack Hussein haya ganado las elecciones es que Cebrián se ha puesto de nuevo a escribir sábanas en El País para explicar que, por fin, los Estados Unidos de Norteamérica vuelven a sus orígenes, esa nación ideada por los padres fundadores y basada en los principios de libertad y, según él, solidaridad. O sea, que Jefferson y Franklin ya diseñaron el armazón para el nacimiento de un país eminentemente socialdemócrata, sólo que han tenido que pasar casi dos siglos y medio para que un político norteamericano con arrojo recogiera esa simiente primigenia y la llevara a la práctica.