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CRÓNICA NEGRA

Asesinos de 7 años

La noticia llega de Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina: un par de hermanos de 7 y 9 años son los presuntos autores de la muerte violenta de una niña de 2. Era cuestión de tiempo que algo así sucediera. Hasta ahora, los niños asesinos tenían al menos 10 años.

La noticia llega de Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina: un par de hermanos de 7 y 9 años son los presuntos autores de la muerte violenta de una niña de 2. Era cuestión de tiempo que algo así sucediera. Hasta ahora, los niños asesinos tenían al menos 10 años.
En los países avanzados que las están viendo venir ya estarán buscando las causas, mientras que en España, donde los instigadores de la Ley del Menor persisten en el error, se mantiene en la oscuridad el impulso criminal de la infancia.
 
En Buenos Aires, territorio del Petiso Orejudo, un infante infanticida de principios del siglo XX, pese a la afición a las cosas del intelecto y al psicoanálisis no han podido evitarlo. Según los peritajes policiales, los presuntos de 7 y 9 años habrían actuado "con placer". Es una tragedia mundial, de proporciones colosales, que debería mover a la conmoción al Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, supuestamente preocupado por las venturas y desventuras de los niños. Ha ocurrido en Buenos Aires, sí, pero la maldad viaja a más velocidad que la luz.
 
Un asesino es alguien que planea matar al prójimo y lleva a cabo su plan con frialdad. En Lomas de Zamora, la víctima, Milagros, contaba apenas 2 años. Vivía en un suburbio paupérrimo, en una caseta de madera con cinco de sus siete hermanos, entre barro y basura. Encontraron su cuerpo en un solar, desnudo y con evidentes signos de haber sido objeto de violencias. Murió estrangulada; con un cable grueso, según parece.
 
La policía y los vecinos pensaron que tras el crimen estaría alguno de los delincuentes habituales de la zona. En concreto, sospechaban del ocupante de una chabola no lejana. Pero poco a poco se fue abriendo paso la idea de que había sucedido algo aún más terrible. De hecho, algunos todavía no se creen que Milagros haya podido morir a manos de dos vecinitos de 7 y 9 años: C. y E., que, debidamente interrogados, se declararon culpables.
 
Hay quien niega que dos críos sean capaces de producir las lesiones que presentaba el cuerpo de Mili. Para hacerlo todo más sospechoso, hubo además movimientos inesperados. Un testigo dejó su cartera en la comisaría y se marchó de casa horas después de producirse el crimen. El circo que estaba en el descampado donde Mili fue asesinada desmontó la carpa y se marchó de forma repentina. Por otro lado, portavoces de la familia de la niña insisten en que el cable estaba demasiado apretado, y que eso sólo podía haberlo hecho un adulto.
 
Los cinco hijos de la familia de los agresores han sido ingresados en una institución. El fantasma del niño criminal con las orejas más grandes de la historia planea sobre estos hechos controvertidos, todavía deshilachados pero ya históricos: es la primera vez que se investiga un asesinato en que los autores podrían tener menos de 10 años.
 
¿Hubo un adulto implicado? Los chicos no han dado pista alguna. El escenario en que se produjo el crimen sería perfecto para rodar una película de terror. Es el poblado de San José, donde los niños, y los mayores, están vendidos, amenazados.
 
La sorpresa es, precisamente, que se trata de niños pobres. Los asesinos de Liverpool eran de clase media, aunque vivían de los subsidios estatales. Lo inesperado es que los nuevos presuntos criminales sean chicos que no tienen nada, ni siquiera mala educación. Su madre les pegaba porque eran violentos y molestos. Ellos crecían como cachorros asilvestrados.
 
A Mili la golpearon en la cabeza, después la colgaron de una pared y la apalearon con trancos de madera. En medio del castigo, la asfixiaron con el cable. Según los forenses, tardó en morir. Pese a su sufrimiento, los asesinos no se conmovieron ni mostraron piedad.
 
Los imputados relataron lo que supuestamente habían hecho con todo lujo de detalles. Hablaron con seguridad y consciencia. Los informes de los psicólogos indican que actuaron con frialdad polar y que el asesinato les dio placer.
 
Apareció un testigo que vio cómo los niños arrastraban a la víctima y le daban con una pala. La policía localizó a los chicos, y pronto cada uno le echó la culpa al otro. Lo que decían era lacerante, quemaba como un hierro al rojo. Nacidos en el seno de una familia rota, el padre había huido del hogar, y la madre conducía su prole a manotazos.
 
El sadismo del crimen se originó en una chabola llena de sadismo. Entre niños concebidos sin amor y que crecen sobrados de golpes y carencias. Pero el asesinato de Mili también podría haber sucedido en un palacio de acero y cristal.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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