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CRÓNICA NEGRA

Asesinato en la nueva familia

Coinciden en los periódicos tres casos con padrastros acusados de haber abusado de las hijas adolescentes de sus parejas e intervenido en la muerte de las muchachas. Veamos qué tienen en común.

Coinciden en los periódicos tres casos con padrastros acusados de haber abusado de las hijas adolescentes de sus parejas e intervenido en la muerte de las muchachas. Veamos qué tienen en común.
El cadáver de Yuliza Pérez fue hallado, maniatado, en un vertedero de la isla de Lanzarote. Su madre sospechó enseguida de su pareja, porque no le daba la cara cuando hablaba de su hija y salió a escape cuando encontraron el cuerpo. Finalmente, el padrastro de la joven ha sido detenido.
 
En Móstoles (Madrid) se está siguiendo un juicio contra un ex guardia civil al que se acusa de abusar sexualmente de su hija y de su hijastra; ésta se suicidó arrojándose a las vías del tren cuando contaba 17 años, se supone que tras padecer abusos durante cinco.
 
El tercer caso tiene por protagonista a Eduardo, que en marzo de 2006 confesó que había matado a su hijastra y la había tirado a una alcantarilla al saber que esperaba un hijo de él. El cuerpo de la chica, Paloma Luque, fue encontrado en la Depuradora Sur de Perales del Río (Madrid). Paloma desapareció el día 14 de ese mismo mes, pocas horas después de cumplir la mayoría de edad. El forense que ha declarado en la causa afirma que, aunque está acostumbrado a ver cosas de todos los colores, le sorprendió sobremanera el destrozo que la niña presentaba al intentar provocarle un aborto con un objeto punzante.
 
Tenemos, pues, a tres presuntos desalmados que se acercaron a unas madres sintiéndose en verdad atraídos por sus hijas adolescentes. Se trata de situaciones que en principio deberían ser fácilmente detectables, pero los hechos nos dicen que no, quizá por la buena fe y la ingenuidad extrema de las madres, que no ven otra cosa en sus parejas que hábiles conquistadores.
 
Yuliza, la hija de Hilma Altagracia, tenía sólo 18 años cuando fue eliminada. Hilma, natural de la República Dominicana, estaba compartiendo su vida con el portugués Antonio Ferreira, a quien ahora se acusa de la muerte de la joven.
 
Ya antes fue sospechoso Antonio, porque se entrometía en las cosas de Yuliza y no la dejaba en paz. Albañil de profesión, la policía tuvo que protegerle para que los amigos y familiares de la muchacha no le lincharan. Ahora, tantos meses después, las pruebas de ADN lo vinculan al delito. Según el examen forense, Yuliza murió por asfixia y no fue objeto de abusos sexuales.
 
Entonces, ¿qué? Pues que Yuliza fue trasladada en el coche de Ferreira, según la hipótesis policial, y quizá allí le quitó la vida. El motivo pudo ser el afán de dominación o la soberbia. Como se ha dicho, el cadáver estaba maniatado y sólo a medias enterrado. Según algunos testigos, el sospechoso acudió a su trabajo con los brazos llenos de heridas. El acto vergonzoso de la muerte de Yuliza es tan escabroso que el presunto culpable no quiere explicarlo. De hecho, calla y niega. Aunque los rastros de las pruebas forenses le acusan directamente. Se trata de un hombre atormentado por sus sentimientos que convivía con dos mujeres, una de ellas muy atractiva y con sólo 18 años.
 
La frustración del hombre maduro pudo también llevar al ex miembro de la guardia civil de que hablábamos al principio a la pedofilia incestuosa. La chica que acabó arrojándose a las vías del tren tenía solo diez años cuando empezaron los abusos, en forma de sobo y acoso. La pequeña Andrea guardó silencio durante mucho tiempo, hasta que temió que su hermana pequeña, ésta sí hija del abusador, estuviera pasando por el mismo calvario. Entonces dio la campanada denunciando lo que le ocurría en una reunión familiar. Pese a que aquello tuvo un rápido efecto, no pudo superarlo. Una y otra vez le venían a la cabeza las imágenes de lo que supuestamente le había hecho el padrastro, que ahora tiene 42 años. Hasta que toda esa angustia le llevó, según parece, a quitarse la vida.
 
El incesto es el gran secreto de muchas familias españolas. Es algo con lo que están condenados a vivir muchos jóvenes. Algo tan íntimo y deplorable que optan por no revelarlo jamás. Si una niña está siendo objeto de abusos, valora la posibilidad de que al denunciarlo todo se haga trizas a su alrededor: la unión de los padres, la estabilidad económica, el prestigio familiar. Se sienten responsables y callan. En el caso que se juzga en Móstoles, la chica tardó en contarlo siete años, los mismos que sufrió en silencio. Su daño psíquico era irreparable.
 
No es casualidad, no, que tres asuntos parecidos coincidan en el tiempo. Son muchos los que se acercan a madres solteras, jóvenes separadas, viudas con hijas, con la oculta intención de apoderarse de la voluntad de dos mujeres a la vez: la madre y la hija. Es un propósito abominable, que a veces se concreta en una tragedia como la de Villaverde, donde Eduardo se enfrenta a una petición fiscal de 23 años y once meses por haber, supuestamente, propinado varios golpes a Paloma, su hijastra, hasta dejarla inconsciente, y aprovechar la circunstancia para llenarle la boca de papel, con la intención de asfixiarla.
 
Eduardo niega ahora todo. Es un tipo con cara de chico más joven de lo que es, melenita pretenciosa y pose de niño mono. Delante del tribunal confiesa que mantenía relaciones "consentidas" con su hijastra, lo que, sabihondo, era algo que no se ventilaba en el proceso; y es que es consciente de que está confesando relaciones delictivas con una menor, que podrían haber empezado muy temprano. Según sus ha declarado, se enteró del embarazo de Paloma por la autopsia, aunque admitió que la madre había comentado que pensaba llevarla al ginecólogo ante las sospechas que tenía de que estuviera en estado.
 
Quien mantiene relaciones sexuales con una menor aprovechándose del hecho de ser la pareja de la madre comete un acto de indescriptible mezquindad. Cabe, perfectamente, la sospecha de que la joven sea asesinada por el abusador una vez éste se entere de que está encinta y suponga, acertadamente, que se trata de algo que rompe el equilibrio con su compañera, de la que a lo peor depende su bienestar.
 
Se trata de padrastros, pues, hedonistas, comodones, retorcidos, sin escrúpulos y morbosos. Llegar al asesinato, para tipos así, es sólo cuestión de tiempo.
 
 
FRANCISCO PÉREZ ABELLÁN, presentador del programa de LIBERTAD DIGITAL TV CASO ABIERTO.
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