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CRÓNICA NEGRA

Aprender del asesino de Valdepeñas

Conviene estudiar el comportamiento criminal de un tipo como el presunto asesino de Valdepeñas, Gustavo Romero Tercero. En él se resumen algunas de las grandes cosas que valoro como importantes tras más de treinta años de indagar en las razones profundas del crimen. Si resulta culpado por el tribunal que lo juzga por el doble asesinato de los novios Ángel Ibáñez y Sara Dotor y por el abuso, con resultado de muerte, de Rosana Maroto, puede decirse sin ninguna duda que estamos ante quien encaja con total perfección en el retrato de un asesino en serie.

Conviene estudiar el comportamiento criminal de un tipo como el presunto asesino de Valdepeñas, Gustavo Romero Tercero. En él se resumen algunas de las grandes cosas que valoro como importantes tras más de treinta años de indagar en las razones profundas del crimen. Si resulta culpado por el tribunal que lo juzga por el doble asesinato de los novios Ángel Ibáñez y Sara Dotor y por el abuso, con resultado de muerte, de Rosana Maroto, puede decirse sin ninguna duda que estamos ante quien encaja con total perfección en el retrato de un asesino en serie.
Gustavo Romero Tercero.
Incluso miente como los criminales de esta tipología. Ha tratado de convencer a todos de que las muertes de los novios en el parque se produjeron porque se asustó y tuvo que matarlos. Igualmente ha explicado que dio muerte a Rosana porque se alteró sin poder evitarlo, pero que no quería producir un daño tan grave. Y que ambos asuntos ocurrieron poco menos que por azar.
 
El caso es que los asesinos en serie no hacen nada por casualidad. El de los novios es del tipo merodeador, esto es, acude a los lugares donde se refugian parejas para festejarse. En el transcurso de la sesión de voyeur suele sentir excitación, y entonces… actúa. Su ataque consiste en neutralizar al varón y agredir sexualmente a la hembra. Eso fue lo que pasó aquel día, 18 de junio de 1993. El agresor contempló a los jóvenes, y cuando se sintió desbordado por su impulso les asaltó, convenientemente armado.
 
Al contrario de lo que suele hacer Plinio, jefe de policía de Tomelloso en las novelas de Francisco García Pavón, que es especialista en aplicar la psicología para resolver misterios criminales, en el caso de Valdepeñas se fue a lo obvio: falta la cartera y el bolso, pues está claro, se trata de un robo con homicidio. Pero también faltaba la falda de la chica, y su postura sugería una violación.
 
No estábamos ante un ladrón que mata, porque en ese caso lo habríamos encontrado en las carpetas de robo. Estamos ante un delincuente sexual, y hay que buscar en la carpeta correspondiente. Faltaba Plinio. Así que durante muchos años no se supo nada del autor del doble crimen. Incluso quedó archivado como un caso duro de roer. Mientras tanto, según sabemos ahora por la acusación, Gustavo Romero Tercero, asesino confeso, viajó a Canarias, donde no se sabe lo que hizo, y sin que nadie lo molestase pudo regresar en 1998, produciéndose poco después el segundo crimen comprobado de la serie: Rosana, que paseaba en bicicleta, desapareció, sin que se aplicara la psicología ni se probara si encajaba en su extraño asunto el perfil de un criminal múltiple.
 
El Jarabo.Todo esto revela que es urgente que se implante en España la asignatura de "Historia General del Crimen", porque aunque la Policía es excelente, y no me canso de decirlo – la prueba es que, pese al aumento y complejidad de la nueva clase delictiva, no están desbordados y mantienen la seguridad en límites aceptables–, lo cierto es que una dotación de medios suplementaria y el conocimiento de la evolución del crimen en nuestro país aumentarían notablemente su probada eficacia.
 
Habría sido de gran provecho tener en cuenta que, muchos años antes, otro psicópata asesino hizo lo mismo en un parque de Albacete y fue capturado, con lo que cual se conoce bien esta figura delincuente, la forma en que golpea y cómo deja los cadáveres. Aunque nadie haya tomado nota. Normalmente asalta parejas, con resultado de muerte.
 
También ayuda conocer que alguien así tiene una motivación sexual: disfruta abusando de la víctima cautiva, a veces todavía más si queda agonizante. Es el caso del asesino de Valdepeñas. Alguien a quien puede combatir quien se tome la molestia de conocer la historia de El Hombre Lobo de Allariz, de Los Sacamantecas o de El Jarabo.
 
Si quieren referentes internacionales, encontramos que todavía se adaptan más a su esencia, hoy tan anglosajona. Caryl Chessman, El Bandido de la Luz Roja, aunque no mataba a sus víctimas les causaba daños peores que la muerte; también podemos recordar a El Estrangulador de Boston. Éstos son dos ejemplos que arrojan luz sobre la figura del merodeador.
 
Lo más importante de todo es que Gustavo Romero Tercero, que ha confesado sus crímenes y llevó a la policía a recuperar el cadáver de Rosana Maroto de un pozo –no pudo ser hallado antes de ninguna otra forma–, es la demostración palpable de que pierden el tiempo los que tratan la violencia de género de una forma aislada, como un fenómeno único. Así que bajen del observatorio y vean: el crimen y la delincuencia están profundamente relacionados.
 
En este caso, el asesino nunca habría sido capturado si no es porque lo denuncia una maltratada: su ex esposa. Y un dato más: lo hizo no por golpes, humillaciones y amenazas, sino al comprobar que se había inscrito en el registro municipal con otra mujer, como nueva pareja de hecho. Profunda lección del comportamiento criminal. A ver si aprendemos.
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