Otra gran activista de los derechos de los niños es la reina de Tailandia, aunque, a juzgar por lo que ocurre en ese país, su presencia junto a nuestra Sofía en acontecimientos pro children siempre me ha parecido un tanto chirriante. Por alguna extraña razón, siempre que veo a la oriental me digo: "Más escuelas y menos burdeles".
También vendrán la iraní Shirin Ebadi, defensora de los derechos de las mujeres que pronunciará una conferencia en Casa Asia el día anterior al Foro, y la irlandesa Mary Robinson, que no ha parado de mover el tacón humanitario desde que dejara la presidencia de su país. En este tipo de cosas siempre se mezclan el glitter y la sustancia, y lo mismo te encuentras con una que reivindica la igualdad de derechos para las mujeres que con otro que clama por que a la primera la apedreen viva o le corten la cabeza, con algún progre occidental ejerciendo de testigo, y no precisamente impertinente.
Quien no podría faltar al sarao civilizacional es el primer ministro turco, Recep Erdogan, ése que envió a su hija a estudiar a los EEUU porque en su país no le dejaban llevar velo en la universidad. He aquí una medida preventiva contra los excesos del islamismo y una restricción del derecho a la imagen, que nuestra Constitución consagra en su artículo 18 y que también prevé el derecho a la intimidad familiar, aunque eso a ZP le importa más bien poco. Al menos eso parece cuando se lee el decreto de Educación para la Ciudadanía, uno de cuyos puntos dice así:
A través de la observación y del contacto con las familias, se puede conocer la responsabilidad con que el alumnado asume las tareas que le corresponden.
Eso de la observación de las familias me suena francamente mal. Hay límites que el Estado no puede sobrepasar, porque comenzamos con eso y terminamos defendiendo a los vigilantes lingüísticos en los patios de los colegios o justificando los Comités de Defensa de la Revolución, esa institución castrista de control social importada del nazismo y que según el prócer debía vigilar la vida de cada familia en cada manzana. Mucho se ha especulado sobre el uso que hace el dictador de esa palabra española, cuando en realidad debería haber hablado de la cuadra, que es la que se emplea en Cuba. Algunos apuntan a su lectura de Mi lucha, de Adolf Hitler, en su traducción al español castizo. No me extrañaría. Fascismo y bolchevismo son las dos caras de Jano de uno de los peores instintos humanos: el intervencionismo.
Respecto a "las tareas que le corresponden", la expresión me recuerda una cosa que dijo David Lago, poeta cubano residente en España, durante las jornadas sobre castrismo y homofobia recientemente celebradas en la Casa de América. Contaba el escritor que, tras su expulsión de la carrera de Económicas por razones que nunca le fueron explicadas, una vez un policía lo definió como "contrario al normal desarrollo de las actividades". Y Lago se puso a darle vueltas a la cosa:
Soy eso mismo que dijeron: 1) Desarrollo las actividades de forma contraria a lo normal, 2) actúo según el normal desarrollo de la contradicción, 3) normalizo lo contrario del desarrollo activo, 4) contrarío lo normal desde el desarrollo de la actividad. O sea, que me ha convencido: yo no tengo remedio y soy un peligro a la sociedad, al estado de derecho, a la democracia, al proletariado y a los ricos, a sus hijos, a su madre la pobre viejita, al conductor del autobús, a Dios, a María Santísima, a todo lo que usted quiera.Llevaban razón: no me debo el mundo, no me debo la vida, no me merezco ser feliz. Soy simplemente un maricón cubano.
Donde pone "maricón cubano" coloquen ustedes lo que quieran, que a estas alturas tanto da una cosa como otra. Desafortunadamente, estas palabras no fueron escuchadas por cargo alguno del PSOE –sí, en cambio, por no pocos de sus afiliados, no sé si decepcionados o simplemente cabreados por la conducta ciertamente impropia de sus dirigentes, y unos representantes del PP y de Convergencia venidos de Barcelona–. Elena Valenciano, secretaria de Relaciones Internacionales del PSOE, no pudo intervenir en la mesa redonda de políticos ni asistir a actividad alguna debido a razones tan aparentemente ignotas como las de la expulsión universitaria de Lago: tal vez lo apretado de su agenda política, la puesta al día de su blog o una cita con Llongueras para lucir regia en su encuentro con los magnos representantes de esas civilizaciones tan salás.
Otro momento, menos trágico pero igualmente instructivo, fue la referencia de Zoe Valdés al chiringuito homófilo que Mariela Castro, la hija de "la china de los ojos tristes", es decir de Raúl Castro, ha montado para lavarle la cara a la dictadura:
Mariela Castro, saco yo en conclusión, está tratando de hacer lo mismo que hizo su madre con las mujeres desde el inicio del castrismo: controlarlas a través de la FMC, Federación de Mujeres Cubanas. Menos mal que no se le ocurrió el título FMC, Federación de Mariquitas Cubanas: seguro la aconsejaron mejor.
Alguno de esos había, por ejemplo un pintor cubano-parisino ataviado con un pantalón de rayas, gorrito de lana rematado por un pompón y mil aretes en las orejas, que me aseguraba que tanto la Valdés como "la Coco Salas" exageraban. Creo que se refería al maestro Roger Salas, quien a pesar de ser "filosocialista" criticó a Moratinos, habló de los famosos cocos o sidatorios, donde los enfermos son aparcados y condenados a una muerte lenta y ominosa, y denunció la posición de algunos de los gays consentidos del régimen:
Habrá quien defienda aún que algunos escritores explícitamente homosexuales vivían en Cuba y siguieron allí, publicando tímidamente o no, conservando sus puestos de trabajo o no, pero yo pregunto: ¿a qué precio? Hablo tanto de precio moral como material. No es el caso citar a quien no quiere ser citado. Por fortuna, estamos en democracia, en un país que nos ha acogido generosamente, nos ha otorgado su nacionalidad, nos ha dado honrosos trabajos y al que, además, las circunstancias de la historia, y no sólo de la reciente, engrana con el avatar de la historia cubana de manera singular. El precio de que hablo es la libertad.
Remató la jornada el profesor, editor y escritor Rolando Morelli, que nos dejó con la miel en los labios interrumpiendo la lectura de uno de sus cuentos en el mejor momento. Antes de él, Herman Puig, brillante creador de imágenes, salvador de París según Pío E. Serrano y trendsetter para Terenci Moix, nos deleitó con un divertido y aleccionador diálogo con su amigo Orlando Jiménez-Leal. Puig se define como francotirador, aunque yo lo ubicaría en el bosque libertario que Ernst Jünger describe en su ensayo político La emboscadura.
A pesar de su compromiso temporal con el Tercer Reich, o tal vez precisamente por eso, Jünger nos legó en aquélla y en otras obras algunas de las reflexiones más profundas y acertadas sobre la tortuosa relación entre ética y política. Por ejemplo, ésta:
El liberal está descontento cualquiera sea el régimen. El anarca recorre la serie procurando no tropezar con ninguno, como cuando se huye a través de una serie de salas (Euwesmil).
A lo que yo añadiría que el servil se adapta a todos con tal de que le permitan satisfacer un par de vicios inconfesables. Algunas se prostituyen en las esquinas, a otras les basta con que la embajada les pague el alquiler de una buhardilla en París. A las primeras les queda la posesión de sus almas; las segunda la perdieron en algún despacho oficial.
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