De Spinoza y Marx, autores que Albiac ha estudiado mucho y bien, prefiero no hablar. El primero me pone los pelos de punta, el segundo me hace reír, sobre todo en ese pasaje de El capital donde describe al capitalista como "un judío circuncidado hacia dentro". Que los rojos de los 60 se inspiraran en ordinarieces así es algo que nunca lograré comprender y que tampoco quiero que me expliquen. No soy aficionado al género gore.
Hablando de circuncisiones, fue precisamente en Jerusalén donde, hace pocas semanas, tuve el placer de cruzarme, gracias a los buenos oficios de José María Marco y Marie Tours, con la conocida en ambientes intelectuales madrileños como Columna Grimau, un grupo de discípulos del maestro comandados por la también albiaquiana Carmen Grimau, alias The Partisan Tigress, aquella inolvidable y mega-camp película muda protagonizada por la divina Viola Dana e imprescindible en la filmoteca de cualquier espíritu margoliano.
Carmen y sus chicos asistían al segundo curso para españoles organizado en Yad Vashem, una institución israelí encargada del recuerdo y estudio del Holocausto. El primero tuvo lugar hace cuatro años, aunque algunas lo hayan olvidado para agradecer vaya usted a saber qué favores políticos (por ejemplo, que al marido lo hayan hecho ministro de ZetaP). La memoria suele ser la prímera víctima de la política, una práctica no apta para ingenuos. Lo malo es que con internet cualquier cambalache, por inocente y piadoso que parezca, es cada día más difícil de ocultar.
Pese a todo, debo admitir que Mercedes Monmany, asistente a ambos cursos aunque ahora ya no menciona el que se organizó antes el 14-M, sigue conservando la belleza, simpatía e ingenio que la hicieron célebre en su juventud. Nada que ver con su paisana Carmen Evita Chacón, que por no seducir, no seduce ni a los jóvenes turcos de El País –donde haya una buena barba y una calva agradecida… mejor me callo–. En el nivel más superficial, las cosas que más me impresionaron de la autora de Don Quijote en los Cárpatos, obra de obligada lectura para las maricultas de toda condición, fueron su peinado a lo Catherine Deneuve y su pedicura, una auténtica obra de arte. La Monmany es una de las pocas que a su edad se puede permitir el lujo de lucir zapato abierto, sandalia mora o lo que le apetezca y no sólo sobrevivir al intento, sino triunfar más que la peluca de Sofía Loren, aunque en este caso no haya postizos que valgan.
Regresando a los albiaquianos, aunque sin abandonar la superficie, lo que más me empató de la parisina –Carmen conserva incluso el acento, aunque sin la cadencia de Marlene Morreau - fueron sus camisetas negras con mensaje –What are you looking at?– y su gran sabiduría. A ella debo algunos de las conversaciones más lúcidas y clarividentes de los últimos tiempos:
–YO: ¿Tú eres la autora de ese libro de carteles de la II República?– ELLA: Sí, y también de uno sobre propaganda falangista, joven promesa.– YO: Un día de estos voy a dejar la cosmética, a ver si así consigo que dejen de llamarme promesa.– ELLA: Ni se te ocurra. Todo es cuestión de cronología.– YO: ¿Me guardas un secreto?– ELLA: Por supuesto. Palabra de ex Komintern (risas y algarada)…
Como toda mujer de bandera que se precie, la Grimau –"¡Memorias históricas a mí!"– posee su propia leyenda negra, forjada con tesón por esos que ustedes saben, los del andamio. Desde aquí sólo puedo desmentirlo todo, y además afirmar que a ella le ocurre lo que a los cactus: una vez que traspasas las espinas, todo es jugo y dulce placer.
En cuanto a los paladines, debo remarcar la belleza de José Sánchez Tortosa, con quien coincidí hace muchos años en la legendaria discoteca Voltereta de Madrid, un antro en el que muchos hacíamos lo que no debíamos, por ejemplo pintarnos los ojos y enrollarnos con cualquiera. Él sigue siendo fiel al negro y al aire lánguido y ausente de los posmodernos de entonces.
De Fernando Palmero XL no puedo hablar mucho porque trabaja para la competencia, y del otro, López Lasso, ese Lawrence de Arabia hetero, sólo quiero decirles que tiene el pronto más sexy que conozco. Nunca pensé que un berrinche pudiera seducir tanto, sobre todo al comisariado político del ministro Bermejinsky. Alberto Mira es el calvo del grupo: sólo había que reparar en la camiseta que llevaba para darse cuenta de que cualquier parecido con el teórico queer y mariprogre del mismo nombre es pura casualidad.
Por último, Raúl Fernández, alias Espinete. Cuando pienso en toda la laca, el zumo de limón y el azúcar que miles de jóvenes de los 80 gastamos para sostener la cresta, y el precio que pagamos por ello, mientras que a Raúl lo parieron con el pelo así, me dan ganas de llorar. A eso le llamo yo ser hijo de su tiempo.
A cambio de permitirme un poco de guasa a su costa, estos caballeros hacen saber que cualquier dama interesada en entablar conocimiento bíblico or otherwise con alguno de ellos debe dirigirse a la dirección de correo electrónico de abajo, aportando CV completo y un ensayo de al menos cinco páginas sobre algún tema posmarxista y liberal. Abstenerse feministas combativas, admiradoras del feminismo islámico y seguidoras de María Teresa Fernández de la Vega.
En definitiva, Gabriel Albiac es y será fuente de inspiración tanto para los de la Columna Grimau como para todos los que en sus escritos encontramos los mejores argumentos contra el zerolismo galopante, la sumisión a la tribu y el borreguismo. Lo suyo con los liberogays es como lo de Hitchcock con el público femenino, un fenómeno que demuestra que la sensibilidad no entiende de aceras; o tal vez sí, pero de ambas.
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