Lo normal es tener cuentas activas en las dos más famosas, Facebook y Twitter, la primera para poner fotos familiares, colgar videos chorras y pegar textos cursis copiados de blogs no menos patéticos, y la segunda para comentar telegráficamente las ocurrencias de las personas de las que uno se ha declarado seguidor.
También tienen un uso profesional, claro, pero en un medio como internet, en el que las dos líneas de negocio más rentables son la pornografía y el póker, esta utilidad es claramente minoritaria, reservada para aquellos que tienen un sincero interés por la información o la cultura, o directamente se dedican al periodismo.
En Twitter uno blasona de los seguidores que tiene y, en menor medida, de los contactos a los que está suscrito para leer sus mensajes e interactuar con ellos. Raramente se produce el punto de equilibrio en el que el número de seguidores es igual al de personas que uno sigue metódicamente. Los casos más extremos suceden cuando se tiene un número de amigos virtuales estratosférico, como cualquier futbolista de la Selección Nacional, y cuando la red te ignora desdeñosamente y sólo cuentas con setenta u ochenta followers entre la familia, los amigos y algún tuitero demasiado ocioso al que una vez le hizo gracia un texto que alguien retuiteó hasta depositarlo en alguno de sus abrevaderos habituales.
Porque, amigos, la clave para tener éxito en Twitter no es el tuiteo propiamente dicho, sino el retuiteo, mucho más importante en términos de popularidad, por su carácter de multiplicador exponencial. El retuiteo es la acción de esparcir por el ciberespacio un tuit ajeno preservando la autoría intelectual de su progenitor. Como todo en internet, el mecanismo es tan sencillo como hacer presión con el ratón en la pestaña correspondiente del mensaje que quieres retransmitir. Cuestión de décimas de segundo que, de repetirse por otros usuarios, causa una reacción en cadena con los efectos consiguientes.
A efectos de integrar seguidores, en el caso de que alguien tenga esa preocupación existencial, el retuiteo es lo más efectivo, pero como eso no depende del usuario sino de la decisión voluntaria de sus seguidores, al final es la democracia de la red la que sanciona con el éxito o el fracaso el devenir cibernético del tuitero de turno.
¿Es importante tener muchos seguidores en Twitter? Depende de muchos factores, pero principalmente de que el interesado tenga más o menos cubierta su cuota de vanidad. En realidad, lo que tenemos que decir al mundo no es demasiado importante por regla general, y mucho menos si hay que ajustar el texto a los famosos ciento cuarenta caracteres, limitación insuperable en caso de que se quiera articular un pensamiento más o menos articulado.
Para pegar la brasa ya está el Facebook, que cada vez más va quedando como el feo de la verbena que tiene que esperar hasta las cinco de la mañana para que el personal vaya cocido a cubatas a ver si pilla cacho. Es cierto, claro, pero con tan pocos caracteres de renta como tiene el Twitter al final uno acaba escribiendo en clave, de forma que sólo captan el significado de muchos de los tuits los más avisados.
Y eso es malo para conseguir el ansiado retuiteo, que exige no sólo elegancia formal en la composición literaria de esas tres frases que te caben como máximo, sino que el mensaje que contienen sea inteligible sin demasiado esfuerzo.
Es cierto, sin embargo, que la brevedad forzosa de estos escolios produce en ocasiones frutos de gran enjundia, y algunos he leído últimamente que podrían pasar por haikus dignos de ser recordados. Los retuiteo inmediatamente, claro, especialmente los que más gracia y mala leche destilan, porque, no nos engañemos, la red está principalmente para darle cera al adversario, ya sea político o deportivo. Al final, salvo excepciones, la red es un sistema a medio camino entre una divertida corrala de comadres y un ring de boxeo virtual con millones de espectadores potenciales. El día que se pueda interactuar físicamente esto va a ser una carnicería, y Obama tendrá que cerrarlo naturalmente por nuestro bien. Eso, si en el momento de publicarse estas líneas no lo ha cancelado ya, tras detener a todos sus usuarios por citar a otros sin liquidar los correspondientes derechos de autor.