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VUESTRO SEXO, HIJOS MÍOS

Adiós, regla, adiós

Queridos copulantes: La menopausia consiste en la desaparición de la fertilidad de las mujeres en una etapa de la vida en la que todos los órganos, excepto los reproductores, están todavía en su plenitud.

Queridos copulantes: La menopausia consiste en la desaparición de la fertilidad de las mujeres en una etapa de la vida en la que todos los órganos, excepto los reproductores, están todavía en su plenitud.
Las mujeres nacen con un número determinado de folículos en los ovarios. Los folículos van madurando y soltando los óvulos a lo largo de la vida fértil. No madurarán más de 400 o 450 óvulos, aunque no haya embarazos, porque muchos folículos se pierden por un fenómeno llamado atresia. Cuando todos los folículos han madurado o se han echado a perder, nos quedamos sin óvulos y sin hormonas para el resto de nuestras vidas.

La regla desaparece, por fin, y eso sería motivo de regocijo si no fuera porque pueden aparecer sofocos, insomnio, osteoporosis y... disfunción sexual. Sin hormonas, la mucosa de la vagina adelgaza y pierde elasticidad, se vuelve frágil, los vasos sanguíneos que la riegan van desapareciendo, los pliegues de sus paredes se alisan y pierden parte de su cualidad frotadora, tan apreciada por el pene. En fin, que todo se atrofia y se va a freír monas. No nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. ¿Qué fue de aquella humedad constante tan incómoda? ¿Dónde pasta ahora el hermoso y fiero toisón que pacía en su monte y que había que trasquilar para ponerse el bikini? ¿Y aquel exótico y misterioso animal marino escondido entre cavernas, antes vivo y palpitante y ahora fosilizado en medio de un secarral? No sigo porque acabaré componiendo unas coplas al estilo de Jorge Manrique.

En fin, lo que parecía que nunca iba a llegar, llega... y el coito se hace molesto y luego doloroso y después se vuelve imposible. Se puede tener buen sexo sin coito, pero el apetito sexual disminuye, porque junto con las hormonas femeninas se pierde también la testosterona, la hormona del deseo, aunque el deseo femenino no es cosa de hormonas. Dicen que si se persevera y no se deja de copular se puede mantener la vagina en uso, pero hacerlo como si el pene fuera un aparato ortopédico es duro, y quizá, de cualquier manera, te pille el toro, porque la atrofia es rápida y ocurre que si el marido tiene un ataque de gota o se va de viaje, es posible que al volver se encuentre que la vagina tiene una talla menos y parece forrada de esparto. No es cosa de contraatacar con un guante de cuero y un aparato de abrir ostras –como decía la vecina de Cameron Díaz en Algo pasa con Mary–, así que hay que ser realistas: es una lucha contra corriente.

Ya sé que ahora es políticamente correcto animar a que las maduritas tengan sexo hasta que se les descoyunte la pelvis –la que se desapunte no cumplirá con los objetivos impuestos a la vieja progre–, pero yo os digo que, ceteris paribus, los hombres siguen activos sexualmente mucho más tiempo, y de hecho se han encontrado espermatozoides vivos en hombres muy, muy ancianos. Y si el hombre sigue interesado en el sexo y la mujer no, la pareja atraviesa una crisis. No es raro que, en esa etapa, surja una muslos que estaba al acecho y arramble con el cincuentón, con su calva, con su pene y, de paso, con los ahorros. Tampoco es raro que un señor muy decente se dé un homenaje con una buena profesional. En este caso, al menos, no peligra la familia. Quedan otras opciones: si descartamos atizarle al marido un jicarazo de bromuro, como en la mili, podemos recurrir a la terapia de sustitución hormonal, aunque tiene efectos secundarios y no garantiza el deseo, o aprender a dar masajes eróticos como quien aprende a hacer empanadas.

La menopausia es un fenómeno humano, ya que en la práctica totalidad de las especies se encuentran hembras de avanzada edad capaces de parir y criar sin problemas. Es cierto que las ballenas rorcuales y las elefantas pueden vivir un periodo de tiempo infértil antes de morir. Aun así, es posible encontrar muchas elefantas y ballenas viejas con crías recién nacidas. También algunas hembras de macacos o de ratones de laboratorio que viven en cautividad y tienen edades muy avanzadas debido a los cuidados que se les prodigan presentan infertilidad al final de sus vidas. Pero la detección ocasional de alguna hembra estéril próxima a la muerte, ya sea en la naturaleza o en los laboratorios, no permite definir la menopausia como un fenómeno biológicamente significativo en la naturaleza. Para considerarla un rasgo extendido a otras especies tendría que haber un número relevante de hembras estériles que mueran después de un largo periodo posmenopáusico.

Las mujeres viven entre un tercio y la mitad de su vida en periodo posmenopáusico, y eso, desde un punto de vista evolutivo, no parece un rasgo conveniente, ya que reduce considerablemente el número de embarazos de una mujer. Parece, más bien, una aberración biológica, porque una mujer que portadora de un rasgo de infertilidad tan claro no podría tener una prole tan numerosa como las otras, y por tanto sus genes de infertilidad prematura no se transmitirían ni acabarían generalizándose a la totalidad de las hembras de la especie. Pero ha sucedido justamente lo contrario: han tenido más éxito que las hembras de mayor fertilidad.

Un fenómeno paradójico como éste es causa de mucha polémica entre los científicos. Algunos opinan que la menopausia no pudo aportar ventajas evolutivas porque, en tiempos prehistóricos, ninguna mujer vivía para llegar a ella. Bueno, bueno; es cierto que los esqueletos prehistóricos hallados evidencian, en promedio, una muerte prematura, y que no se han hallado esqueletos de auténticos ancianos, pero los estudios realizados por los antropólogos en los pueblos primitivos sugieren, sin embargo, que la vejez no es un acontecimiento raro. En todos ellos, independientemente de lo atrasada que sea su cultura, viven algunos individuos que superan los sesenta años. Por ejemplo, en las tribus ache y kung, hasta un 40 por ciento de las mujeres podían ser posmenopáusicas.

Pero para algunos científicos la menopausia no tiene ventajas evolutivas ni tiene misterio alguno. Ellos creen que la hembra humana no ha restringido su fertilidad, sino que la vida se ha prolongado. El número de óvulos está calculado para una esperanza de vida más corta. Ahora vivimos más, pero los óvulos se acaban como en los tiempos prehistóricos. Simple, ¿no? Pues no. La vida se ha prolongado en todas sus etapas, y, además, si antes se moría joven no era porque los órganos tuvieran fecha de caducidad, como los ovarios, sino porque la vida era muy dura.

Por otro lado, la menopausia no puede ser explicada mediante los mecanismos fisiológicos que la desencadenan. El hecho de que se agoten los óvulos no es, en sí mismo, un dato capaz de justificarla. Si se pudo alargar la vida de todos los demás órganos, tuvo que haber alguna razón importante para que no se prolongara la vida del órgano reproductor femenino. Sí, pero ¿cuál? Paciencia, la tita Reme os lo contará todo.
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