Menú
LITERATURA

Lo mejor de cada casa

Hay dos maneras de enfrentarse a un balance anual: o se limita uno a consignar las novedades más aparatosas, o a aconsejar aquellas que ha leído y, sobre todo, las que le han parecido mejor. Creo que voy a optar por esta segunda modalidad, sin temer ser negativa en algún caso, por eso de que el que avisa no es traidor.  E intentaré no salirme de los géneros estrictamente literarios.

Hay dos maneras de enfrentarse a un balance anual: o se limita uno a consignar las novedades más aparatosas, o a aconsejar aquellas que ha leído y, sobre todo, las que le han parecido mejor. Creo que voy a optar por esta segunda modalidad, sin temer ser negativa en algún caso, por eso de que el que avisa no es traidor.  E intentaré no salirme de los géneros estrictamente literarios.
La novela ha sido pródiga este año con los lectores; la abundancia de traducciones ha engordado la nómina, generalmente para bien, pues no en vano se trata de muchos países frente a uno solo. Empezaré, pues, con las traducciones:
 
– Martin Amis, Perro callejero, traducción de Javier Calzada (Anagrama). Después de Koba el Temible, donde demostró ser un estupendo analista-memorialista, Amis vuelve por sus fueros novelescos y compone en este libro un alegato, tan feroz como pueda ser el de Houellebecq, contra los vicios de la sociedad contemporánea.
 
– El citado Michel Houellebecq ha sacado su novela La posibilidad de una isla (traducción de Encarna Castejón) en Alfaguara. Está ambientada en España, donde las lacras del posmodernismo son tal vez más evidentes, agravadas como están por el turismo gerontológico internacional; no olvidemos que los viejos de ahora, horresco referens, fueron los jóvenes de los 60.
 
Houellebecq.– Otro británico, Ian McEwan, es merecedor de nuestro interés, con su novela Sábado, también en Anagrama, traducida por Jaime Zulaika. Si no nos habíamos enterado de lo que ha supuesto para nuestras sociedades el 11-S, esta obra nos lo recuerda de manera especialmente lúcida. Sólo que así como Amis y Houellebecq sacarán de quicio a los progres, en esta novela todos encontrarán argumentos para corroborar sus propias tesis.
 
– Ahora, una americana: Sue Grafton, con una nueva novela de su Abecedario del crimen. La publica, como siempre, la editorial Tusquets, y la traducción es de Carlos Milla Soler. La protagonista, Kinsey Milhone, detective privada, se enfrenta a una delicada y en principio rutinaria misión: vigilar por orden de su padre a una rica heredera californiana convertida en delincuente habitual.
 
– En la escala de lo rechazable se sitúa la última novela de Marie Darrieussecq, El bebé, traducida por Joaquín Jorda, en Anagrama. En la misma onda que la novela de Lucía Etxebarría sobre la maternidad. Se lo aviso, para que si se lo regalan estas fiestas lo devuelvan, si es que mi opinión les sirve de algo.
 
– Para terminar con el desagradable capítulo de lo negativo, y aunque sea cambiando de género, también les advierto contra un libro que podría ser muy tentador para los amantes de Julio Verne; me refiero al Yo, Julio Verne, de J. J. Benítez, publicado en Planeta. No caigan en la trampa: no se enterarán de nada sobre Verne, y de demasiadas cosas sobre J.J.Benítez.
 
– En cuanto a los clásicos, quiero destacar la magnífica y novísima traducción de Jorge Gimeno de El primo Basilio (editorial Pre-Textos), de Eça de Queirós, el equivalente portugués al francés Flaubert y al español Clarín. Uno de los principales atractivos es la riqueza cultural que resulta de su lectura, pues nos pinta un vivísimo fresco de una sociedad, la lisboeta, agobiante en sus costumbres pero esplendorosa en otros conceptos. Uno de los grandes logros editoriales del año.
 
– Hablando de logros, otro que considero también sumamente importante. En realidad son dos libros, el uno publicado en El Funambulista, El indiferente y otros relatos, y otro publicado en Langre, Contra Sainte-Beuve. Recuerdo de una mañana. Ambos son de Marcel Proust, y están prologados y seleccionados por el equipo formado por Silvia Acierno y Julio Baquero Cruz. La traducción es tan buena que han recibido el premio Stendhal de este año.
 
Evgenia Ginzburg.– Tampoco hay que dejar de leer otro libro, esta vez aparecido en la editorial Minúscula: En otro tiempo. Años de juventud en Galitzia oriental, de Soma Morgeenstern. Son las memorias, antes de la I Guerra Mundial, de un joven judío en esa apartada región, cuando en las comunidades judías se daba esa conjunción de santidad e ilustración, de religiosidad y saber que tanto molestaba al nacionalsocialismo.
 
– Y puestos a hablar de testimonios, otro de los grandes libros del año es el de Evgenia Ginzburg, El Vértigo (traducción del ruso de Fernando Gutiérrez, con prólogo de Muñoz Molina), publicada por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores. Esta mujer, que no hay que confundir con Natalia, fue miembro del partido comunista y partidaria entusiasta de la revolución soviética, hasta que fue purgada por Stalin en 1937 y condenada a diez años de trabajos forzados en el Gulag. Tras su liberación, permaneció en Siberia para esperar a Anton Walter, médico alemán del que se había enamorado. No pudo regresar a Moscú hasta 1955, y murió en 1977 sin llegar a ver publicadas sus memorias en Rusia, donde circularon de forma clandestina.
 
Paso ahora a la literatura en español, porque veo que se me acaba el tiempo y el espacio.
 
– Tenemos, por una parte, el libro de Jorge Edwards El inútil de la familia (Alfaguara), novela biográfica sobre su tío, escritor famoso en Chile, Joaquín Edwards (al que menciona mucho Cansinos Asséns en sus memorias), que llegó a tener el premio nacional de literatura y que sin embargo fue totalmente ignorado por una familia que no quería transigir con su vida bohemia y desarraigada.
 
– En el plano de las recuperaciones, una de las más importantes novelas de la Guerra Civil, escrita por un combatiente del bando republicano en 1956 y publicada ahora de nuevo en Planeta: Incierta gloria, de Joan Sales, traducida del catalán por Carlos Pujol.
 
– Tampoco me olvidaré de los clásicos, y aunque estamos ya aburridos de la celebración del IV centenario de la publicación de El Quijote quiero mencionar la edición que ha hecho Anaya de El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, con ilustraciones de Jordi Vila Delclòs, realizadas con una estética moderna, sin florituras, trazo ligero y matizado color para este edición de lujo, con un estuche que reproduce el texto fijado por Juan Carlos Peinado para Cátedra en 2003. Está dirigida a un público amplio, no erudito. Otra peculiaridad digna de ser destacada es que se utiliza una tipografía distinta para los relatos intercalados dentro del texto principal, lo cual permite una mejor localización y una lectura independiente.
 
Jiménez Lozano.– Y hablando del Quijote, no puedo dejar de mencionar una novela que acaba de aparecer prácticamente ahora mismo, de temática cervantino y de la que me ocuparé con más detenimiento en fecha próxima: Las gallinas del licenciado, de José Jiménez Lozano, publicada en Seix Barral.
 
– Para terminar con la novela española, una recomendación que no fallará: La lengua de Dios. Los grandes escritores del Siglo de Oro y sus luchas por el poder, de Santiago Miralles (Martínez Roca). Una novela histórica que tiene, entre otras virtudes, la de ser veraz y respetuosa. El protagonista principal es Fray Hortensio de Paravicino, el gran predicador de la corte de Felipe IV, y su apogeo y decadencia, cuando por un asunto entre comediantes y autores dramáticos (Lope de Vega y Calderón de la Barca, concretamente) ve cómo pierde el favor de los grandes.
 
– La poesía, que no quiero dejar de mencionar, tiene varios libros interesantes. Para empezar, uno de José Jiménez Lozano: Elogios y celebraciones, en Pre-Textos. Aunque él rechace ser considerado poeta, su oficio está avalado por los cuatro poemarios publicados y por la calidad de sus poemas, entrañables pinceladas de realidad transcendida: un pájaro, un lirio, un aroma; en definitiva, un alma. Parecen minucias, pero son verdaderas cargas de profundidad en el corazón de las cosas.
 
– Como no tengo ya mucho espacio, limitaré mi recomendación de poesía extranjera a una sola autora; mejor dicho, a dos: Anna Ajmátova y Marina Tsvetáeiva, ambas rusas y autoras de El canto y la ceniza, antología poética traducida y seleccionada por Monika Zgustova y Olvido García Valdés para Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. No tengo que recordar cuán representativas fueron ambas de esa terrible época, que para las dos empezó casi al mismo tiempo, pese a que murieron con más de veinte años de diferencia (Tsvetáeiva en 1941 y Ajmátova en 1966), la suficiente como para que la primera lo pasara mal y la segunda pudiera conocer lo peor.
 
Espero que esta selección les sea de utilidad para sus lecturas y para sus regalos, y aprovecho la ocasión para desearles a todos Felices Pascuas.
 
 
Pinche aquí para acceder al blog de Julia Escobar.
0
comentarios