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EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

El año del cambio

El pequeño Club for Growth fue fundado en 1998. El Partido Republicano se había dedicado a criticar a Clinton por el escándalo Lewinksy, sin sacarle al asunto la menor rentabilidad electoral. Al contrario. Algunos liberal-conservadores decidieron crear un grupo que obligara al partido a concentrarse en lo esencial. Que no eran los líos de faldas del presidente, sino el aumento de la prosperidad y la riqueza generales de la única manera conocida: menos impuestos, menos regulaciones, más libertad de comercio. Menos Gobierno, en dos palabras.

El pequeño Club for Growth fue fundado en 1998. El Partido Republicano se había dedicado a criticar a Clinton por el escándalo Lewinksy, sin sacarle al asunto la menor rentabilidad electoral. Al contrario. Algunos liberal-conservadores decidieron crear un grupo que obligara al partido a concentrarse en lo esencial. Que no eran los líos de faldas del presidente, sino el aumento de la prosperidad y la riqueza generales de la única manera conocida: menos impuestos, menos regulaciones, más libertad de comercio. Menos Gobierno, en dos palabras.
El Club for Growth no siempre ha apoyado a los candidatos oficiales del Partido Republicano, lo que le costó algunos disgustos con el aparato. Tampoco le gustaban las reformas educativas de la Administración Bush, pero siempre manifestó su respaldo entusiasta a las bajadas de impuestos.
 
Hoy sigue fiel a los principios que le dieron a conocer. Uno de sus afiliados, Pat Toomey, suele constatar algo obvio, aunque difícil de explicar, que es que los políticos favorables al aborto suelen ser poco partidarios de la iniciativa individual y el Gobierno limitado. Pero también añade que el grupo seguirá dando prioridad a la cuestión de la libertad sobre cualquier otra. En 2004 apoyaron a Jim Kolbe, un republicano de Arizona abiertamente gay y proabortista pero firme partidario de la liberalización del sistema de pensiones y de la libertad de comercio. En 2006, en cambio, respaldaron a un clérigo firmemente comprometido contra el aborto pero liberal en lo económico, que ganó a un republicano moderado y más templado en la cuestión del aborto.
 
Muchas miradas se están volviendo ahora hacia grupos como el Club for Growth. Y es que una de las razones por las que se intenta explicar la derrota republicana en las elecciones de noviembre es, justamente, la deslealtad de la Administración Bush hacia los principios que la llevaron al poder.
 
Ronald Reagan.Gasto presupuestario desbocado, derechos sociales, intervencionismo del Gobierno federal… nada de todo eso era lo preconizado por el movimiento liberal-conservador que desde hace cuarenta años se ha esforzado por cambiar la sociedad norteamericana y articular un movimiento político –el nuevo Partido Republicano, el simbolizado por Reagan– que le permitiera frenar la ola progresista desatada en los años 60.
 
El alejamiento no sólo viene por parte de los liberales. Los conservadores tampoco estaban contentos con el aumento del gasto, ni con políticas como las de acogida de los inmigrantes.
 
Desde este punto de vista, el año 2006 ha asistido al colapso de la coalición ideológica y social que apoyó a Bush en 2000 y, sobre todo, en 2004. A efectos prácticos, han quedado en el aire algunos de los grandes objetivos de la gran ola de reforma social liberal-conservadora que Bush debía culminar. En particular, con la nueva mayoría demócrata en el Congreso, será imposible variar la composición ideológica del Tribunal Supremo, con lo que desaparece cualquier posibilidad de que se revisen decisiones como la de la legalización del aborto. Es probable que muchos conservadores se hubieran hecho demasiadas ilusiones a este respecto. Sea lo que sea, habrán de aparcarlas hasta dentro de algunos, probablemente bastantes, años.
 
Algo muy distinto es afirmar, como se hace desde las filas demócratas y progresistas, que el movimiento liberal-conservador que ha dominado el mundo de la política y las ideas en los Estados Unidos en los últimos cuarenta años está agotado, y su ciclo terminado.
 
Las propuestas procedentes del campo demócrata han conseguido sin duda rentabilizar las divisiones de la derecha y aprovechar muchos puntos en los que ofrecía flancos débiles. Ejemplos bien claros han sido las posiciones intransigentes ante la inmigración o la homosexualidad, en los que el conjunto de la sociedad norteamericana se ha mostrado muy flexible, sin llegar a poner nunca en duda, como ocurre en los países europeos, los fundamentos de la ciudadanía y la igualdad ante la ley. Ahora bien, una cosa es que haya habido rentabilización en algunos asuntos y otra que desde la izquierda esté surgiendo una auténtica alternativa a las ideas de libertad, responsabilidad y Gobierno limitado de las que la derecha ha hecho su bandera.
 
En cuanto a los resultados electorales, seguimos todavía sin tener análisis que permitan saber con algo de precisión lo ocurrido. Hay demasiadas variables contradictorias como para afirmar que la tendencia de los últimos años ha variado de fondo, radicalmente. No se ha explicado si los distritos que ahora han votado demócrata y en 2004 votaron a Bush lo han hecho como castigo o para apoyar un nuevo proyecto. No se sabe el matriz político de muchos nuevos congresistas. Y aunque parece evidente que han sido derrotados importantes personajes del conservadurismo, también es cierto que han ganado posiciones los demócratas moderados.
 
Desde este punto de vista, dar por cerrado el ciclo liberal-conservador es, como mínimo, prematuro. Tal vez incluso se podría afirmar que algunas de sus ideas han pasado a ser patrimonio común de buena parte del espacio político norteamericano.
 
El burro demócrata.Asunto bien distinto es el de la guerra contra el terrorismo. En este caso los demócratas han seguido una doble vía: no forzar las propuestas de retirada, demasiado humillantes, pero sí alejarse de cualquier apoyo a un presidente que parece vivir una situación similar a la de Johnson en Vietnam. El margen de maniobra que tenían los demócratas era estrecho, pero lo han utilizado bien. Sus adversarios, en cambio, han tenido que enfrentarse a las contradicciones derivadas de una posición difícil de mantener.
 
Bush declaró la Guerra (con mayúscula) al terrorismo, pero sin querer enfrentar a la opinión pública norteamericana con las consecuencias derivadas de una decisión de esa categoría. Así que Estados Unidos se ha encontrado en un conflicto muy serio… sin instrumentos morales y materiales para ganarlo.
 
La ultima de las preocupaciones del Club for Growth, como de tantos otros grupos liberal-conservadores, es la guerra contra el terrorismo. El resultado está a la vista, en particular en los resultados electorales de 2006.
 
Es en este punto donde el movimiento liberal-conservador habrá de hacer un esfuerzo como el que hizo hace años. Ahora habrá de pensar sobre el papel de Estados Unidos ante la amenaza terrorista islámica, ante la situación derivada del retroceso democrático que está ocurriendo en algunos países de América Latina y ante la nula voluntad de democratización de potencias como China y Rusia. ¿Querrá Estados Unidos seguir manteniendo su papel de principal defensor de la democracia? Y si es así, ¿cómo se consigue volver a movilizar por medios democráticos a una opinión pública que no parece dispuesta a demasiados sacrificios en defensa de su propia libertad?
 
Este es el gran reto de la derecha norteamericana. La política de Bush, valiente en los principios y confusa en los medios, ha situado a la derecha ante esta contradicción. Tal vez fuera inevitable. En cualquier caso, tendrá que enfrentarse a ella, encontrar una forma de resolverla y proponer ideas y medios de convicción que, forzosamente, habrán de ser distintos de aquellos que hasta ahora ha venido manejando.
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