Sin duda alguna, los informes sobre el calentamiento global han acaparado las páginas de ciencia, sociedad y política de los diarios y revistas de divulgación. Después de seis años de silencio, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), que aglutina a más de 2.500 científicos, se lanzó a la arena mediática con una lista de informes y reportajes donde se concluía que el mundo se está calentando y que el culpable de ello era la actividad humana, en concreto nuestras emisiones de CO2.
El IPCC declaró que pagaremos un alto precio por ello, pero vaticinó que el daño que estamos causando al clima es reversible si se toman las medidas económicas adecuadas. Impresionados por esta presentación, el comité del Nobel decidió galardonar al Panel con su premio de la Paz, así como al ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore, por su "compromiso", "reflejado en su actividad política, sus conferencias, filmes y libros, que han fortalecido la lucha contra este fenómeno".
Al Gore, o una actividad política sectaria, unas conferencias a precios millonarios, unos libros plagados de incongruencias científicas y un largometraje de ficción, Una verdad incómoda, sembrado de errores, ideas apocalípticas sin fundamento y postulados ideológicos. Alzado al nirvana mediático, este telepredicador se ha ganado el beneplácito de los grupos ecologistas y de una casta política que esgrime sus argumentos con fines sectarios y maniqueístas.
Lo cierto es que los informes del IPCC y de científicos de otras entidades avalan que la temperatura global de la superficie terrestre ha aumentado cerca de 0,3 grados centígrados en el último siglo, y que se ha incrementado la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Ningún científico está en desacuerdo con estas evidencias. La discordia surge cuando se analiza el porqué, y se lanzan hipótesis sobre la evolución del clima a partir de los modelos climáticos.
Para unos, el último culpable es la emisión de gases antropogénicos, por lo que el cambio climático es reversible. Para otros, aparte de la contribución humana, existen otros fenómenos que tener en cuenta, como los rayos cósmicos; incluso hay investigadores que dudan de que realmente estemos ante un cambio climático. Este segundo grupo de escépticos ha sido condenado al ostracismo, y los críticos al cambio climático son ignorados por los medios de comunicación y, lo que es peor, por los que gestionan los fondos para investigar.
En efecto, con el latiguillo del calentamiento global muchos científicos obtienen fondos para sus investigaciones que de otro modo les serían denegados. He aquí, en parte, la razón de que el cambio climático se haya convertido en un comodín que explica la mayor parte de los males que afligen a la humanidad. En enero, un estudio publicado en The New England Journal of Medicine sugería que el cambio climático tiene un impacto negativo en la salud cardiovascular; otro, que se hizo público dos meses más tarde, aseguraba que el aumento de las temperaturas se cebará con los asmáticos. La cobertura que estos estudios tuvieron en los medios de comunicación fue sorprendente: de ninguna manera la habrían alcanzado sin el cambio climático como fondo argumental.
Quienes piensen que, con el Año Nuevo, habrá borrón y cuenta nueva se equivocan. Los periodistas científicos ya hemos recibido la invitación para asistir a la reunión anual de la Sociedad Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS), que, con el lema "Science and Technology from a Global Perspective", se celebrará en Boston el próximo mes de febrero. La primera jornada estará dedicada al cambio climático y al medioambiente, y se debatirá, por ejemplo, sobre el CO2 y la acidificación de los océanos, el deshielo polar, el efecto del calentamiento en la actividad de los microbios y los medios para frenar el aumento de temperaturas.
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Aunque las expectativas del cambio climático despertaron el mayor interés público durante 2007, sobre todo por el interés mediático de presentar el calentamiento global como un fenómeno cuyas consecuencias estamos viviendo y no como algo que podría suceder dentro de 300 ó 400 años, los pasados doce meses nos han brindado avances históricos en el terreno de la ciencia. Como apunta Donald Kennedy, redactor jefe de la revista Science, el mayor avance de la temporada tuvo que ver con los humanos, los genomas y la genética. "Pero no con el genoma humano, como si se tratara de uno solo", sino con el de cada uno en particular.
Un importante número de estudios realizados este año han permitido conocer con más detalle la diversidad genética del ser humano. Equipados con las más modernas tecnologías de secuenciación genética, que permiten leer el ADN de forma más rápida y barata, los científicos están descubriendo qué es lo que diferencia a dos personas cualesquiera a escala genética. Así, los genetistas han podido estimar que existen 15 millones de puntos concretos en nuestros genomas en los que una base química –léase una letra– puede ser diferente de una persona a otra, o entre dos poblaciones.
A mediados de año, los investigadores ya habían localizado más de 3 millones de estos puntos, que se conocen como polimorfismos de nucleótido simple (SNP). Con ellos se está confeccionando un mapa, el HapMap, cuya finalidad es utilizar estos SNP para atrapar genes implicados en determinadas enfermedades, como la diabetes, el cáncer de mama y colorrectal, el glaucoma, la esclerosis lateral amiotrófica, la artritis reumatoide, la espondilitis anquilosante y las dolencias autoinmunes.
Los científicos han encontrado este año nuevos genes implicados en la aparición de tales enfermedades. Es más, una interesante investigación ha revelado la existencia de dos genes cuyas variantes de una persona a otra desempeñan un papel importantísimo en la aparición del sida, pues tienen que ver con que un individuo sea más o menos vulnerable al fatal VIH. Por otro lado, un equipo internacional de científicos aseguró que la variedad del virus del sida que predomina en Estados Unidos y Europa, la denominada tipo 1 subtipo B, llegó desde Haití.
El estudio, que fue publicado en una revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, afirma que el agente viral pasó de Haití a EEUU en torno a 1969, antes de propagarse por todo el mundo. Michael Worobey, profesor de Biología Evolutiva en la Universidad de Arizona en Tucson y coautor del estudio, afirma que la investigación sugiere que virus del VIH-SIDA llegó a esta isla caribeña hacia 1960, seguramente desde África, donde se cree que se originó, antes de hacer su incursión en EEUU. Para llegar a esta conclusión, los científicos analizaron muestras sanguíneas archivadas de cinco pacientes de sida, todos ellos inmigrantes haitianos a EEUU, y escrutaron las secuencias genéticas de otros 117 pacientes de todo el mundo.
Otro hito biomédico de 2007 que tiene que ver con la actividad de los genes se produjo en lo que últimamente viene llamándose ciencia de la reprogramación celular. Durante una década, los biólogos se han devanado los sesos con el gran enigma que les dejó la oveja Dolly, el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta. ¿Qué ente maravilloso se esconde en el oocito –la célula precursora del ovocito, la célula reproductora femenina–, que es capaz de rejuvenecer el núcleo de una célula completamente diferenciada, esto es, con una función precisa, y obligar al genoma a volver a un estado preembrionario y formar un nuevo individuo?
Este año, los científicos se han acercado a la solución del enigma, que, dicho de paso, nada tiene de banal, pues en él se halla la clave de la terapia celular que resuelve el problema bioético del uso de embriones como fuente de células madre.
A lo largo de una serie de publicaciones, los investigadores han demostrado que las células de la piel pueden ser reprogramadas para devolverlas a un estadio que perdieron en su niñez y comportarse como células madre embrionarias. ¿Cómo? Interviniendo en un puñado de genes, concretamente en cuatro de la docena que ya se ha identificado en el proceso de diferenciación celular, según los equipos de Shinya Yamanaka, de la Universidad de Kioto (Japón), y de James Thomson, de la Universidad de Wisconsin (EEUU), que han cosechado resultados similares de forma independiente.
Para muchos expertos, este avance supone un giro copernicano en las investigaciones con células madre, ya que permite obtenerlas sin necesidad de recurrir a las técnicas de clonación ni usar material "éticamente sensible", como los embriones u ovocitos humanos.
La nueva técnica, que permite a células adultas viajar al pasado para transformarse en indiferenciadas y, por ende, convertirse en cualquier tipo de célula, sortearía los obstáculos éticos y logísticos que han traído de cabeza a numerosos científicos, y que en algunos casos les han dejado sin financiación para sus trabajos. De todos modos, habrá que esperar un tiempo para saber si la reprogramación funciona de maravilla y es segura para diseñar nuevas terapias celulares.
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El que ahora acaba fue un año especialmente generoso con la egiptología. La sonrisa complaciente de Zahi Hawass, secretario general del Consejo Superior de Antigüedades egipcio, compitió con la marchita de Tutankamon, cuya momia fue expuesta al público por primera vez el pasado mes de noviembre, en una vitrina climatizada de cristal acrílico, en su tumba del Valle de los Reyes. "Tenía unos dientes preciosos y, (...) como verán los turistas, un esbozo de sonrisa en la cara de chico de oro", indicó Hawass, que ya empezó a calentar el ambiente a finales de verano, cuando en su visita a Filadelfia declaró que Tutankamon no era de color. "Tutankamon no era negro, y señalar que la civilización del antiguo Egipto era negra no se fundamenta en certeza alguna".
El velador de la arqueología egipcia respondía así a los militantes estadounidenses de la causa negra, que le conminaron a admitir la negritud del faraón y rectificar la representación que de él se exhibe en una exposición en Filadelfia, pues según ellos está clareada. Pero Hawass hizo oídos sordos a las quejas, quizá crecido por el protagonismo mediático que le concedió otro hallazgo del que se hizo partícipe: la identificación de los restos de la reina Hatshepsut, que gobernó entre 1479 y 1457 a. C.
Hija de Tutmosis I, un temprano soberano de la dinastía XVIII, después de la muerte del padre se casó con Tutmosis II, su hermanastro. Al morir éste, Hatshepsut se encargó de gobernar el país.
El hallazgo de una muela fue la clave para solucionar uno de los grandes enigmas de la egiptología moderna. Al parecer, los restos de Hatshepsut se habían extraviado en alguna de las salas del Museo de Antigüedades Egipcias de El Cairo; hasta que se comprobó que en una caja de madera, no más grande que un reloj de cuco, olvidada en una vitrina de la planta primera contenía, aparte de un hígado conservado de la faraona, una muela que encajaba perfectamente en la mandíbula parcialmente desdentada de la que podría ser su momia, localizada por Howard Carter en 1903.
"Estamos cien por cien seguros de que la momia es de la reina Hatshepsut", afirmó el día de la presentación oficial Hawass, que estuvo acompañado por el ministro de Cultura, Faruk Hosni, y el equipo de cinco expertos, todos egipcios, que participó en el estudio del molar, hallado hace decenas de años en un pequeña caja de madera en el templo de Deir el Bahari, construido en Luxor por orden de la propia Hatshepsut. Una vez identificada su momia, ahora se sabe que su dueña era obesa y diabética y que murió de leucemia
Pero como no hay dos sin tres, Hawass robó el protagonismo a una investigación realizada por el arquitecto galo Jean-Pierre Houdin, que en pleno verano tuvo la osadía de emitir una nueva teoría sobre cómo fue construida la gran pirámide de Keops.
Tras ocho años de trabajo, Houdin utilizó un programa informático de simulación en tres dimensiones para mostrar que los constructores egipcios pudieron subir los bloques por una rampa interna, que formaba un túnel en espiral en el interior de la estructura de la pared externa. El francés, que cree que ese túnel debe de existir aún hoy, piensa que la pirámide de Gizeh, destinada a tumba del faraón o Keops, se construyó desde dentro hacia afuera. Y sostiene que ha resuelto el misterio de la cámara del rey: por qué tiene cinco techos de granito en lugar de uno y cómo se levantaron los enormes bloques hasta esa altura. No pocos arqueólogos han felicitado al arquitecto por sus aportaciones, algo que no gustó ni un pelo a Hawass, que criticó sin piedad –y sin argumentos– el trabajo y anunció que la hipótesis del francés carecía de base científica.
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De momia, aunque viviente, se podría tachar también a la almeja encontrada por investigadores de la Universidad de Bangor, en el Reino Unido, en las gélidas aguas de las costas de Islandia. El molusco podría ser la criatura más longeva del mundo, ya que, según se desprende del estudio de los anillos de crecimiento de sus conchas, podría tener ¡400 años de edad! Según el Libro Guinness de los Récords, el animal más viejo era otra almeja de la misma especie hallada en 1982: tenía entonces 220 años.
¿Cómo se las apañan estos bivalvos para ser tan longevos? ¿Qué mecanismo celulares les permiten vivir durante tanto tiempo? Éstas son algunas de las preguntas, nada baladíes, que se plantean los expertos, y que podrían arrojar luz sobre las claves del envejecimiento.
La almeja no sobrevivió a la recolección; una lástima, pues Ming, llamada así por la dinastía china que estaba en el poder cuando ella nació, podría habernos hablado de su infancia, cuando Isabel I llegó al trono y Shakespeare y Cervantes escribieron sus obras.
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Pasemos de almejas a rayos cósmicos. Más pequeños que un átomo, estos rayos espaciales chocan contra la atmósfera terrestre con energías 100 millones de veces más potentes que las alcanzadas en los aceleradores de partículas.
Desde hace años, los astrofísicos estudian la naturaleza y procedencia de estos rayos cósmicos superenergéticos. El aún en construcción Observatorio de Rayos Cósmicos Auger, en Argentina, ha empezado a desvelar el misterio. Sus detectores han rastreado la lluvia de rayos cósmicos de alta energía, protones en su mayor parte, que nos bombardean desde los núcleos de las galaxias cercanas, gigantescos agujeros negros que habitan en los corazones galácticos y vomitan prodigiosas cantidades de energía.
"Éste es un descubrimiento fundamental", dijo el premio Nobel James Cronin, profesor Emérito de Física en la Universidad de Chicago. "La era de los rayos cósmicos ha llegado a la astronomía. En los próximos años, nuestros datos nos permitirán identificar las fuentes exactas de estos rayos, y cómo aceleran estas partículas".
Mirando también al firmamento, un equipo de expertos de la Organización Europea para la Investigación Astronómica en el Hemisferio Sur (ESO) se topó con un exoplaneta, es decir, un planeta situado fuera del Sistema Solar, concretamente a 20,5 años luz de nosotros, que podría ser habitable. Este mundo gemelo, que ha sido llamado Gleise 581c, tiene una masa cinco veces superior a la de la Tierra, registra temperaturas parecidas a las terrestres y albergaría agua líquida.
De acuerdo con los cálculos teóricos, el nuevo planeta debe de tener atmósfera, pero la composición de la misma se desconoce, al igual que su espesor, factores que determinan la temperatura en superficie. Orbita alrededor de la estrella Gliese 581, una enana roja; y, dada la proximidad entre ambos cuerpos celestes, el Sol se vería en su cielo de 20 veces el tamaño que vemos nuestra Luna, y un año en Gliese 581c dura 13 días. ¿Un lugar al que migrar cuando el calentamiento global nos achicharre? Ya se verá. De momento, tomen nota, por si acaso.
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Ah, en España, poca cosa científica que resaltar: la inauguración del Gran Telescopio de Canarias, que abrió su ojo el pasado mes de julio, y poco más. Por ejemplo, que 2007 fue, a propuesta de la Presidencia del Gobierno de España, el Año de la Ciencia. ¿Pero alguien se ha enterado? No, salvo los que recibieron los 6 millones de euros para sacarlo adelante.