Si Sánchez pudiera formar Gobierno, que eso sería ganar de verdad, sencillamente veríamos una película de la que ya conocemos el anuncio. Muchos dicen que, si existe una remota posibilidad de que entre el PSOE y Ciudadanos formen Gobierno, lo harán. Yo no lo creo, porque eso sería el fin de Rivera como candidato real a la Moncloa, y puede que también el de su partido, pero, sobre todo, sería el fin del proyecto personal de Sánchez. Y Sánchez no tiene más que un proyecto personal. Un gobierno presidido por él no cabe imaginarlo más que compuesto por el PSOE y la barahúnda de partidos antisistema que, en la práctica, convertirían la política en lo que Azaña llamó, y por desgracia lo fue, "una vasta empresa de demoliciones". Si Sánchez es un peligro para España, y lo es, se debe a que le es imposible llegar a Moncloa solo, sin los enemigos más peligrosos de nuestra Nación.
La poderosísima droga del Poder
Puede decirse que primero lo intentó con Rivera, con un programa de reformas razonable, y que no pretendía derribar el régimen constitucional. ¿Qué habría cambiado para no intentarlo de nuevo si los números le salen y Ciudadanos se deja, con la legitimidad de evitar la alianza con el golpismo? Sólo una cosa, pero decisiva: Sánchez ya ha estado en el Poder. Y sabemos lo que le gusta y lo que aborrece, de lo que presume y de lo que carece, lo que es capaz e incapaz de hacer, hasta dónde puede llegar en la observancia de las leyes o en su vulneración. Ya ha demostrado su vocación despótica, con las hechuras de lo que Antonio Machado satirizó como un carca idiota: "Será un joven lechuzo y tarambana, /un sayón con hechuras de bolero".
El Poder es una droga poderosísima; y Sánchez, en sus ocho meses en el Gobierno, se ha mostrado como un verdadero adicto a sus excesos. Si su acción de Gobierno se ha limitado a cortejar a los golpistas catalanes para quedarse un año en la Moncloa, su forzada despedida ha desnudado a una personalidad carente de cualquier control ético, estético o institucional.
Del Rey abajo, no hay ciudadano al que no haya ofendido. Del más modesto autónomo a Amancio Ortega, no hay contribuyente al que no haya saqueado. De Marchena al heroico juez instructor del 13 de Barcelona, no hay servidor del Poder Judicial que no se haya sentido traicionado por el primer representante del Poder Ejecutivo, que juró guardar y hacer guardar una Constitución que ha escarnecido todo lo que ha podido, desde negociar los 21 puntos innegociables del separatismo a la puñalada al juez Llarena o a la humillante presencia en Justicia de alguien cuyo sitio lógico no es el Consejo de Ministros sino las inmediaciones del banquillo de los acusados.
Una vanidad ilimitada
Pero hay algo que revela más de la personalidad de Sánchez que los ministros que, de no haber dimitido él antes por el plagio de su tesis cum fraude, debería haber destituido en masa, aplicando la vara de medir maxis y montones; y que la sectaria utilización de los medios de comunicación y del CIS; y que la colocación de sus amigos en empresas que nunca jamás los habrían contratado; y que la burla al Parlamento de imponer por decreto-ley incluso leyes como la del alquiler, que ya habían sido rechazadas en el Congreso; y que la burla al Supremo de jugar a indultar a los golpistas sin condenar, o anunciar un referéndum sobre un Estatuto de Cataluña que incluya los artículos anulados por el Tribunal Constitucional.
Estas fechorías demuestran, claro está, la condición absolutamente golpista de Falconetti, pero hay algo que, a mi entender, lo convierte en irrecuperable para la democracia, y es su instalación en la mentira; esa forma suya de mentir no con descaro sino con alegría, la cara de granito que exhibe incluso tras convocar elecciones porque no le han votado los Presupuestos los golpistas que le pusieron en la Moncloa.
Alguien que perpetra, tras descubrirse el plagio de su tesis doctoral, un libro de ruborizante autoelogio que además le escribe otro negro, es que no tiene límites en su vanidad. Y un caradura ilimitadamente vanidoso es absolutamente incompatible con los compromisos de Gobierno. Ni con Ciudadanos ni con ningún partido medianamente serio. Sólo puede vivir engañando a los que no creen en el sistema salvo para reventarlo. Y como esa es la forma en que ha alcanzado el supremo placer del mando, no creo que la deje nunca, si de él depende. Lo único que le apartaría de sus socios comunistas y golpistas es que los tres partidos de Colón consigan formar Gobierno y acabar con él y su proyecto político, que es y sólo puede ser la liquidación de la monarquía parlamentaria como forma de Estado elegido por la inmensa mayoría de la nación española.
¿Y si al final forma Gobierno?
Así las cosas, y no tengo duda de que son así, la cuestión que se plantea en medios como éste, creadores opinión, es cómo conseguir esa victoria. Hay quien piensa que la única forma es que Vox pacte con el PP una candidatura conjunta para las provincias con menos escaños o que renuncie a presentarse en aquellas en las que no tenga opción de ganar y el PP pueda conseguir -o perder por pocos votos- su escaño ante el PSOE. Por supuesto que me gustaría ese gesto por parte del partido de Abascal, por lo menos en el Senado, que debería ser un obstáculo insalvable para un Congreso con mayoría del PSOE, comunistas y separatistas que, apenas jurados sus cargos, se aprestarían al perjurio, poniendo de nuevo en marcha la máquina golpista catalana, con indultos o consultas destinadas a quebrar el orden constitucional deslegitimando por completo a los altos tribunales.
Hay un elemento añadido que convierte la pólvora de la infinita vanidad de Sánchez en una auténtica bomba de neutrones, y es la obscena exhibición de la superioridad moral de la Izquierda ante la que siempre se acompleja, inclina y somete la derecha. La prueba de fuego la vamos a tener este 8 de Marzo, en la exhibición sexista y totalitaria que Falconetti va a presentar como el argumento definitivo para votarlo. Si el PP y C´s , como ya han hecho con la exhumación fallida de Franco y la Memoria Histórica, se pasean de forma vergonzante tras las pancartas de defensa de la infame Ley de Violencia de Género, el PSOE habrá ganado la mitad de las elecciones. Sólo quedará Vox para los que entienden que todo lo que no sea luchar sin desmayo en todas las guerras culturales que la Izquierda da por ganadas, es perderlas y, con ellas, la legitimidad para llegar al Poder.
No se trata únicamente de que Vox se quede solo defendiendo algo que la mayoría de los votantes de PP y C´s consideran defendible, sino de que los dos partidos del centro-derecha asuman la política de Rajoy, que fue la de esperar el fallo de la Izquierda para reemplazarla una temporada, no para poner en duda su derecho natural al Poder, basado precisamente en esa superioridad moral de que blasonan y de la que siempre han carecido.
Nuestro compromiso
Y como esa es la cuestión esencial que se dirime en España, la legitimidad del sistema político, y la de todos -o no todos- los partidos políticos para acceder al Poder y poner en marcha su proyecto político, lo único que cabe asegurar ante unas elecciones que, tras la experiencia andaluza, nadie sabe en qué sentido se van a decantar, es que los medios que combatimos la tiranía ideológica de la izquierda dejemos claro que, sea cual sea la coalición que forme Gobierno, esa lucha continuará.
Sabemos por experiencia que los partidos no siempre cumplen lo que prometen. De hecho, algunos no lo cumplen nunca y sus votantes lo aceptan complacidos. El compromiso moral de un medio de comunicación y opinión no es o no debe ser nunca con un partido, sino con unas ideas, con una causa, que es mucho más importante que una opción política, que, gane o pierda será siempre un instrumento, nunca un fin en sí misma. Si ganara Sánchez, seguiremos haciendo lo mismo que ahora: combatirlo. Sin tregua, sin rodeos, sin concesiones. El mal vence a menudo. Pero esa no es razón suficiente para renunciar al bien. España y la Libertad son los bienes mayores a los que dedicamos nuestro esfuerzo cotidiano. Eso, gane quien gane, y aunque fuera Sánchez, que yo creo que no lo será, nunca cambiará. Este compromiso no es de hoy pero seguirá siendo el de mañana.