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Federico Jiménez Losantos

Uribe arrestado y Sánchez suelto: algo en el mundo va mal y no es sólo el virus

La Corte Suprema ha perpetrado la suprema ignominia de poner bajo arresto a Uribe, el hombre al que debe Colombia cuanto se pueda deber a un hombre,

La Corte Suprema ha perpetrado la suprema ignominia de poner bajo arresto a Uribe, el hombre al que debe Colombia cuanto se pueda deber a un hombre,
Álvaro Uribe, en una imagen de archivo. | Cordon Press

Pocos políticos en el mundo merecen tanto el título de héroe de la Libertad como Álvaro Uribe Vélez. Como Presidente de Colombia logró acabar con la hegemonía que estaba consiguiendo la narcoguerrilla de las FARC en muchos ámbitos de la sociedad colombiana, el más grave, sin duda, el militar. Contaba con el respaldo de La Habana y con el dinero del narco, con abogados que eran políticos y políticos que eran abogados, amén de la protección de la izquierda política internacional que nunca falta a los asesinos si son comunistas y matan en sitios alejados de Europa o los USA.

Cuando Uribe llegó al Poder, Colombia estaba a punto de ser lo que la URSS quería que fuera México: "un cáncer en el vientre de la Fiera". Al acabar su mandato presidencial, Colombia había derrotado militarmente al narcoterrorismo comunista, salía del marasmo económico que, salvo el dinero negro del polvo blanco, acompaña a la terrible inestabilidad política. Colombia pasó de ser el país a punto de convertirse en narco-Estado, lo que finalmente han conseguido los comunistas con Venezuela, a un Estado que recuperaba poco a poco las instituciones básicas de una sociedad libre.

La derrota de Santoshenko, Timoshenko y el Papa

Pero el veneno totalitario y la corrupción política y mediática están muy interiorizados en Colombia, como en casi todas partes, y el sucesor de la milagrosa obra uribiana se convirtió en su Judas: el presidente Santos decidió hacerse una figurita mundial, o sea, un progre exótico más, y urdió con el Timoshenko de las FARC y con el apoyo de Obama, el Papa y el Grupo PRISA en España un referéndum para crear un nuevo régimen, híbrido de la banda narco-comunista y el Estado de Derecho, en la práctica haciendo que el Estado de Derecho protegiera los derechos del terrorismo de tantas décadas. En las conversaciones de La Habana, sitio neutral, el abogado de las FARC era el comunista Enrique Santiago, número dos de hecho de Podemos y vicepresidente de la Comisión de Reconstrucción tras la pandemia, que, como es lógico en un comunista, nada ha reconstruido.

Contra el referéndum se alzó Uribe con su iPad y su cuenta de Twitter, apoyado por su antiguo rival y ex-presidente Pastrana. Y contra todo pronóstico y pese a una multimillonaria inversión publicitaria, perdieron Santos, las FARC, Obama, el Papa y Cebrián. Se produjo una situación extraña, porque Santos no tuvo el decoro de dimitir y al final dejaron el acuerdo en medio acuerdo, pero garantizando puestos en el Senado para las FARC y jueces para los Tribunales del proceso de Paz, diseñados para hacer impune a la guerrilla y cargar contra paramilitares o simplemente militares que supuestamente se extralimitaron en su tarea.

Recuerdo que mi amigo Plinio Apuleyo Mendoza me contó cómo conseguían, mediante elementos izquierdistas dentro del Congreso USA y los medios progres de costumbre, paralizar la ayuda del Paquete Colombia mientras no se eliminara a determinados oficiales, los que más daño hacían a las FARC. Y en nombre de los Derechos Humanos ayudaban a esa banda de narcotraficantes, secuestradores y esclavizadores sexuales de niñas que, con Santiago como abogado, sientan hoy sus cerebros en el Senado. Salvo que, reclamados en los USA por narcotráfico, decidan huir y montar de nuevo el negocio narco-comunista, rojo por fuera y blanco por dentro. No hay que dejar a Maduro solo en el mercado.

Corte Suprema de Injusticia

Es lo que con la protección de una parte de la casta política y de la Corte Suprema de Justicia hizo hace pocos meses un narcoterrorista, al que dejaron salir de la cárcel, sin arresto domiciliario, huyó y volvió al crimen. Pues bien, esa Corte Suprema ha perpetrado la suprema ignominia de poner bajo arresto domiciliario a Uribe, el hombre al que debe Colombia cuanto se pueda deber a un hombre, por peligro de huir, cuando no ha huido nunca de nada, y menos, de la Justicia que ese tribunal deshonra gravísimamente.

Todo nace de la ingenuidad del propio Uribe, que denunció a un tal Iván Cepeda, un demagogo pro-FARC a cuyo lado Pablo Iglesias resulta elegante, que buscaba cornear a Uribe recorriendo las cárceles en busca de testimonios de paramilitares condenados que pudieran incriminarlo. Pero un juez famoso por su odio a Uribe, del mismo tribunal que acaba de soltar al narco sin cautela alguna, decidió reconvertir la causa contra Cepeda en causa contra el denunciante, y desde hace años arrastra ese caso que ahora ha retratado a la justicia colombiana a la altura de Cepeda y de sus cuates. La última de este demagogo rojo es denunciar a Iván Duque por defender la inocencia de Uribe. Y el mismo juez, por la misma causa, le daría la razón. A Uribe se le priva legaloidemente hasta de la presunción de inocencia. Así paga Colombia a sus héroes y así venga su derrota la gentuza de las FARC.

Néstor Laso publicó recientemente en El Español -y reprodujo El Bogotano- un artículo sobre los disparates legales del caso contra Uribe. Pero el texto más aplastante y estremecedor, por el inmenso dolor que revela y que politicastros y politijueces pretenden enterrar es de Estefanía Flórez en El Nodo de Colombia: "Matarifes de la verdad y verdugos de la verdadera memoria histórica". Lo citaría entero, pero prefiero animarles a que lo lean y, en el caso de los españoles, descubran una brillante escritora.

En España, la ETA, como las FARC

No es muy distinto, salvo en tamaño, porque todo en América es más grande que en Europa, lo que pasa en Colombia de lo que está pasando en España con la ETA, socia del Gobierno y con un ministro del Interior está dedicado a cuidar etarras y humillar a sus víctimas, con el resultado de que hoy, gracias al PSOE, el País Vasco y Navarra son "zonas liberadas", como las que negociaron las FARC con Santos en la Colombia que dominaban para mantener el negocio a salvo de bombardeos o ataques militares. Y esclavizando, de paso, a los desgraciados que allí tenían que vivir. No hay Ley cuando los que legislan son los socios políticos de los pistoleros. Y no es muy distinta la situación en Cataluña, de la que huyen jueces y fiscales, ni en Valencia ni en Baleares, dónde se persigue el español y al español.

El responsable mayor –los menores, sobre todo mediáticos, son casi todos- está tomando el sol desde hace días y piensa tirarse el mes entero, en La Mareta, residencia que Hussein II de Jordania regaló a Juan Carlos I y él regaló a Patrimonio Nacional, porque mantener ese tronío sale carísimo. A Falconetti eso le da igual. Ha mandado levantar tapias y parasoles para que nadie del vulgo se solace con su solaz o le arroje algún plátano macoco. Lo último que hizo, aparte de propiciar el esperpento de Campechano, fue la inolvidable campaña de su Gobierno cuyo lema era "¡Salimos más fuertes!".

"¡Salimos más fuertes!", decía Falconetti

No quiero entrar en detalles de lo mucho más fuertes que salimos. A diario los suministran Libertad Digital y esRadio, consuelo de los que no se resignan a no enterarse de nada. Pero socialistas y comunistas, sin duda, sí salen más fuertes. Tal vez porque en esta pobre España la Oposición aspira a heredar sin trabajar, salvo en el teatro de las Cortes, y está cerrado por vacaciones. La verdad es que no se sabe cómo resulta más dañino. Después de aplaudirse y de hacerse aplaudir por su banda, y tras enterrar pomposamente el ataúd de los 25.000 muertos sin contar, Cum Fraude, Falconetti o el nauta Mareota, medita un golpe de efecto para su vuelta en Septiembre. Se habla de Illa para la Generalidad y Simón para Sanidad, lo cual sería totalmente lógico.

Se dirá que aunque lógico es cruel para los que nada han hecho para merecer esa injusticia. Miren hacia el Oeste, a la altura de Colombia, y piensen en ese hombre sometido a arresto domiciliario, cuya culpa ha sido romper las cadenas que, años después, los miserables quieren imponerle.

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