Este 8 de marzo de 2018 Libertad Digital cumple 18 años. Las señas de identidad de nuestro diario son claras: la defensa de la nación española, de la libertad individual y de las víctimas del terrorismo. Desde el primer día hemos señalado y combatido a los enemigos de la Nación y la Libertad, estuviese quien estuviese en el Gobierno y al margen de los intereses partidistas. No hemos cambiado. Por eso hoy recuperamos este artículo de Federico Jiménez Losantos, publicado originalmente el 28 de diciembre del año 2000, como cuarta parte de una serie en la que se analizaba el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo firmado aquel año por el PP y el PSOE y rabiosamente combatido por la izquierda y el separatismo vasco y catalán:
Todos los nacionalistas son iguales, pero Pujol es más peligroso que Arzallus
Además de poner de manifiesto la terrible debilidad interna del PSOE, pidiendo en Barcelona el diálogo, es decir, la sumisión a ETA y el nacionalismo, mientras en el País Vasco se enfrenta heroicamente a ambos, el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo ha servido para revelar de forma diáfana que todos los nacionalistas, llámense moderados o radicales, están unidos contra España y, en ese sentido, respaldan inequívocamente el Pacto de Estella. Ya lo demostraba la Declaración de Barcelona suscrita en su día por CiU, PNV y BNG como respaldo al proceso separatista abierto por Arzallus, Garaicoechea y Madrazo a la sombra de ETA. Pero si eso no resultaba suficientemente claro, ahí está la negativa de Pujol a suscribir el Pacto "siempre que suponga la exclusión del PNV", cuando precisamente es el PNV el que se ha excluido no ya de este pacto sino de cualquier otro aceptable para el PP y el PSOE porque ha renegado de la Constitución, de España y de la libertad.
Pero la doblez de Pujol diciendo que está de acuerdo con los diez puntos del Pacto pero no con el Preámbulo, que es el resumen y quintaesencia del mismo, prueba que no existe ni un nacionalismo realmente democrático ni tampoco "moderado", porque sea cual sea la táctica elegida para prosperar políticamente en su comunidad, al final todos se unen en una misma estrategia, que es la de debilitar a su enemigo común: España, tanto en lo que tiene de nación como de Estado. Y en esa estrategia el terrorismo etarra cumple un papel esencial, el del reto de fondo, el de la enmienda a la totalidad, que es por lo que ni Arzallus abandona a ETA ni Pujol abandona a Arzallus.
La división del nacionalismo entre buenos y malos, según su presunta inocuidad o su virulencia a corto plazo, es una táctica política defendible e incluso inteligente. Lo estúpido es acabar confundiendo la táctica con la estrategia y el problema inmediato con el problema de fondo. El problema inmediato es el terrorismo. El problema de fondo es el nacionalismo, de donde el terrorismo nace y en el que continuamente obtiene apoyo, justificación, renovación y subsistencias.
La peligrosidad de un enemigo declarado, que, como el nacionalismo antiespañol, se considera antagonista y excluyente por definición, es directamente proporcional a su fuerza, aunque la inmediatez en el tiempo pueda alterar la consideración de su entidad espacial. La fuerza de Arzallus está, por propia decisión desde el Pacto de Estella, unida a la de ETA, pero en la medida en que PP y PSOE se consideran democráticamente capaces de desalojar al PNV de sus posiciones en el Gobierno vasco, esa fuerza de Arzallus se convierte en su debilidad, ya que no puede mantener a la vez su alianza estratégica con los terroristas y su anterior estrategia de pacto con las fuerzas políticas españolas, tanto en Madrid como en Vitoria. Arzallus es más débil en cuanto ya no se le considera ni invencible ni imprescindible. En realidad, es esa declaración de caducidad de su Poder lo que le debilita más.
Pero Pujol sigue siendo igualmente fuerte y aún más peligroso en la medida en que no se piensa siquiera en tratar de combatirlo y, de forma implícita o explícita, se admite que es parte de la solución democrática y no del problema nacional español. Naturalmente, Pujol es consciente de que su fuerza es ideológica y nace de la impregnación de nacionalismo del PSC y de la eliminación de Vidal Quadras en beneficio de Piqué dentro del PP de Cataluña. Pero también advierte que no hay ninguna razón de las que se esgrimen desde el PP y el PSOE contra el PNV que no puedan esgrimirse contra él. Si dentro del PSC se produjera un cambio como el del PSOE en el País Vasco, el PP lo apoyaría y eliminaría a Convergencia del Poder, en el que ha creado una red clientelar durante veinte años en la que radica su fuerza pero también su debilidad. Un partido basado en las nóminas no sobrevive a la pérdida del presupuesto.
Pero Pujol, como cabeza visible del nacionalismo catalán, es la retaguardia y el factor clave de cualquier nacionalismo, que naturalmente se define siempre contra España. Y su respaldo indirecto a ETA muestra que no es sólo Arzallus el que recoge las nueces cuando los etarras sacuden el árbol. Pujol tiene su propio nogal, que es la debilidad intrínseca de los partidos españoles en Cataluña, y eso le permite ser a la vez el que sacude y el que recoge. Instalado entre el Noguera Pallaresa y el Noguera Ribagorzana, es el verdadero Cascanueces de esta ópera donde nunca baja el telón y que sólo terminará por la extinción o por la dimisión del público.