Esta madrugada publicaba El Mundo los detalles que faltaban para que el PP expulse de inmediato a su presidente, a su secretario general, a su matón Carromero, y al alcalde de Madrid si no aclara, y es difícil, las sombras que lo cercan. Deberían también irse sin necesidad de echarlos, Andrea Lévy, responsable de garantías del PP, que se las negó a Ayuso mientras adulaba a Casado, los socios del golpe genovés en el Gobierno de Madrid, con López al frente, y los diputados, entregar su acta. Y dejo para otro momento a los azcones que ahora se dirán chantajeados por Génova.
Los datos, incompletos, pero más que suficientes, se resumen en que Teodoro y su jefe de gabinete Pablete Cano, encargaron a Carromero investigar los datos de la Agencia Tributaria, obviamente filtrados desde Moncloa, para disimular un delito de revelación de secretos por parte del Ministerio de Hacienda. Teodoro y Casado agravaron ese delito al acusar de corrupción, sin prueba alguna, por radio y televisión, a la presidenta de la Comunidad de Madrid. Lo empeoraron al ofrecer el cierre del expediente que, a sus órdenes, le había abierto Andrea Lévy, si asumía que nunca la espiaron. Es decir, que mintió cuando lo denunció. Pero Ayuso no mentía. Ellos, sí. Por eso, ya que no se quieren ir, y aunque se vayan, deben ser expulsados. Al capone no puede estar al frente de la policía de Chicago.
La vía de iniquidades de Pablo Casado
De las tres puñaladas que Casado ha infligido a tres símbolos de la resistencia a Sánchez, Cayetana, Abascal y Ayuso, la tercera y última propinada personalmente ante Carlos Herrera, ha sido la más ruin, y la que mejor refleja la auténtica faz del todavía presidente del PP. Baste esta frase:
"Mientras morían en España 700 personas al día se firmaba una venta de mascarillas contratando con tu hermano para recibir 300.000 euros de beneficios". (…) "su información es que la comisión es de 286.000 euros", (…) un importe lo suficientemente relevante como para que alguien pudiera pensar que ha habido un tráfico de influencias".
Recordemos a quién acusa Casado de corrupta y de indiferente a la muerte de tantas personas: a la dirigente del PP que, durante la pandemia, hizo frente al Gobierno y a la traición de su partido para crear el Ifema y el Zendal, a la que consiguió mascarillas y material sanitario al mejor precio cuando el Gobierno gastó una millonada en material chino que hubo que tirar, a la que salvó la economía de la Comunidad frente al cerrojazo de Sánchez, a la que se convirtió en símbolo mundial de esa lucha contra la irracionalidad, a la que tras luchar un año contra Sánchez, Illa y Aguado convocó elecciones tras la moción de censura en Murcia que Casado y su rucio no impidieron, a la que tras la catástrofe de Cataluña, logró una espectacular victoria en Madrid contra toda la izquierda, mandó a Cs al guano, a Pablo Iglesias al paro y resucitó al PP, a la que, en fin, resucitó al PP y devolvió a Casado la ya perdida condición de alternativa a Sánchez.
Sólo por lo que le debe, que es todo, y cómo lo paga, Casado merece tres cosas: el desprecio de los ciudadanos, el despido como presidente del PP y el banquillo por esta sarta de injurias y calumnias contra Ayuso. El primero ya lo tiene. El segundo está al caer. El tercero depende de lo que Ayuso quiera hacer con el infamador. Lo normal sería mandarlo a la cárcel.
Pero, aparte de la vileza moral, hay que preguntarse por la razón que lleva a un renacuajo de la oposición pensar que llegará así a rana de la Moncloa. No por qué se comporta como un miserable, sino por qué alguien capaz de engañar a tantos, se sinceró así, tomando la senda de la traición.
Las puñaladas anteriores a Cayetana y a Abascal
La razón última es a la vez ideológica, política y personal. La dio tras la primera convocatoria electoral, la de los 66 escaños, un buen resultado que le alarmó tanto -no sé qué encuestas le darían- que decidió quitarse el disfraz de liberal y dejarse la barba de Rajoy. Entonces surgió el argumento de su ilimitado derecho a la derrota. Dijo que Aznar y Rajoy tuvieron tres oportunidades antes de derrotar al PSOE, y que él tenía el mismo derecho. Lo que pasa es que ha agotado dos, aunque muy seguidas, y la tercera y última debía ser la próxima. Solo tras el fulgor del mayo madrileño y el afianzamiento de Vox apareció con posibilidades de formar Gobierno. Pero desde que Ayuso resucitó el cadáver salido de las catalanas Casado ha ido reduciendo esas posibilidades hasta dejarlo en nada. Hoy, tras Electomanía, las encuestas de OkDiario y El Español dicen que Abascal lo ha superado.
Cuando Casado sintió que podía dejar de ser jefe de la oposición, se empeñó en que las dos primeras elecciones debían contar sólo como una. Y que, si perdía en 2024, tenía derecho a quedarse hasta 2028. Algo en lo que está de acuerdo Sánchez. Un jefe de la oposición que busca seguir tras la derrota se conforma con ella. Nunca pudo soñar Sánchez con alguien mejor dispuesto al pasteleo y la sumisión que este Casado emasculado y su banda.
Pero desde que Casado decidió que su PP debería seguir, como con Rajoy, a la espera del fallo de la izquierda para reemplazarlo, su única tarea fue la de eliminar a los que en la derecha no aceptasen ser suplentes y no alternativa al Gobierno de la Izquierda. Y atacó en dos direcciones: hacia adentro, quitándole a Cayetana la presidencia del grupo parlamentario; y hacia afuera, rompiendo cualquier acuerdo posible con Vox. Los dicterios contra Cayetana los ha vuelto a perpetrar contra Ayuso: que si él la puso, que si el partido siempre la apoyó, que cómo es tan desagradecida, etcétera. Los insultos de Casado a la presidenta de Madrid recuerdan también a los que infligió a Abascal en la moción de censura contra Sánchez. Que si el partido siempre le dio de comer (y se jugaba la vida), que si el partido la apoyó siempre (y le negaron la presidencia del PP, reservada a Camins, y le habían preparado al traidor López para sustituirla). Pero los conjurados contra Ayuso han perpetrado tantas fechorías que conviene no olvidarlas.
Hitos de la indignidad: la pinza Sánchez-Casado
Los hitos de la traición de Casado a Ayuso y al PP, en evidente colaboración con la Moncloa, son muchos. Resumamos los más evidentes:
Detectives contratados por Génova 13, a través de Carromero, enlace con la alcaldía de Madrid y con su socio Almeida, espiaron a los familiares de Ayuso, a su madre, a su ex-marido y a su ex -novio. El fin de ese espionaje, contado por una de las acequias del cenagoso Teodoro en El País, era chantajearle para que no intentase presidir el PP de Madrid.
Utilizando datos que sólo podían provenir de Hacienda y, por tanto, delictivos, Casado y Teodoro acusan a Ayuso de haber favorecido a su hermano Tomás con una comisión de 280.000 euros. La verdad es que todo lo que cobró fueron 55.000, como contraprestación y no comisión, por conseguir mascarillas cuando no había forma de conseguirlas. Fueron de la mejor calidad y a mitad de precio que las que compró el Ministerio para los sanitarios y que tuvieron que tirar por defectuosas. Eran las FFP2 que el Gobierno llamó insolidarias y que ahora llevan los miembros del Gobierno.
La filtración delictiva que hizo suya Casado provenía -creo que en la información de El Mundo esto no se explica bien- de la liquidación del formato 347 el 30 de abril por la Agencia Tributaria. ¿Y de quién depende la Agencia Tributaria? Pues eso. Ahí aparecían los 280.000 euros por todos los contratos de la empresa de Tomás Díaz Ayuso, que a él solo le afectaba uno, y no relacionado directamente con la Comunidad. Con el material de Moncloa y desconociéndolo todo sobre la Administración, Casado y Egea se lanzaron a presumir de datos y quedaron como canallas e incompetentes.
Almeida, colaborador de Casado y Teodoro en tratar de impedir que Ayuso presidiera el PP de Madrid, defendió a Carromero la mañana en que saltó la noticia del espionaje a Ayuso en El Mundo y El Confidencial. Pero tras asegurar que había investigado y no había encontrado nada, este último medio publicó los nombres y apellidos de los detectives y los de sus contactos en el Ayuntamiento. Almeida hizo entonces dimitir a Carromero. Sin embargo, al día siguiente, Villacís denunció que se había enterado de todo por la prensa. Y que, según sus primeras averiguaciones, nunca hubo una verdadera investigación para saber qué y quién usó el Ayuntamiento. O sea, que Almeida también mintió. Ahora vendrá una investigación oficial. Y veremos lo que dura el alcalde en el cargo.
Forzado por la petición de Feijóo y para impedir la manifestación de este domingo en apoyo de la presidenta de Madrid, Casado llamó a Ayuso y la convocó a Génova. Le dijo que, si firmaba que no la había espiado el PP, cerrarían el expediente contra ella que el jueves anunció Teodoro y el viernes defendió él. Mientras hablaban, Teodoro filtró a Público otra calumnia, ahora contra la madre de Ayuso, jubilada hace años. Pero Ayuso se negó a firmar lo que la agencia de detectives había dicho que era cierto, se levantó de la mesa y se fue. Lamentando haber ido.
Tras la intervención de Feijóo en La mañana de esRadio, Teodoro filtró a esta casa que la noticia de los detectives, que él mismo confirmó a El País, venía del presidente gallego. Ayer sábado, utilizando a la SER, dijeron que Ayuso había firmado lo que no se había firmado. Y poco después, a través de Lamet, su cauce en El Mundo, filtraron que la dirección del PP aceptaba las pruebas presentadas por Ayuso y cerraban el expediente. Pero se han filtrado y filtrarán datos sobre el espionaje a familiares y allegados de Ayuso, recogidos por los espías a los que se encargó buscar basura contra la presidenta de Madrid. Anoche, Casado insistió en que confía en Egea y no piensa echarlo. Bien. Deben irse juntos.
¿Acabará esta infame tragicomedia?
Porque nadie debe creer que estas canalladas entreveradas de delitos tienen remedio. No lo tienen los canallas. Pero recordemos, y no debe olvidarlo Feijóo, que la puñalada a Ayuso es sólo la tercera contra los símbolos de la resistencia a Sánchez. Y que obedece al empeño de Casado en eternizarse en la oposición, convirtiéndola en colaboración. La tercera puñalada, como los matadores malos, se ha dado en el pie. Que su cuadrilla lo lleve a la enfermería, y no vuelva al ruedo. Vamos, que se corte la coleta. O que se la corten. Ya fuera del PP Teodoro aullará solitario a la luz de la luna de Murcia, y agitará en el aire, en su condición de ingeniero, una sierra mecánica como la del psicópata de La matanza de Texas con la máscara de tela de saco. Que en otras versiones es de piel de vaca. Y hasta de cerdo.
Todo lo que no sea expulsar a los traidores y delincuentes, o tardar en hacerlo demostrará que el PP no puede luchar contra la corrupción. Y no remontará en las encuestas ni siquiera para completar la mayoría que hoy ya favorece a Abascal. De nuevo estará el PP ante la disyuntiva de pelear contra el PSOE y junto a Vox o contra Vox y junto al PSOE. Pero antes, la expulsión. Y, como diría Rajoy, el que quiera irse con ellos, que se vaya.